OpinionPor: Manuel Álvaro Ramírez R.

El año del cambio

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El año del cambio

El año 2022 pasará a la historia como el que dio origen a un revolcón trascendental en la política colombiana, cuando un candidato a quien le pusieron toda clase de trabas institucionales, a quien quisieron inhabilitar administrativamente y aquel al que no le faltaron incluso atentados contra su integridad, contra todos estos obstáculos se convirtió en el presidente que llenó de esperanza a un pueblo cansado de que el escándalo de hoy tapara el de ayer y éste a su vez fuera opacado por el de mañana. En efecto, Colombia ha sido un país saqueado de manera voraz e inmisericorde por una cleptocracia comandada por un grupo criminal que, bajo el remoquete de Centro Democrático, Cambio Radical, Partido de la U y otras organizaciones delictivas, estaban acostumbradas a disponer del erario como un botín que se engullían a través de contratos, coimas, transferencia de bienes públicos u otros como los activos incautados a las mafias.

levame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Quizás novelas como ‘Yo el supremo’, ‘Tirano Banderas’, ‘La fiesta del Chivo’ o ‘El Señor Presidente’ fueron una compilación premonitoria de lo que viviría Colombia en los inicios del siglo XXI habida cuenta de que no hubo crimen que no se cometiera desde el Estado, bajo el auspicio de un sátrapa cruel y sanguinario que, ya directamente o por interpuesta persona condujo a Colombia por un precipicio al que una vez que ganó impulso fue imposible detenerlo, de manera que el desenlace podría ser una revolución popular si no llegaba un estadista capaz de revertir el rumbo y llevar al País por el camino de la decencia. Pero llegó y esa tarea histórica le correspondió a Gustavo Petro, un economista que venía estudiando no sólo al Estado sino a su clase política y que por tal razón sabía cómo lidiar con ella.

Petro encarnó la esperanza de millones de personas y a las arremetidas violentas de ese Estado mafioso, según él mismo lo denominó en muchos de sus elocuentes discursos, opuso con inteligencia una propuesta de transición pacífica en un ambiente no exento de violencia verbal y muchas veces física. Y esa propuesta la explicó en un lenguaje sencillo que fue llegando a las clases populares, a los trabajadores, a lo jóvenes sin oportunidades que eran pasto fácil de grupos armados ilegales, a las madres cabezas de hogar, a los campesinos, a las mujeres de todas las condiciones sociales, pero especialmente a las socialmente excluidas, a los afrodescendientes y a las comunidades étnicas descendientes directas de los aborígenes, en fin, a todo aquel cuya voz jamás había sido escuchada. Sus discursos como una creciente súbita, fue llenando esa represa de frustraciones ahogadas en el pecho de millones de personas hastiadas del pillaje descarado a que las clases dominantes habían condenado a la sociedad entera, hasta que con una fuerza inusitada arrasó con tal fuerza, que una vez desatada fue imposible detenerla. Hubo mucho muertos a quienes les cobraron su osadía, pero la creciente pasó por encima de los criminales y puso en la presidencia a quien encarnaba ese cambio tantas veces postergado.

Gustavo Petro logró desvirtuar las calumnias que pretendieron inocular el miedo a volvernos como Venezuela, la amenaza del comunismo internacional y la nueva teoría de la Revolución Molecular Disipada, una doctrina del neofascismo que pretende convencer a la sociedad de que la protesta social es simplemente una forma de diseminar en la Nación los elementos camuflados del comunismo internacional sin tener la gente la más remota idea de lo que esto pueda significar, porque lo importante no es que la gente lo entienda sino que se propague el miedo.

En resumen, el 2022 quedará inscrito en los anales de la historia como el año en que un pueblo levantó su dignidad tantas veces pisoteada y dijo basta, el crimen no puede ser la única opción y queremos ser gobernados por alguien que no está hipotecado a las mafias ni a los grupos de poder que aún bajo el manto de la legalidad utilizan métodos mafiosos para mantener intactas unas prerrogativas que se han autoadjudicado. El futuro es nuestro y dependerá de nosotros defenderlo.

Magíster en Economía / Universidad de los Ande / [email protected]

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