La utilización del poder por parte de los hijos de los mandatarios ha sido recurrente en este país en el que, a pesar de todo, no nos acostumbramos al robo y con nuestros residuos de dignidad y capacidad de asombro, somos capaces de exigir ética en el manejo de los recursos públicos.
Esto viene de tiempos inmemoriales y los más conocidos en Colombia han sido el supuesto soborno a Lorenzo Marroquín, hijo del presidente José Manuel, más conocido por ‘La Perrilla’ que por su obra de gobierno. Se dice que los Estados Unidos sobornaron con US$40,000 al delfín Lorenzo para facilitar la separación de Panamá (Lemaitre; Ospina; Araujo[i]) y de paso que su padre pasara a la historia como quien recibió un país y devolvió dos, como cínicamente quedó en los anales de la historia. También se dice que, como ministro ante la Santa Sede, que de santa más bien pocón, ‘cobraba dinero a los colombianos a cambio de conseguirles entrevistas con el papa’.
A Marroquín le siguió en escándalos famosos un gentleman educado en Londres hijo de un liberal que propuso un plan ambicioso conocido como ‘La revolución en marcha’, pero no vamos a hablar de la obra del padre Alfonso López Pumarejo sino de su hijo Alfonso López Michelsen. El escándalo se refiere a las acciones de la empresa holandesa Handel, las cuales eran representadas por López Michelsen y la acusación hecha por el representante a la cámara Silvio Villegas en 1943, señala que se aprovechó el caso de la ocupación alemana a Holanda para vender subvaloradas las acciones de la empresa que era propietaria de Bavaria. ¿Será coincidencia que las acciones las comprara Julio Mario Santodomingo, primo de López Michelsen?
Pero como el ejemplo entra por casa, otro Alfonso López hijo de López Michelsen y Nieto de López Pumarejo, se benefició de manera multimillonaria gracias a una carretera que su padre mandó construir y que pasaba por la hacienda La Libertad, propiedad de Alfonso López Caballero. Posteriormente hubo otro escándalo protagonizado por el mismo personaje en una hacienda llamada Arizona, esta vez se refería a una adjudicación de tierras, que el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, Incora, debería hacer, pero a los campesinos, no a los hijos de presidentes.
Vino después la mano firme contra el pueblo colombiano y el corazón grande para los gamonales, terratenientes, paramilitares y narcotraficantes, muchos de ellos jugaron varios de esos papeles simultáneamente. Los hijos del innombrable compraron unos predios en Mosquera, Cundinamarca, en un proyecto en el cual el alcalde de ese municipio tenía especial interés. El Plan de Ordenamiento Territorial se modificó para conveniencia del señor alcalde, pero también de los delfines, jóvenes imberbes que entraron sin un centavo propio pero que cuando salió su papá de la presidencia, gracias a que no pudo eternizarse como era su negra intención, estaban convertidos en multimillonarios y a quienes los medios los presentan no como los corruptos, que en realidad son, sino como exitosos empresarios y hay quienes creen que lo lograron gracias a los ahorros que hicieron fabricando y vendiendo manillas en Chapinero.
En este berenjenal no podía faltar la cereza del pastel que la aportó Nicolás Petro Burgos, hijo mayor del presidente Gustavo Petro, quien quiso repetir la hazaña de sus émulos delfines pero sin entender que su padre no se lo iba a permitir y fue ahí cuando se dio con la puerta en las narices, porque muchos de quienes votamos por un cambio, también estamos atentos a pedirle cuentas a quien elegimos. Gustavo Petro es un hombre honesto, pero uno no escoge a sus hijos y, al parecer, su hijo no lo es.
El gran problema de todo esto no es la plata que se pudo embolsillar Nicolás con la complicidad de su ex. El verdadero problema es que se envíe el mensaje tendencioso de que todos los políticos son iguales y sumir al pueblo colombiano en la desidia y la desesperanza, de manera que votar por cualquiera de ellos da lo mismo.
Gustavo Petro es un presidente honesto, quizás el único que hemos tenido desde que nació esta República y defenderlo es un imperativo para no caer en la desilusión y el pesimismo. El cambio es ahora.
Magister en Economista
Universidad de los Andes
Pepe Comenta, mayo 16 de 2019. Consultado en https://pepecomenta2019.wixsite.com/pepe/post/la-corrupci%C3%B3n-en-colombia-lorenzo-marroqu%C3%ADn-hijo-del-presidente-sobornado-por-ee-uu