Opinion

El Señor Presidente

Como en la novela de Miguel Ángel Asturias, nadie tendría más derecho a ostentar este título en Colombia que el expresidente que acaba de ser llamado a juicio y para comprender lo que acaba de pasar con el caso de Alvaro Uribe Vélez, es necesario retrotraer a la memoria algunas cosas que sobre todo las nuevas generaciones quizás no lo tengan del todo claro.

Desde el momento en que comenzó la campaña por la presidencia, por allá por el año 2000, se sabía que había una clase emergente, así la llamaban, producto del narcotráfico y del paramilitarismo que por aquella época iba por el País dejando su impronta de desolación, terror y muerte. Es en ese contexto en el que apareció la figura del caudillo autoritario que prometía devolverle a la gente alguna sensación de seguridad, cuando las FARC habían llegado a las goteras de Bogotá y se veía a un Mono Jojoy arrogante dirigiéndose a los soldados capturados en un tono triunfalista.

Ganó Uribe, las masacres se volvieron pan de cada día, digamos en justicia que continuaron con la dinámica que ya traían y los paramilitares en contubernio con las fuerzas de seguridad del Estado se constituyeron en autoridad de facto. En algunas regiones era normal ver patrullando a sujetos con armas de largo alcance sin que nadie se atreviera a cuestionarlos.

Muchos periodistas tuvieron que exiliarse, entre ellos Fernando Garavito, Alfredo Molano y Daniel Coronell, Uribe era el carnicero que necesitaban los terratenientes despojadores de tierras, los narcotraficantes urgidos de legalizar sus fortunas y los paramilitares que ya habían hecho el trabajo sucio para la clase dominante y que entonces reclamaban su cuota de poder y el pasabordo de la impunidad por sus crímenes.

En este orden de ideas, el llamamiento a juicio al expresidente no sorprende a nadie medianamente informado tomando en consideración lo que se vivió durante la llamada Seguridad Democrática.

De otra parte, tampoco sorprende la reacción del expresidente. Siempre se ha presentado como un servidor a los intereses de la patria, sin que nos haya ilustrado sobre lo que debiéramos entender por tal concepto y cualquier acto que se haga en su contra es una retaliación ordenada por las FARC, un discurso simple sin ningún asidero pero capaz de calar en lo más profundo de la conciencia de sus seguidores. Además, otra faceta de la reacción es el miedo que se alcanza a reflejar en las expresiones que toda la sociedad ha visto en las declaraciones públicas mediante las cuales ya no es el todopoderoso sujeto a quien todos le temen sino un tipo con un abultado prontuario criminal a cuestas.

Parte del castigo que está recibiendo es que ya no puede mangonear dando y quitando la palabra como en sus malhadados consejos comunitarios, donde hacía la pantomima de escuchar a la gente, regañaba funcionarios, ordenaba acciones de forma demagógica mientras los lentes de las cámaras enfocaban al todopoderoso monarca. Incluso los colombianos hemos sido testigos de jueces que con entereza hacen valer su condición y lo callan recordándole que no se trata de una declaración política sino una audiencia judicial donde él es el sujeto procesal.

Pero quizás la peor derrota para el expresidente es saber que la gente lo repudia. Una encuesta de las que suele hacer RCN para inducir a la opinión pública a favor del poderoso mandatario de otros tiempos, indagó si los colombianos estaban de acuerdo con su llamamiento a juicio. Pues bien, casi el 70 por ciento de los encuestados respondió afirmativamente. Esto es muy significativo porque el noticiero es uno de los aparatos propagandísticos más agresivos del uribismo y muchos de quienes anteriormente defendían a capa y espada su gestión, hoy esperan que la justicia haga su trabajo como corresponde.

Finalmente, aunque no nos hacemos muchas ilusiones sobre la evolución del proceso, hay muchos otros por los cuales debería responder y que a pesar de haber estado engavetados durante mucho tiempo, pueden comenzar a desempolvarse y Colombia, por fin, podrá pasar una de las páginas más tenebrosas de la historia, escrita por un sujeto que se sintió por encima de la ley.    

Manuel Álvaro Ramírez R.
Magíster en Economía

Universidad de los Andes

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