Ganó Lula, ganó Brasil
GANÓ LULA, GANÓ BRASIL
A pesar de todas las triquiñuelas, por dos puntos porcentuales de diferencia que en Brasil significan dos millones de votos, Luis Inacio Lula Da Silva, llega por tercera vez a la primera magistratura del Brasil. No valieron los expedientes Lava Jato, ni las acusaciones gratuitas contra el líder del Partido de los Trabajadores, PT, el pueblo sabía que tenía una oportunidad para sacudirse del oprobio en que lo había sumido la opción fascista que encarnó Jahir Bolsonaro.
Pero hagamos un recuento del periplo, porque no ha sido nada fácil.
En 2002 Lula logró un triunfo sin precedentes cuando mediante un programa orientado a reducir la pobreza, logró triplicar el ingreso per cápita de los más pobres, hecho reconocido por organismos como el Banco Mundial. Fue sucedido por Dilma Russef, pero un variopinto proceso tragicómico conocido como el expediente Lava Jato, condenó a Lula a ser inhabilitado por un tribunal para que no pudiera presentarse a las elecciones y así, llegó a la presidencia un representante del fascismo contemporáneo llamado Jair Bolsonaro.
Nos suena conocido, claro que sí, pero sigamos. Lula comprendió que no se trataba de un acto de corrupción sobre un apartamento que no ha llegado a pisar y que supuestamente un subalterno suyo habría recibido de esa multinacional del crimen llamada Odebrecht, cuyos tentáculos han alcanzado mandatarios de todos los niveles a lo largo y ancho de América Latina. De ahí surgió la frase: “Nunca pensé que poner un plato de comida en la mesa de los pobres, provocara tanto odio”. Nuevamente nos suena conocido.
Pero contra toda esa maquinaria oprobiosa, el pueblo se levantó y dijo basta. Aquí estamos y queremos un gobierno digno, los medios pueden decir lo que quieran que igual ya no les creemos; los magnates pueden rasgarse las vestiduras de fariseos pero ese teatro ya lo hemos presenciado; los pastores pueden invocar sus falsos dioses, igual arderán en los infiernos, pero el triunfo del pueblo brasilero, sólo le pertenece a él. No fueron suficientes las calumnias contra Lula, la gente lo conoce como el presidente más honesto que ha tenido. No sirvieron los aspavientos mediáticos que disfrazados de noticias pretendieron incendiar un país convencido de que sabía lo que necesitaba y lo defendió en las urnas.
Felicitaciones al nuevo Presidente, quien tuvo que soportar todos los ataques malintencionados no solo de su contrincante Jair Bolsonaro, lo cual se esperaba, porque es un tipo que actúa conscientemente de mala fe sino de los medios que tuvieron como tarea insuflar al candidato fascista. Nada de eso sirvió. El pueblo dio una cachetada a todo el montaje armado desde el poder para tratar de posicionar al representante de los potentados, pero ya este tinglado se desmontó también. La gente sabe que la fuerza del poder popular está en la expresión masiva en las urnas y que, si es capaz de hacerse sentir, no hay chequera ni promesa politiquera que pueda cambiar el curso de la historia.
Bienvenido presidente Lula. América Latina requiere de su liderazgo para conformar un grupo de presión, que pueda enfrentar el poderío norteamericano para hablar con dignidad y con la frente en alto.