Opinion

ASERRÍN ASERRÁN

Por: Rafael Antonio Mejía Afanador 

Es fácil tener respeto para los que piensan parecido a uno, pero hay que aprender que el fundamento de la democracia es el respeto a los que piensan distinto” 

Pepe Mujica

De tantos recuerdos que nos rondan en la cabeza, hay uno, que como si ayer fuera me da vueltas en la cabeza y es que por los años 70 mi madre tenía suscripción de El Tiempo y de la revista Cromos. Inolvidables los reportajes, a veces bien novelescos, de Juan Gossaín, José Pardo Llada, Antonio Panesso Robledo (casi nadie), Alfredo Iriarte, Henry Holguín y otros que se me escapan; la irreverencia de Ricardo Arbeláez y Humberto Martínez Salcedo (quien no tuvo la culpa de dejarnos semejante retoño), cáusticamente adornados con la mordacidad de Klim, Enrique Carrizosa, Mordillo, Ricardo Arbeláez con su Alacrán y la fotografía de Fabio Serrano. Hasta la escoba de Regina 11 volaba por ahí pidiendo pista para una columna. Algo va de aquella revista –donde invitaban también a escribir a Gloria Valencia de Castaño, Álvaro Castaño Castillo, Álvaro Mutis– a la actual de los Santo Domingo.  

De aquellas inolvidables aventuras periodísticas salió el cuento de que Martin Borman vivía plácidamente en la selva del Putumayo, reportaje que causó un enorme revuelo tanto en Colombia como en Europa. Mientras duró, fue la chiva del siglo porque comprobaron que unos restos humanos hallados en Berlín en 1972 eran, efectivamente, los de La sombra de Hitler.

Otro simpático cuentazo fue el de la famosa machaca, inofensivo e inocente insecto que terminó con fama de vulgar celestino y como disculpa perfecta para los romeos de la época que, una vez picados ‘mortalmente’ por el bicho debían, obligatoriamente, tener sexo en las 24 horas siguientes a la picadura, de lo contrario podía correr el riesgo de contarle su aventura al mismísimo San Pedro en muerto y en directo. Después se supo que el cuento había salido de la cabeza de Henry Holguín. Buen cuento, pero, en fin, cuento.       

Excelente nota la que salió reseñando el asunto del suicidio del poeta José Asunción Silva, propinándose un tiro justo en el pecho después de visitar a un médico amigo y pedirle que le dibujara un corazón encima del propio. No sé si eso fue cierto o fue otro carretazo de Cromos. Lo interesante de ese reportaje es que, como diría Santos, me acababa de enterar de que Silva era el autor del poema Los maderos de San Juan, que comienza con el famoso aserrín aserrán.

Bueno, pensarán ustedes, ¿y eso qué tiene que ver con el precio de la papa? Pues permítanme contarles. Me parece absolutamente incomprensible lo ocurrido en el Senado el pasado 14 de mayo. No me refiero a las frecuentes peloteras a las que nos tienen acostumbrados nuestros queridos, diligentes, eficientes, empáticos y honestos padres de la patria sino a las reacciones de algunos de quienes se verían directamente beneficiados con esta reforma. 

Cierto. He recibido efusivos, orgullosos y patrióticos mensajes de “les hundimos la consulta”: uno de ellos de un amigo que trabaja como celador que –seguramente y para no volvernos como Venezuela– no quiere que le paguen horas extras, ni dominicales ni festivos ni, obviamente, recargos nocturnos, es decir está contento de comenzar la noche laboral a las 10:00 PM por la misma platica. Entre gustos no hay disgustos, dice el dicho.

Me resisto a creer que haya gente a la que no le guste trabajar con un contrato a término indefinido, sino que más bien sea por tres o cuatro meses y después lo pongan en el asfalto sin vacaciones ni cesantías ni absolutamente nada. Es más, agradecen tiernamente porque “antes toca dar las gracias porque hay trabajito”. 

Igualmente, resultaría increíble que se resistan a tener un trabajo donde el acoso laboral y la violencia verbal no sean el pan de cada día. Por eso dicen que la mayor victoria ideológica de la derecha es lograr que el esclavo se sienta satisfecho con su esclavitud y a lo único que aspire es a ser carcelero. Parodiando a la antigua Corporación de Turismo de Colombia: esclavo satisfecho trae más esclavos.

Bueno, la enumeración es bastante larguita y puede resultar, para algunos aburridora. Para eso está Míster Google. 

Pero, lo más difícil de entender es cómo un pueblo pobre, sin buena educación, con una salud enferma, sin posibilidades de movilidad social y con todos los deseos de que lo propuesto por las reformas sea una realidad, salga cada cuatro años a votar por los mismos que los tienen como los tienen. Hasta los desempacan de la cárcel, directo al congreso a jodernos y los reciben como héroes. Mí no entender.

No quiero azotarme el tuste buscando la respuesta, pero lo más probable es que tengan la cabeza llena de aserrín y aserrán.  

PREGUNTA CHIMBA: ¿No creen que la derecha le está haciendo gratis la campaña a la izquierda? O es simplemente que les gusta jugar con candela…  

PREGUNTA CHIMBA 2: ¿Por qué lo de dura lex sed lex aplica más cuando es en contra de la gente común? ¿Será más bien embudo lex?

PREGUNTA CHIMBA 3: ¿Por qué cuando se pretende nacionalizar una empresa pública, los medios lo hacen ver como expropiación, robo o abuso, pero cuando se privatiza un bien de TODOS se ve como… mejor dicho, ¿ni se ve?

PREGUNTA RECONTRA CHIMBA: ¿Por qué los aprendices del SENA no pueden aspirar a un salario mínimo, si su contratante sí aprovecha el 100% de su fuerza laboral?  ¡Háganme el favor!

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