La Flor de Inírida: Símbolo de la COP16 en Colombia
Recientemente, la agencia de noticias France24 publicó un artículo sobre la flor que simboliza la COP16, que pasó de ser considerada «maleza» a emblema de este evento mundial en Colombia. Rubén Darío Carianil, un profesor indígena del pueblo Curripako, comenzó a sembrar las coloridas flores de Inírida en la Amazonía colombiana, a pesar de las burlas de sus familiares, quienes le decían que «sufría sembrando maleza».
Esta «maleza» ha ganado popularidad y ha sido seleccionada como símbolo de la COP16, la principal conferencia de Naciones Unidas sobre biodiversidad, que se celebrará del 21 de octubre al 1 de noviembre en Cali.
Carianil relata cómo logró domesticar esta planta silvestre en una parcela a las afueras de la ciudad homónima. Ahora, exporta las flores a Estados Unidos, Europa y Asia. El profesor se siente orgulloso de celebrar la flor de Inírida bajo el ardiente sol de su región, un puerto fluvial de 30,000 habitantes al que solo se accede en avión o tras días de navegación.
En colaboración con su esposa, Martha Toledo, y el biólogo Mateo Fernández, Carianil ha conseguido propagar la flor, que incluye dos especies: una que florece en época de lluvias y otra más pequeña que aparece en verano. Fernández, autor de investigaciones sobre estas especies, destaca su belleza, resistencia a inundaciones y sequías, así como su capacidad para prosperar en suelos infértiles. Esta resiliencia fue clave para que los organizadores de la COP16 la eligieran como emblema.
Toledo, representante legal de Liwi, afirma que este es el único cultivo de flores de la Amazonía colombiana, con una iniciativa similar solo en Perú. Desde el aire, el cultivo de Carianil se distingue de los sembradíos de flores de las regiones andinas, donde predominan los monocultivos en invernaderos. En contraste, sus flores crecen en un espacio de 20 hectáreas, rodeadas de arbustos nativos y un denso bosque.
Hasta ahora, solo Liwi ha logrado reproducir y comercializar la flor, comenzando en el aeropuerto local y expandiéndose a Bogotá y otros países tras superar retos logísticos. Inírida, situada a casi 700 kilómetros de la capital y desconectada de la red vial, es descrita por Toledo como «una isla rodeada de selva».
La historia de la flor de Inírida refleja no solo la riqueza de la biodiversidad colombiana, sino también el potencial de transformación de lo que alguna vez se consideró «maleza». A través de la dedicación de Rubén Darío Carianil y su equipo, esta planta ha ganado reconocimiento internacional, simbolizando la resiliencia y la conexión con la naturaleza que son centrales en la COP16. Lo que resalta la importancia de la conservación, sino que también invita a una reflexión sobre cómo las comunidades locales pueden jugar un papel crucial en la protección de la biodiversidad y el desarrollo sostenible.