Opinion

Miguel Uribe Turbay

Al ver las intervenciones de Miguel Uribe Turbay, se concluye que no son discursos de odio, son discursos con odio, una animadversión arraigada y patológica contra un presidente íntegro, capaz, inteligente y muy estructurado. Pero aunque no quisiéramos acudir a la rastrera arma de escudriñar los intríngulis de los antecedentes de alguien para dañarlo, lo que le han hecho al presidente Petro es una justificación indirecta para escarbar el pasado de un tipo tan torvo.

Miguel Uribe Turbay, es hijo de una periodista quien era hija de un tío con una sobrina. En efecto, Julio César Turbay Ayala, presidente entre 1978 y 1982, tenía una hermana llamada Adhalía, quien fuera la madre de Diana Turbay Quintero, la mamá de nuestro Miguel Uribe.

La familia Turbay Quintero ha vivido de la teta pública por generaciones y con un prontuario bastante ilustrativo de por qué nuestro energúmeno delfín es tan arrogante y gamín. Aparte de que a Julio César se le recuerda por ser el padre del Estatuto de Seguridad, un compendio de normas copiadas del régimen del terror de Augusto Pinochet, durante su mandato crecieron exponencialmente las desapariciones y las denuncias por torturas y asesinatos políticos. No obstante, y pese al empoderamiento del gorilato con máscara democrática, el 27 de febrero de 1980, el M19 se tomó la Embajada de la República Dominicana con más de 50 personas entre las que se contaban Diego Ascencio, embajador de los Estados Unidos y monseñor Ángelo Acerbi, nuncio apostólico.

Hay que abonarle a Turbay, que tomó el toro por los cachos: se opuso a que los militares rescataran a sangre y fuego la embajada como era la propuesta de los generales y en cambio nombró una comisión negociadora. Fue una gran victoria para los insurgentes, entre los que todavía no figuraba Gustavo Petro como comandante guerrillero. Eso fue después. Pero quien sí participó como cabeza visible de esa toma fue un guerrillero que terminó en las toldas del uribismo. Sí, así como suena, se llama Rosemberg Pabón y su nombre de guerra fue Comandante Uno.

Quizás esa historia alimentó a este Miguel Uribe, quien para la época no había nacido, y acaso desde niño creció con ese odio visceral contra todo lo que oliera a izquierda y lo exterioriza en  el hoy Presidente. Pero volvamos a la familia para mostrar de donde proviene este sujeto. Claudia Turbay, su tía fue embajadora de Colombia en Suiza, Liechtenstein, Uruguay y varios países de Africa Occidental; trabajó también en Proexport. Además su otro tío Julio César Turbay Quintero, vivió buena parte de su vida a expensas del erario público, como congresista y como Contralor General de la República estuvo señalado en varias investigaciones  por corrupción. En síntesis, muchos de los Turbay son pues unos mantenidos por todos nosotros.

Pero los lazos de sangre no son un delito y no se puede culpar al delfín por los pecados que corresponden exclusivamente a su familia y aunque nunca ha sido condenado por corrupción, no ha estado exento de señalamientos en ese sentido, pero eso en Colombia generalmente no prospera, sobre todo cuando se trata de vástagos con semejante trayectoria en sus ascendientes.

Ahora volvamos al Uribe Turbay parlamentario. Sus intervenciones en el Congreso están cargadas de un rencor enfermizo, un resentimiento feroz y se expresa contra el Presidente en términos irrespetuosos, propios de alguien que no se siente debidamente representado por este mandatario, pero la razón principal, es porque éste lo está haciendo bien, es escuchado con respeto y admirado en escenerios internacionales y es amado por su pueblo, pero quizás lo que más le duele al nuevo alfil de la derecha colombiana, es que les está dando una lección de dignidad al no rebajarse a contestar sus insultos sino a poner en evidencia que lo que han estado haciendo como clase gobernante, como dirigentes políticos y empresariales ha estado opacado por actuaciones bastante más cercanas al delito que al servicio público.

Entender ese pasado histórico ayuda a comprender por qué será muy difícil encontrar la reconciliación entre clases sociales, si quienes han dirigido a Colombia por siglos hasta construir algunas dinastías que se sienten más cercanas a la realeza que a su pueblo, no están dispuestas a entender la democracia como igualdad de oportunidades no sólo para postularse a cargos de elección popular sino a participar activamente en la construcción de una patria donde efectivamente quepamos todos. Petro está mostrando que hay con qué.

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