Nuestro Seis de Septiembre (Apartes)

Por Jorge Armando Rodríguez Avella

Cuando los sogamoseños tuvieron noticia unos días después de lo ocurrido con el famoso florero del 20 de julio de 1810, no vacilaron en reunirse en cabildo en una casa situada en la hoy carrera 11 con calle 12, para proclamar su adhesión revolucionaria a los propósitos de la Junta Suprema, en apariencia libertarios…

El periódico santafereño Diario Político reseña en su edición del 30 de octubre de 1810, lo acontecido en Sogamoso durante los días 27 y 28 de julio y sus resultados: “También se recibió un extraordinario de Sogamoso, remitido por don Manuel Lagos y don Domingo José Benítez en que ofrecían sus facultades en beneficio de la patria, proponiendo levantar tropas a su costa. La junta contestó que formasen en el Distrito de Sogamoso dos regimientos, nombrando a Lagos y Benítez por coroneles y facultando a éstos para que creasen los demás oficiales a su satisfacción”.  Afloraban otra vez los ímpetus rebeldes, ahora con visos de independencia, haciendo eco también del sentimiento libertario que invadía toda la geografía del virreinato y de la América española.

Los sogamoseños invitaron a los habitantes de Chiquinquirá a que les siguieran en su causa. En medio del alborozo, el 6 de septiembre, la Junta Suprema otorgó el título de Villa a las poblaciones de Zipaquirá, Ubaté, Chocontá, La Mesa, Cáqueza, Turmequé, Chiquinquirá y por supuesto a Sogamoso. Nunca previeron los miembros encumbrados de esa Junta las consecuencias políticas y económicas, que iban a acarrearles en el futuro inmediato.

La Junta Suprema había dado a conocer su intención de convocar un Congreso a través de una circular, emitida el 29 de julio, en la que solicitaba a las Provincias el nombramiento de delegados. Se daba inicio a la conformación de un nuevo Estado que marcaba límites políticos con la Metrópoli española, dados los sucesos que se vivían allá, ante la ausencia del soberano, Fernando VII, `invitado´ por los franceses de Napoleón a quedarse quieto en Bayona, ciudad francesa fronteriza con España.

El movimiento de creación de Juntas independentistas por doquier, si bien mostraba un rechazo a la dominación española y podía verse como una ola revolucionaria, no lo era con exactitud. Dentro de la Junta Suprema y acompañándola ideológicamente figuraban personajes de mucho poder con ideas que no concebían la soberanía granadina, sino que defendían la igualdad con los peninsulares para ocupar sus cargos públicos, la preservación del estamento religioso católico y por ningún motivo perder los privilegios económicos heredados de los Resguardos.

Para empezar, la presidencia de la Junta la ejercía el virrey Antonio Amar y Borbón, como vicepresidente estaba la figura de José Miguel Pey, ilustre representante del rancio criollato e hijo nada menos que de Juan Francisco Pey quien fue oidor y tuvo la célebre y triste función de ejercer la acusación contra José Antonio Galán, el sogamoseño Juan Lorenzo Alcantuz y sus otros compañeros comuneros, que fueron atrozmente asesinados, descuartizados y exhibidos en diferentes plazas.

En forma diferente actuaban en Santa Fe otros con ideas mucho más claras, como José María Carbonell contradictor de las ideas del patriarcado criollo, que quería el control absoluto de las masas populares ante su posible desbordamiento.

Carbonell lideró una verdadera insurrección durante los días siguientes al 20 de julio, con los habitantes de barrios populares como San Victorino. Esto le costaría graves inconvenientes, como ser apresado en varias ocasiones por orden de la Junta Suprema. En ese mismo sentido pensaba don Antonio Nariño quien, para la fecha de la firma del Acta, se encontraba preso en una mazmorra de Cartagena de Indias por haber traducido Los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Sin embargo, logró su libertad, unas semanas después, gracias a las gestiones realizadas en su favor, por su tío materno por don Manuel Bernardo de Álvarez y se unió a la causa libertaria. 

Sogamoso era una de esas localidades a las que jerárquicamente se les tenía como de inferior importancia política, fundamentalmente porque su población, como ya se dijo, estaba en su mayoría integrada por indígenas y mestizos. La discriminación era latente en las concepciones coloniales de los criollos, estos hablaban de igualdad frente a España y proponían un relativo federalismo independentista para ofrecer satisfacción a sus aspiraciones económicas personales, mas no para los aborígenes y mestizos que conformaban la mayoría de la población de las localidades y habían declarado su adhesión al grito de Independencia.

El poder tunjano lo ejercían descendientes directos de conquistadores encomenderos y de aquellos que se habían prestado para torpedear el avance Comunero años atrás. A estos criollos tampoco les gustaba la idea que en su Provincia existiera un movimiento separatista, como el de Sogamoso. Eran propietarios de Encomiendas y percibían tributos de los “pueblos miserables”, como los denominaba el abogado Camilo Torres Tenorio.

Sucesos en España

Napoleón en 1808 colocó en el trono español a su hermano José –llamado por el pueblo Pepe Botellas— pero la noticia llegó al Virreinato de la Nueva Granada solo hasta el 14 de enero de 1809. Como un atrevimiento criminal calificó don Camilo Torres la invasión francesa y lógicamente se opuso, expresándolo de diversas maneras, incluidas misas de desagravio y uniéndose al grito de ¡Viva Fernando VII! Torres proponía seguir el ejemplo de las provincias españolas que se proclamaron soberanas para apoyar al rey, pero sin contestar su autoridad. Este punto de vista, de defensa del soberano, Torres lo tomó como consigna durante los sucesos del 20 de julio y siguientes.

Los ímpetus revolucionarios del criollato de estirpe llegaban hasta un punto muy definido. La Constitución Norteamericana, vigente desde 1787, les ofrecía ideas para federarse y arrogarse el poder provincial en desmedro de la tradicional capital del Virreinato. Pero con gran preocupación veían que, una vez declarada la Independencia, se les creciera el fervor revolucionario a sus respectivos pueblos, lo cual podría derivar en revueltas incontrolables.

Por tal razón su “independencia” debía estar sujeta a la obediencia al rey Fernando VII, así este no estuviera en funciones de gobernante. Se debía aplicar entonces, un federalismo controlado para evitar que el pueblo respondiera con un federalismo revolucionario, que permitiera a villas y regiones enteras separarse de la jurisdicción de las antiguas provincias coloniales. Con este proceso, a los criollos se les estaba diluyendo el poder para situarse en los niveles más próximos a la influencia popular y tuvo sus primeras manifestaciones en aquellas zonas, como Tunja, donde era más aguda la tensión entre los estratos populares y la codiciosa clase criolla.

Emigdio Benítez Plata

El 22 de diciembre de 1810, la Junta Suprema citó a las provincias para que enviaran delegados y así conformar el Congreso de la Nueva Granada. Sogamoso designó como su representante a un abogado participante como vocal en la Junta Suprema de Santafé. Era el doctor Emigdio Benítez Plata, oriundo del Socorro, pregonero de un federalismo revolucionario, miembro del Partido Popular y amigo de José María Carbonell.

El único en manifestar su rechazo frontal a la designación de un representante de Sogamoso fue Camilo Torres Tenorio, blasonado payanés quien se desempeñaba como secretario de la Junta Suprema y delegado al Congreso por la provincia de Pamplona. Después de referirse a Sogamoso en los términos más despectivos, calificando a sus habitantes, por el hecho de ser indígenas, de «pueblos miserables», declaró que su representada, la Provincia de Pamplona, había decidido “no reconocer a Sogamoso bajo esta calidad, ni de consiguiente admitir su representante; que no se debían admitir otros que los de las provincias habitadas por tales en el antiguo gobierno”. (Indalecio Liévano Aguirre, Tomo II). Torres increpó al Congreso diciendo que todo lo que se acordara en sus sesiones con la participación del diputado Benítez Plata, sería nulo y Pamplona no reconocía a Sogamoso y abandonó la sala espectacularmente.

Personajes como Carbonell, Benítez Plata y Antonio Nariño buscaban las esperanzas de acabar con el sistema económico español repleto de inequidades, de opresión, que sojuzgaba a naturales, mestizos y criollos `baratos. Contra esta concepción humanista y justa se oponía Camilo Torres, el mismo que redactó el Memorial de Agravios, y toda su camarilla de notables preocupados por el ejercicio del poder para ellos: excluyente y antipopular y que, además, se consideraban de la misma sangre azul que Fernando VII.

Si Camilo Torres no concebía que Cali y Buga se retiraran de su capital Popayán, mucho menos veía con buenos ojos el protagonismo de Sogamoso. Tan es así que mostró su arrepentimiento por habérsele concedido a la ciudad el título de Villa, lo demuestra en esta carta que dirige al Congreso:

“El pueblo de Sogamoso ni era ni podía ser Provincia, pues carecía de territorio propio, aun para el título de Villa, que bien o mal se le había librado por la Junta Suprema de Santafé, hallándose situado en Resguardo de indios y siendo de la Provincia de Tunja”. (Del barro al acero. Gabriel Camargo Pérez).

Para la historia quedaron los testimonios suscritos por diferentes representantes que asistían al Congreso y que muestran la diferencia de opiniones y de posiciones de clase frente a las ambiciones de la Junta Suprema, aquí algunos de ellos: 

Manuel Campos diputado de Neiva:

“Sogamoso merece un representante, porque cuarenta mil almas tienen proporción con cuarenta y cinco mil que tiene la Provincia de Neiva, y veintiséis mil que apenas reúne el señor representante de Mariquita…”.

Ignacio de Herrera, diputado de Nóvita

“Sogamoso se ha unido con veinte y un pueblos que componen el respetable número de 40 mil moradores. El terreno es harto dilatado y produce anualmente una cantidad bastante a sufragar a sus propias necesidades y a las comunas de todo el reino. Su ubicación es ventajosa, como que es la puerta de la Provincia de los Llanos. Aunque se separe de Tunja, queda a ésta un territorio sobrado, con que puede sostener el decoro de cabeza de provincia. Tampoco será conveniente conservar las antiguas demarcaciones, porque tenemos muchas que por sí solas pueden formar un reino entero y, aumentado su población, causar celos a los demás.

Sobre todo, Sogamoso que fue en otro tiempo cabeza de partido, como nos lo advierten los Títulos de sus antiguos corregidores y desde la época de nuestra Revolución, que es la de nuestra libertad, no ha querido sujetarse a Tunja: por consiguiente, no tiene ésta pacto que alegar ni hecho que arguya sumisión”.

En la anterior declaración se puede constatar que los 40 mil moradores pertenecían a los municipios que hoy integran la Provincia de Sugamuxi y que constituían, desde antaño, una unidad cultural, económica y social. Esta unidad era el principal motivo de intranquilidad de los mandamases, que arriesgaban el control sobre lo que describe a continuación el doctor Emigdio Benítez Plata, diputado de Sogamoso, en su informe al Congreso el 8 de enero de 1811:

“¿Ignora acaso el doctor Torres que la situación geográfica de Sogamoso es de las mejores del reino: que su clima es el más saludable y cómodo, que comprende dilatados y deliciosos valles, extensos campos tan fértiles que solo los respectivos de sus Resguardos o dehesas, producen granos y frutos suficientes para proveer con abundancia las dos grandes provincias del Socorro y el Llano y pastos para recibir, hacer convalecer y cebar esas numerosas partidas de ganados vacunos que continuamente salen de la última, en términos de que Sogamoso sostiene siempre las crías y los abastos de carnes del mismo Socorro, pamplona, Tunja, Girón y esta capital?” (Liévano Aguirre Tomo II)

El fin de una ilusión

Se daba inicio así a la pugna que durante varios años opuso la sangre de los habitantes de la naciente Nueva Granada. Unos, partidarios de un Estado federativo sin perder sus privilegios y siempre atados al cordón español y los otros con miras a adquirir más libertad en la toma de sus decisiones, optaron por la secesión de sus Provincias, como en el caso de Sogamoso con Tunja.

En apariencia, la posición de don Camilo Torres Tenorio podría pensarse que le era personal, sin embargo representaba y acogía la política del estamento criollo. No de otra manera se puede entender el apoyo que le ofreció la Junta de Santafé la cual inmediatamente se solidarizó con las declaraciones del señor Torres y jamás descalificó la forma despectiva como éste se refería a los habitantes de Sogamoso, por su condición de ser en mayoría indígenas.

El 29 de diciembre de 1810 don Manuel Bernardo de Álvarez, representante de la provincia de Santafé y presidente del Congreso, recibió una nota del vicepresidente de la Junta Suprema, don José Miguel Pey –hijo del verdugo de Galán y de Juan Lorenzo Alcantus— que muestra el espíritu de casta que inspiraba la camarilla criolla gobernante y del menosprecio con que sus procuradores miraban a las masas indígenas granadinas:  La Junta Suprema depositaria de los derechos del pueblo de Santafé, ha sido también conservadora de los que pertenecen a la ilustre provincia de Tunja…

Y continúa el señor Pey admirándose de cómo es posible que estando de las facultades del Congreso están ceñidas a llevar la voz del Reyno para cuidar de la seguridad exterior y convocar una legítima representación nacional, (…) ha admitido en su seno, en calidad de provincia, al miserable pueblo de Sogamoso, dependiente de Tunja, que sólo se compone de indios que no han adquirido ni adquirirán en años los derechos activos de la representación civil, por la estupidez en que yacen… Por estas razones el Poder Ejecutivo de Santafé, que gobierna según la ley, ha resuelto dar a entender a Ud., a nombre de su provincia y la de Tunja, cuyos derechos jamás abandonará, que… se abstenga Ud. de toda concurrencia (al Congreso) si no es con los legítimos diputados de las provincias antiguas…  .

Le prohibían al doctor Álvarez su amistad e identidad política con los representantes al Congreso de Sogamoso y Mompox y le amenazaban con quitarle la representación. No obstante el rompimiento entre la Junta y el Congreso, algunos miembros de éste, entre ellos el doctor Emigdio Benítez, abrigaban la posibilidad de trasladar su sede a Sogamoso. Todas las intenciones por allanar las dificultades y las terribles pugnas suscitadas porque se reconociera la necesidad de contar con la totalidad de la población, fueron fallidas. El 12 de febrero de 1811 fue disuelto el primer Congreso y primer intento de construcción del Estado neogranadino. Inicia en esta fecha un periodo que, para algunos no ha terminado: La Patria Boba. Un periodo de politiquería barata, derramamiento de sangre fratricida y sobre todo de desgaste de energías.

Los patriotas no se imaginaron que un monstruo llegaría por la cabeza de absolutamente todos los que se disputaban entre sí. La bestia se llamaba Pablo Morillo y tanto a los que apoyaban y le oficiaron misas y vivas a Fernando VII, como a sus detractores, los asesinó inmisericordemente.

En 1816, don Camilo Torres y la mayoría de los líderes que participaron en los hechos del 20 de julio, fueron fusilados. El doctor Emigdio Benítez Plata distinguido prócer talentoso, entusiasta y enérgico defensor de la justicia fue fusilado el 6 de julio de ese mismo año.

Gabriel Camargo Pérez, ilustre historiador sogamoseño y hasta ahora no dignamente reconocido por nuestra sociedad, al cerrar el capítulo Frustración y celo de una Provincia, de su obra citada, escribía en 1961: La gente de esta rica y prestigiosa comarca, cuyo centro territorial y humano ha sido la ciudad de Sogamoso, ansiosamente reclama, en unión de otras regiones y de nuestra hermana Casanare, la inaplazable erección de un nuevo departamento colombiano que, derivado del viejo tronco boyacense, nazca como retoño fresco de la patria hacia el aire propicio de los nuevos tiempos nacionales.

Al doctor Gabriel Camargo Pérez se le cumplió el deseo parcialmente, porque nuestra Ciudad del Sol no quedó incluida en la creación del departamento de Casanare. Las aspiraciones de los sogamoseños por lograr el sitial que les corresponde en el contexto departamental boyacense continúan presentes.

Hoy, como hace más de dos siglos, Sogamoso y la Provincia de Sugamuxi reclaman una adecuada atención presupuestal y política de parte del centralismo tunjano. La Constitución Política en su artículo 319 y la Ley 128 de 1994, nos ofrecen nuevas posibilidades para lograr una mayor preeminencia en el contexto nacional y departamental. La creación de un Área Metropolitana posibilitaría caminos de solución a los problemas que sólo son tenidos en cuenta en los discursos de épocas preelectorales.

Es una sencilla reflexión sobre lo acontecido, la que debe guiarnos y darnos luces, como en la época de la ilustración, para poner sobre el tapete de nuestras actuales reivindicaciones, la voluntad que desde entonces reclama nuestra sociedad.          


 Plumilla de Alberto Coy Montaña

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba