PARA ELLAS; HOMENAJE EN SU DÍA

Por Lizardo Figueroa
Y Dios también creó al hombre a su imagen y semejanza y vio que su obra estaba incompleta; entonces creó a la mujer ¡y la creación quedó perfecta!
El papel de la mujer a través de la historia siempre fue determinante; en principio, además de su sublime condición de madre y acompañante en el camino de la vida, ha sido la de consejera e iluminadora cuando la oscuridad obnubila, como Jantipa, compañera fiel de Sócrates, días antes de beber la cicuta; ellas son también el polo a tierra, la sensatez que su sexto sentido aterriza, el detalle importante que no escapa a su mirada y a su oído.
Su ascenso social ha sido permanente y destacado; ganado a pulso, luchado con inteligencia y esfuerzo; el mérito que se reconoce en los distintos campos de la academia, la ciencia, la cultura, el deporte, el trabajo y la política.
En las páginas de la historia laboral, se registra su lucha por sus reivindicaciones y es entonces cuando han de recordarse a las valientes obreras rusas, de principios del siglo pasado, quienes además protestaron por la peste de las guerras que solo dejan viudas y huérfanos inocentes.
Citaré algunos íconos que brillaron con luz propia y dejaron su legado a la humanidad, a saber: las científicas Marie Curié, Ada Lovelace y Jane Goodall.
Desde la Hélade de las letras líricas de la antigua Grecia, Safo de Lesbos, autora del «Himno en Honor de Afrodita», quien, valga recordarlo, fue admirada por el mismo Platón.
La célebre británica «dama del suspenso» Agatha Christie; las nuestras latinoamericanas como Gabriela Mistral y Sor Juana Inés de la Cruz; nuestra paisana Francisca Josefa del Castillo, junto con admirables periodistas, cantantes, actrices, pintoras, escultoras, médicas, catedráticas, locutoras y aviadoras como la paipana Ana María Prieto, literalmente viviendo en las nubes del planeta como capitana de vuelo de las inmensas aeronaves de Qatar o la inteligente Ingeniera Ambiental Tatiana Rojas, de ascendencia sogamoseña, conservando la inmensa y bella naturaleza casanareña.
En la política mundial contemporánea hemos de destacar a Indira Gandhi, Golda Meir, Margaret Thatcher y la actual Presidenta mejicana, corajuda y frentera, Claudia Sheimbaum.
En la cultura vernácula hispana nuestra hay miles de mujeres brillantes; solo menciono caprichosamente a dos, cuyas composiciones se quedaron en mi alma para siempre: Consuelo Velásquez, autora del bolero «Bésame mucho» y la inspiración conmovedora de María Ofelia Villamizar, con su poema «La Carta» declamado por nuestro Indio Rómulo.
Mujeres inmensas en el deporte internacional como Larisa Latynina, Serena Williams o Martina Navratilova; nuestras medallistas olímpicas María Isabel Urrutia, Mariana Pajón, Catherine Ibargüen y Jackeline Rentería.
Hay heroínas anónimas, con corazón de acero y de ternura, que se parten el alma todos los días por sus hijos y sus familias en las factorías, en las casas ajenas, en la labranza, en las oficinas, en los colegios, en la calle escoba en mano y en el recicle, en las plazas de mercado y en los chircales, en los hospitales, ancianatos y orfelinatos con la iluminación y ejemplo de Sor Teresa de Calcuta y tantas advocaciones de la Virgen; otras orando toda su vida en los monasterios de clausura; se ven algunas más en las porterías, en las tiendas, en las frías madrugadas vendiendo tinto, en el prostíbulo incluso, en las casas de cartón, en los tempraneros toldos callejeros del jugo, en las praderas ordeñando a las 4:00 a.m. de las madrugadas de neblina; arrieras aún, con sus críos a la espalda en los caminos del Viejo Caldas y Santander; en la cocina del restaurante y de meseras; en el rancho campesino criando sus retoños, emprendedoras independientes; también al volante de una flota, una tractomula o un taxi; mujeres berracas echadas pa’lante, que sobradamente merecen honores y todos los reconocimientos de la sociedad.
En fin, luminarias femeninas destacadas y humildes siempre las hubo y habrá.
Pero afortunadamente, también las hay: son las más queridas, las más amadas, las más cercanas, las que llevamos en el alma, aún viviendo y en el cielo, las que marcaron nuestra vida, las irremplazables, las que son nuestra estrella clara: las suyas como las mías, amable lector: nuestras mamás y abuelas, nuestras esposas o compañeras, nuestras hermanas y por supuesto, nuestras hijas y nietas.
Para ellas, todas las bendiciones y alegrías. Digo yo.
¡Feliz Día de la Mujer!