Reportajes

Peer Lewanow: Entre Alemania y Colombia, un encuentro con el amor y la cultura

Por: María Fernanda Saavedra

Peer Lewanow, docente, poeta y ahora dueño de una editorial, es un alemán que ha adoptado la revolución del amor como su causa. Hace 22 años, Colombia lo llamó y desde entonces se considera parte integral de este país. Construyó su «casita», como él la llama, en Monguí, Boyacá. Se siente privilegiado de haber vivido eventos que marcaron la historia de su nación, aunque prefiere no recordarlo.

El centro de Bogotá es un lugar lleno de historia, donde resuena la imponente melodía de artistas callejeros y a su vez la fina lluvia cae sobre nosotros en esta impredecible ciudad. En este escenario, Peer caminaba tranquilo hacia uno de los lugares que consideraba su hogar: la Biblioteca Luis Ángel Arango, conocida por los capitalinos como la BLAA.

Una de las más grandes de Latinoamérica, ubicada en la calle once cerca de la emblemática calle diez y a unas cuadras del antiguo Palacio de Justicia, por donde transitan los presidentes elegidos camino al Congreso, para dirigir una Colombia unida por el amor y dividida por la política. Recorrer sus alrededores es viajar a través de la historia, de una BLAA construida sobre las ruinas de un pasado marcado por el Bogotazo.

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-Recuerdo cuando llegué a Colombia, fue alrededor del año 2002. En aquel entonces, Pastrana era presidente y existía la zona de despeje. Llegué como un turista aventurero, ya que en esa época estaba leyendo mucho sobre Latinoamérica. Aunque ya conocía México. –

En aquella época, Colombia estaba inmersa en la guerra, un conflicto que parecía resonar en todo el mundo, y es por eso que algunas anécdotas de Peer evocan los sonidos de aquellos tiempos. «Recuerdo que en esos días no existían agencias de turismo, así que decidimos aventurarnos en la laguna de Guatavita. En aquel entonces, no era un destino tan turístico como lo es hoy. Me fui con un amigo turco, éramos los únicos extranjeros en el lugar. Pasamos una noche junto a la laguna y, en algún momento de la noche, escuchamos unos sonidos que parecían ráfagas, algo similar a una ametralladora, al menos eso interpretamos. Nos miramos asombrados.»

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Peer nació en la Alemania Oriental, específicamente en Dresde, una ciudad ubicada a 120 km de Polonia y cerca de República Checa. Creció como adolescente en una familia de procedencia rural en esa Alemania socialista, hasta la caída del muro.

«Viví todos esos cambios durante la fase de transición hacia el capitalismo. Me siento privilegiado de haber experimentado diferentes sistemas políticos», reflexiona Peer. «No todo el mundo puede decir lo mismo. Tuve la suerte de vivirlo cuando tenía entre 13 y 14 años.» Aunque se le pregunte, aclara que no es el momento oportuno para hablar de política, un tema que considera «controvertido».

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Es difícil recordar el pasado de un país sin memoria. Preguntarle a Peer sobre Alemania era entrar en lo más profundo de su alma. “Todos sabemos que Alemania es un país que ha atravesado por muchas cosas. Tal vez no haya otro país en el mundo con tantos eventos históricos, sociales y políticos en los últimos 100 años», reflexiona. ‘Es difícil ser alemán’.

Lewanow aún siente el dolor de su país. Su descripción se pierde en el silencio de la BLAA, mientras su sentir retumba en los muros del pasado.

Foto tomada de Facebook, Helsinki – Finlandia

Es difícil estar en Alemania; es una carga que uno lleva consigo. Los alemanes, que somos un poco más críticos, siempre buscamos alejarnos de eso. Hay cosas complicadas, mucha agitación, estrés. Cuando regresé a Alemania recientemente, sentí eso. La gente se molesta por lo que sucede a su alrededor, y es demasiado. No es tan agradable; esa energía tiene un efecto en ti. Yo prefiero alejarme un poco de todo eso. Tenemos un dicho en Alemania que dice ‘no ver el bosque por los árboles’, y eso es lo que observo mucho en Alemania. –

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Dentro de la Biblioteca Luis Ángel Arango, el silencio acompaña a Peer, trayendo a su memoria parte de su historia, con una mirada perdida en el pasado de alguien que se siente parte de una cultura. Recuerda cómo aprendió español.

«La segunda vez que llegué a Colombia, alrededor del 2006, me dediqué a estudiar mucho español. Venía aquí a la Luis Ángel Arango para aprender el idioma casi todos los días. También leía el periódico», asegura. «En Alemania no había visto una biblioteca tan hermosa e impresionante como esta.»

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A los 28 años, Peer decide establecerse en Colombia. Su primer destino fue el centro de Bogotá, cerca de la Casa de Nariño. Aunque recuerda las costumbres alemanas, habla de la independencia y del distanciamiento de las familias, especialmente la suya. «Recuerdo cuando llegué al primer hostal de Colombia, Hostelling International, creo que se llamaba así. En esa época casi no llegaban turistas, solo provenían de otras regiones del país.

-Conocí a un amigo «paisa» con quien recordé un poco la Alemania socialista, la gente realmente era unida. Lo evidencié con su familia y me sentí parte de ellos. Aunque no nos hemos visto en años, esos lazos se han mantenido.  –

Mientras Peer recuerda, una de sus expresiones me hace sentir que estoy hablando con cualquier colombiano más: «‘Chévere eso’ es algo típico de la cultura colombiana, es su hospitalidad».

-Colombia tiene algo incomparable con todos los países de América Latina. Hay algo que no sé cómo explicarlo, una atracción que hace que uno se enamore, y debe ser un conjunto de muchas cosas. Como dicen aquí, «la gente hace el ambiente”. –

La pasión por la escritura y Gabo

Peer se ha dedicado a la docencia en Colombia y ahora forma parte de los profesores colombianos, sintiéndose como uno más. Comprende lo difícil que es lidiar con la falta de interés en la escuela, recordando: «Nunca me interesó la literatura; el colegio fue aburrido para mí.» Antes de llegar a Colombia, descubrió a Gabo y comenzó a conocer la cultura marcada por la literatura. Además, conoció a un poeta de la costa que vivía en la misma casa que él y le recitaba poesía en las noches.

Entre la docencia de lengua alemana y la traducción de textos, Peer pasa sus días como un colombiano que sueña en grande. Ya cumplió su primer sueño al construir su hogar en Monguí, Boyacá. Sin embargo, hace dos años, decidió llevar adelante la fundación de su pequeña editorial bilingüe llamada «Pluma del Este«.

Mientras Peer mencionaba su pasión por la poesía, cuyo tema principal es el amor, no podía dejar de reflexionar sobre lo paradójico que resulta ser un hombre proveniente de un país donde el amor no es una característica. Describe sus letras como monotemáticas y revolucionarias, pensando en un cambio social profundo. «Para mí, el amor siempre ha sido importante, quizás inspirado por los poetas simbolistas, porque también considero que el acto de amar es un acto revolucionario.»

Boyacá revolucionó su amor por Colombia

Es difícil no imaginar, al escuchar el relato de Lewanow, los impresionantes paisajes que marcan la vida de quienes crecimos en Boyacá. Resulta contradictorio el futuro del campo, donde los jóvenes migran a las ciudades sin reconocer que esta tierra tiene un pasado y presente únicos. Entre risas, Peer cuenta que lo primero que conoció en Boyacá fue Villa de Leyva, «Como todo el mundo va a ese lugar», anotó. Sin embargo, al recordar su paso por Boyacá, menciona haber estado en El Cocuy con un guía. Sin embargo, a su llegada a Monguí, describe haber sentido un flechazo inmediato.

Calle principal Monguí – Boyacá

“Especialmente quedé impresionado con el ambiente, es un lugar tranquilo y la gente es muy amable», recuerda Peer. Durante su estadía, se hospedó en el hotel Calicanto, donde recibió todas las indicaciones necesarias, justo al lado del puente con una vista hermosa al río.

Durante la pandemia por Covid-19, decidió dedicarse a armar su «Casita, en las montañas de Monguí. «De algún modo, necesitaba reforzar el vínculo que tenía con Colombia. Además, por el hecho de haber sido criado en parte en el campo de mi país, no quería solo estar en la ciudad, como dicen aquí; deseaba ‘echar raíces’ y crear un vínculo más fuerte con la tierra colombiana, que me ha recibido tan bien.»

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Aunque no queríamos tocar temas políticos, acabamos hablando un poco del «Profe Ruso, como lo conocen en Tunja, el actual alcalde. Me dio por preguntarle qué haría si fuera político en Colombia, y en medio de una alegría que resonaba en la biblioteca, no dejó de soñar, como cualquier colombiano, y expresó: «Boyacá mantiene las tradiciones. Veo un departamento conservador pero abierto al cambio, como que están adaptándose a lo que sucede a nivel internacional con temas como el cambio climático. También veo que tienen claro que es necesario alejarse del carbón y explorar otros caminos en la producción energética. Han mejorado en temas de contaminación en el valle de Sogamoso.»

Para Lewanow, Boyacá lo hace sentirse parte de una cultura arraigada, y destaca cómo le impresiona el orgullo campesino. «Es algo que personalmente me gusta porque forma parte de mí. Sin embargo, la tecnificación en Alemania es otra cosa; algo que hace falta en Boyacá. Si fuera político, vincularía más a los campesinos entre sí, promoviendo asociaciones. Hay muchas opciones para tecnificar el campo, algo que se ha discutido mucho en este país pero que, creo, aún no se ha implementado».

Peer dice que ha explorado buena parte de la región de Sugamuxi durante cerca de cinco años, comparando, viviendo y conociendo las costumbres boyacenses. Destaca la importancia del comercio interregional entre los Llanos y Bogotá, además de excelente surtido en las ferreterías de la región, donde adquirió suficiente material para construir una modesta casa de madera de tipo europeo en las montañas de Monguí.

«Lo que busco es estar en el borde y en el límite de la civilización, en los extremos y en contacto con la naturaleza. En ese hermoso valle donde vivo es muy tranquilo; saludo a los campesinos y tengo vecinos con quienes compartimos…»

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Cerrando este encuentro, y estando en plena Copa América, a pesar que Peer se siente ya como un colombiano más, la pasión por el fútbol aún no la comparte. Al despedirnos, menciona quedarse en la BLAA, mientras otros disfrutan del fútbol, él continúa explorando una Colombia que le ha mostrado el encanto macondiano del amor.

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