OPINIONES SIN RESPETO

Por Lizardo Figueroa
Sirviéndonos de la virtualidad, hay ciertos privilegios que nos da la vida.
Me resultó grato escuchar una corta conferencia que ofreció el filósofo, catedrático y prolífico escritor español José Antonio Marina, haciendo gala de su impresionante lucidez a sus 86 años, acerca de varios temas de actualidad; adivino que su espíritu brillante se debe a que desde niño y hasta siempre ha hecho lo que algunos iluminados hacen: cultivar con devoción su talento desde alguna de las bellas artes y practicado dos aficiones poco frecuentes en el común de la gente: leer y escribir.
Decía el Profesor Marina, cosas como estas: «no todas las opiniones son respetables; ¿Cómo van a ser dignas de respeto las mentiras, los juicios equivocados, las necedades, injurias, calumnias u ocurrencias propias de los estúpidos? lo que se ha de respetar es el derecho que tiene cada quién a opinar, así se esté en desacuerdo».
Otro tema bien importante que trató el maestro, fue el de que hoy la gente se dejó envolver por los afanes; somos esclavos del tiempo, todo rápido y breve, de manera que cualquier lectura mayor de una cuartilla, a muchos les parece demasiado; ¡qué mamera leer!
Aludía que, de un tiempo para acá, se pusieron de moda las apócopes, las abreviaturas y lo de moda: los llamados «emoticones», que ahorran escritura y tiempo, en la era del vértigo, la velocidad y los afanes por llegar rápido a ninguna parte; el estrés, enfermedad moderna que se lleva a la tumba a muchos y a temprana edad.
Y de escribir, ahí sí que la puerca torció el rabo; no es mucha la gente que escribe. En el uso del castellano en América, prevalece la oralidad a la escritura; hablamos más que escribir; salvo quienes viven del menester escrito, sería esperable que en nuestro medio hubiere más tiempo para el disfrute de leer más allá de las formalidades.
El género epistolar, que otrora fuera el medio de comunicación preferido, entró en desuso en la era de la comunicación electrónica instantánea.
Sería esperable que desde las aulas escolares volviera a rescatarse el encanto de la lectura textual en papel y la escritura como parte de la identidad personal de las nuevas generaciones.