Secuelas del neoliberalismo

Por Manuel Álvaro Ramírez (*)

El modelo neoliberal es una corriente del pensamiento económico surgida por los años sesenta que tuvo como principal exponente al economista norteamericano Milton Friedman y a sus discípulos de la Universidad de Chicago, conocidos en el mundo político como los Chicago Boys. Esta escuela se caracteriza por retomar los postulados de Adam Smith, uno de los fundadores de la Economía, quien era partidario de dejar que el sector privado maneje la provisión de bienes y servicios y eliminar los impuestos a los empresarios porque estos generan empleo.

El modelo se fue asimilando al comienzo con cierto escepticismo hasta que en 1981 llegó a la presidencia Ronald Reagan, un actor de reparto de Hollywood, que mediante un discurso conservador, llegó a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica y una vez instalado en la Casa Blanca, disparó los índices de desempleo, aumentó el déficit fiscal, redujo los impuestos a las empresas y produjo despidos en masa para reducir la capacidad negociadora de los sindicatos. En 1982 se hicieron famosos los miles de cartas de despido a los controladores aéreos que habían decretado una huelga que afectó seriamente el tráfico en sus aeropuertos.

En esta misma línea se eligió en el Reino Unido a Margareth Thatcher apodada ‘La dama de hierro’ por su posición intransigente al enfrentar las peticiones de los trabajadores y por su admiración por los valores inculcados a los ingleses por la reina Victoria, es decir una señora que si por ella hubiera sido, prefería haber vivido en la Edad Media.

El modelo neoliberal se expandió por el mundo como reguero de pólvora a partir de unos postulados conocidos como Consenso de Washington que consiste fundamentalmente en tres cosas: reducción de salarios, privatización de las empresas del Estado y reducción de impuestos para los más ricos, bajo el pretexto de que el sector privado es mucho más eficiente que el público. Pues bien, luego de 40 años de aplicación del modelo neoliberal los resultados que se tienen hoy no pueden ser más deprimentes y se reflejan en el deterioro progresivo de los salarios, altas tasas de desempleo abierto e informalidad creciente, aumento de la pobreza y de la pobreza extrema y del lado opuesto un crecimiento obsceno de la riqueza en cada vez menor número de personas con fortunas exorbitantes.

Las manifestaciones más visibles del modelo se pueden apreciar a diario en los noticieros alrededor del mundo: Caravanas gigantescas de migrantes de Centro y Suramérica; miles de emigrantes africanos que cada día buscan la manera de alcanzar el continente europeo cuando no sucumben en naufragios en altamar; desórdenes en Paris protagonizados principalmente por inmigrantes africanos que viven en condiciones miserables en la Ciudad Luz; millones de personas que invaden las aceras y las calles vendiendo baratijas, que viven del rebusque porque la economía no genera empleos formales. 

Sin embargo, el deterioro no se ve solamente en los pobres, casos como los robos a escala industrial de hidrocarburos en Colombia; los sobornos que sacudieron el continente americano por parte de la empresa Odebrecht; la radicalización de las posiciones políticas y el resurgimiento preocupante del fascismo y la extrema derecha en todo el mundo, son expresiones visibles de que el modelo neoliberal sólo genera destrucción, miseria, desarraigo y muerte. El panorama que se avecina no es alentador y la humanidad va a tener que pensar en nuevos paradigmas. 

*Magister en Economía

Universidad de los Andes

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