Opinion

Documentos desclasificados sobre personas clasificadas

La DEA acaba de desclasificar unos documentos que muestran que el poder político colombiano del más alto nivel en 1977 estaba estrechamente ligado al narcotráfico cuando este fenómeno apenas se estaba incubando en el País. Lo que dicen los documentos no es nada que sorprenda a las personas medianamente informadas, pues siempre se supo que el poder económico reclama siempre su cuota de poder político.

El más importante nombre que figura en esos documentos es Julio César Turbay Ayala, para aquel entonces el candidato presidencial más opcionado para ganar las elecciones de 1978 como ocurrió en efecto. Una vez en el poder, se desató una persecución violenta contra todo lo que oliera a crítica social, lo cual se desarrolló en el marco del llamado Plan Cóndor, una política de represión aplicada por las dictaduras del Cono Sur, pero que contó también con ramificaciones en Ecuador, Colombia y Perú.

El gobierno de Turbay Ayala se caracterizó por la práctica de la tortura en instalaciones militares, las desapariciones y en el mejor de los casos el encarcelamientos de opositores políticos. El presidente Turbay ha sido quizás quien más ha sido objeto de burlas por su gangosa forma de hablar y las torpezas y extravagancias en algunas de sus actuaciones. Quizás una de las más famosas fue haberle acariciado el culo a una encopetada señora nortesantandereana en el Club del Comercio de Cúcuta en 1981, hecho relatado en su momento por el periodista Daniel Samper Pizano y condenado por monseñor Pedro Rubiano.

De sus histriónicas expresiones dos merecen traerse a colación por lo ridículas y porque en su momento merecieron toda clase de críticas. La primera, “El único preso político que hay en Colombia soy yo” y la segunda a propósito del mismo tema de las torturas precisamente a los presos políticos en las caballerizas del Cantón Norte, aseguraba el entonces presidente, que las torturas no existían sino que los detenidos se autoinflingían daños corporales para desprestigiar a su gobierno.

Ahora, la DEA, cuando el sujeto lleva como casi 20 años bajo tierra pone de manifiesto que éste tenía vínculos con el narcotráfico, según una carta enviada por el entonces presidente Jimmy Carter y entregada a su homólogo Alfonso López Michelsen por Rosalynn, la primera dama norteamericana. Ahora bien, aunque pudiera decirse que ya para qué e incluso que más vale tarde que nunca, los documentos ayudan a bajarle los humos a un sujeto anodino, nieto y sobrino nieto a la vez del único preso político que tuvo Colombia entre 1978 y 1982, al que muchos tildan de bobalicón y que responde al nombre de Miguel Uribe Turbay, un sujeto irrelevante si no fuera por sus apellidos.

Este individuo, es uno de los más enconados opositores al gobierno del presidente Petro, quien se atrevió a decir que el escándalo de Nicolás era el más grande que había soportado Colombia, lo que puso de manifiesto su ignorancia o su mala fe o ambas cosas a la vez, pues según eso, no sabe de los casos de Odebrecht, Ñeñepolítica, Parapolítica, Chambacú, Foncolpuertos y mejor es no seguir para evitar la repetición de palabras que dicen mucho del talante de los ascendientes de don Miguel y sus colegas del Congreso.

Finalmente, que la clase política sea un apéndice de los verdaderos dueños del País como los llamó en su momento Silva Colmenares, no es ninguna novedad pero a los colombianos nos han hecho creer que sólo son legítimos los presidentes patrocinados por Sarmiento Angulo, Sánitas, Gilinsky o Ardila Lulle, pero los de los Rodriguez Orejuela o Pablo Escobar son los únicos malos. Ya va siendo hora de dejar la hipocresía a un lado y enfrentar el problema de las drogas como parte de las relaciones sociales contemporáneas, porque al final el sistema financiero y el narcotráfico hace tiempo que lo resolvieron  y hoy están confabulados tratando de tumbar al único presidente que ha sido capaz de denunciarlos  a ambos como lo que son: un cáncer social.  

Manuel Álvaro Ramírez R.
Magíster en Economía

Universidad de los Andes

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