SOGAMOSO, ¿IGNORADA?
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Por Lizardo Figueroa
En estos días de asueto, francachela, comilona y resaca, bien vale la pena darle una mirada a la aldea en donde vivimos, a manera de balance del año que termina, pero también en la proyección de futuro.
Mucho habrá de logros y también de propósitos.
Con excepción del nuevo Palacio de Justicia, recién inaugurado, hace rato nuestra ciudad no ve obras públicas de importancia que ofrezcan soluciones a necesidades cotidianas de la ciudadanía.
Reconociendo el buen comienzo de la administración del alcalde Mauricio Barón en algunos frentes, hay la sensación de que la ciudad padece de cierta orfandad desde los altos niveles gubernamentales y políticos del departamento y la nación.
Sabemos que, con los limitados presupuestos locales, es imposible inversiones mayores en infraestructura.
Veamos: resulta inadmisible que no se cuente con una sede propia para la administración del municipio; con la presunción de que el edificio que había en la Plaza 6 de Septiembre colapsara, se procedió a su demolición; simplemente desapareció, se alquilaron sedes privadas, probablemente con arriendos costosos y ahora, tanto tiempo después, las autoridades despachan como inquilinos aquí y allá y nadie chista; que hoy por hoy una ciudad intermedia importante no tenga sede administrativa es una afrenta.
Alumbra el CURI, pero los demás escenarios deportivos están fuera de servicio. Años ha están remodelando el Estadio del Sol, con cuantiosos recursos y no se tiene idea de cuándo se habilitará.
El Coliseo Cubierto amenaza ruinas; los entendidos dicen (habría que confirmarlo desde la oficina de gestión del riesgo) que las guayas metálicas que soportan los techos acusan notorio deterioro, con serio peligro de desplome.
El bello y emblemático edificio en donde algún tiempo funcionó la Casa de la Cultura, en plena Plaza de la Villa, habitado hasta hoy por el Concejo Municipal, ya comienza a deteriorarse, al trasladarse el ayuntamiento a donde fuera el antiguo Palacio de Justicia.
El Comando Central y Regional de la Policía Nacional funciona en unas vetustas e incómodas instalaciones; no hay asomo de modernizarse.
Hace más de 5 años, se iniciaron obras de ampliación en varios colegios oficiales y quedaron suspendidas; como igual destino ocurrió con la PTAR del río Chicamocha, conminando a miles de estudiantes del SENA, del Colegio Gustavo Jiménez, de los habitantes de Corrales y Paz de Río a continuar «oxigenándose» con la fetidez de las aguas servidas.
El acceso y salida de las inmensas y aparatosas volquetas a las canteras occidentales, sobre la vía del puente de Río Chiquito a Tibasosa es un permanente y peligroso tapón vehicular; urge habilitar otra vía alterna.
La nueva Terminal de Transporte de viajeros es un tema embolatado por inconvenientes de toda índole.
La movilidad vehicular del noroccidente urbano está atorada a la altura de la carrera 11 contiguo a la Universidad, porque se abrió parte de la nueva vía urbana, pavimentaron cien metros y quedó en el olvido.
Admirable la pericia de los conductores de tracto camiones que deben tomar el desvío de la angosta y descuidada carrera 32 al sur y luego la congestionada calle séptima que va hacia Casanare.
Loable el empeño de la alcaldía por pavimentar y «reparchar» la malla vial con asfalto y ladrillo, pero la delgada capa aplicada, a poco se desvanece generando nuevos cráteres; se reclaman acciones de veeduría y control al respecto.
El adefesio descomunal y peligroso, digno de Ripley, de las protuberantes «tachas» metálicas instaladas justo frente a la entrada sur del Cementerio Central es además aterrador; permanecen ahí hace tiempo, como las columnas de los panteones vecinos, esperando un accidentado fatal.
Y así deviene nuestra polis aldeana, que pareciera no tener dolientes en las altas esferas del poder republicano, empezando por el Congreso.
En realidad, los sogamoseños de a pie no vemos en qué se retribuye los miles de votos que aportamos en las elecciones a distintas corporaciones de los órdenes departamental y nacional.
La democracia no debiera ser entendida solo en términos electorales, sino como el derecho que tenemos todos los ciudadanos a que las obras de infraestructura pública se hagan donde deben hacerse, sin importar estratos.
¡Feliz Año!