Opinion

Israel, basta del genocidio

Quizás nunca antes nos habíamos sentido sintonizados con un gobierno como el actual y no por lo que haga por los pobres, los jóvenes y los marginados sino por lo que ha hecho en política exterior. Veamos.

Tradicionalmente los mandatarios colombianos han ido a la saga de lo que hagan los Estados Unidos para fijar una posición. En ese orden de ideas, si hoy hubiera otro mandatario, respecto del genocidio que está llevando a cabo Israel contra el pueblo palestino, muy seguramente Colombia adoptaría el muy cómodo papel de neutralidad y llamados al diálogo y a la paz que sirven tanto como las rogativas a la Virgen para que llueva, con el perdón de mis paisanos que son tan devotos de la Virgen María. Dejemos el tema religioso y volvamos al genocidio que está llevando a cabo el pueblo elegido de Dios.

Israel es un país de mentiras, todo allí es artificial, hasta el idioma hebreo apenas está en construcción y es un maremágnum de puntos y combinaciones sobre las cuales hay discusiones eternas entre los miembros de las academias. Cuando uno observa los bailes, muchos son expresiones que más parecen rusas que del medio oriente y es que después de la Segunda Guerra Mundial la inmigración rusa fue de tal magnitud, que muchos músicos de excelentísimo nivel terminaron tocando en las calles o en los sitios turísticos. Había un chiste que se contaba en los aeropuertos que decía que cuando llegaba un avión de Rusia y quien bajaba no traía un violín debajo del brazo, con seguridad era pianista.

La historia reciente, muy resumida, es la siguiente: Inicialmente se estableció en territorio palestino un campo de refugiados donde enviaron a muchos judíos de los sobrevivientes del holocausto, pero el |14 de mayo de 1948, es decir tres años después de terminada la II Guerra Mundial, David Ben Gurión declaró la independencia de su país, pero no es una independencia porque alguien los estuviera oprimiendo como hicieron los españoles con los criollos en América, sino porque mediante ese acto se apropiaban de la tierra de un país que los había recibido como refugiados, es decir los inquilinos envalentonados sacaron al dueño de la casa.

Desde entonces, ha continuado una invasión continua a tierras comunales como política de Estado y cada que hay un pretexto, los judíos las van invadiendo y construyendo asentamientos que se conocen con el nombre de ‘territorios ocupados’. Así, se ha venido incubando un resentimiento tan profundo, que en la llamada Franja de Gaza mediante voto popular se eligió para gobernar a una fracción extremista que no reconoce al Estado de Israel y ha prometido luchar hasta su aniquilación total. Esto hay que tenerlo claro para entender lo que hoy está pasando en Gaza. No es que a un grupo terrorista de locos se le haya ocurrido de repente matar a unos colonos y secuestrar a unas personas sin razón aparente. Se trata de un movimiento con mucho apoyo popular, cuyo pueblo está dispuesto a los sacrificios que sean necesarios con tal de acabar con los judíos.

En este contexto, tras la agresión permanente, el robo continuo y sistemático de las tierras, las humillaciones a que someten al pueblo palestino y la violencia ejercida como política de Estado, Hamás, el grupo que gobierna Gaza respondió un día sabiendo que Israel respondería con todo su poderío y que los muertos se contarían por miles. Es tal el apoyo con que cuenta Hamás, que pasados casi cinco meses de iniciado el genocidio, los judíos no han podido rescatar a uno sólo de los rehenes y han forzado al gobierno de Israel a negociar a razón de diez palestinos liberados de las cárceles por cada israelí en poder del grupo islámico.

Pero lo destacable de todo esto, es que por fin el Gobierno colombiano se ha apartado de los lineamientos de Washington y ha apoyado abiertamente la condena al genocidio perpetrado por Israel, denunciado por Sudáfrica y apoyado por muchos otros países en contra de lo que puedan estar pensando los gobernantes norteamericanos, preocupados solamente por sus mezquinos intereses económicos del Medio Oriente donde Israel funge como su perro guardián.   

Manuel Álvaro Ramírez R.
Magíster en Economía

Universidad de los Andes

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