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A mí sírvame un aguardiente……Historia del aguardiente en Colombia, más que una bebida, un patrimonio cultural

El aguardiente, conocido cariñosamente como «guaro» en algunos lugares, se ha convertido en una bebida emblemática arraigada en la identidad cultural de Colombia. Aunque su origen no es colombiano, la historia de esta icónica bebida se entrelaza con las raíces de la nación y su evolución a lo largo de los siglos.

La introducción de la caña de azúcar por parte de Cristóbal Colón en su segundo viaje marcó el inicio de la historia del aguardiente en América. Con el tiempo, esta planta prosperó en Centroamérica, el Caribe y la región andina, convirtiéndose en la materia prima para la creación de este licor artesanal. En sus inicios, el aguardiente tenía entre 35 y 40 grados de alcohol, convirtiéndose en el alma de las festividades y celebraciones entre familias y amigos.

A finales del siglo XVII, el aguardiente se popularizó en Colombia, marcando un hito en 1784 cuando se estableció la primera fábrica en Villa de Leyva, iniciando así su producción a nivel industrial. Posteriormente, en 1905, Agustín Morales fundó la Empresa de Licores de Cundinamarca, dando lugar a la reconocida marca Nectar, símbolo de alegría en las celebraciones colombianas.

Una curiosidad ligada al aguardiente es el origen de la expresión «tomar las onces», que se atribuye a la costumbre de los bogotanos de mediados del siglo XX de reunirse a disfrutar de esta bebida. Supuestamente, la denominación se relaciona con las once letras que componen la palabra «aguardiente».

A lo largo de los años, el aguardiente se convirtió en más que una bebida alcohólica; se convirtió en un reflejo de la evolución de las tradiciones colombianas. Su amplia variedad en el mercado actual es testigo de su arraigo cultural y de su importancia en las celebraciones y la vida social del país.

En el pasado, el gobierno español asumió el monopolio de la fabricación y venta del aguardiente en el Nuevo Reino de Granada, prohibiendo otras bebidas como la chicha de maíz y el guarapo de panela. La primera fábrica de licores del Virreinato fue construida en Villa de Leyva entre 1784 y 1787.

Durante los años siguientes, los españoles establecieron 14 fábricas de aguardiente en varias ciudades, expandiendo la popularidad de la bebida. Aunque el aguardiente no es originario de Colombia, la idea de perfumarlo con anís para darle un toque especial sí lo es.

El aguardiente ha sido testigo de momentos históricos, como la revolución de los comuneros, donde posiblemente animó a Manuela Beltrán a desafiar decretos fiscales en la plaza de El Socorro. Tras la independencia en 1810, desapareció el control español centralizado sobre el aguardiente, dando lugar a alambiques clandestinos y ventas artesanales.

Aunque muchas marcas han desaparecido, el aguardiente sigue siendo la bebida nacional por excelencia en Colombia. Con un crecimiento del 20% en el consumo en 2020, los colombianos consumen alrededor de 8.7 millones de litros al año. Más que una bebida, el aguardiente es un testamento de la rica historia y cultura de Colombia, una tradición que ha perdurado a lo largo del tiempo. ¡Salud!

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