Por: Manuel Álvaro Ramírez R.

Un año de aprendizaje

Por Manuel Álvaro Ramírez (*)

Efectivamente, este ha sido el año del aprendizaje, pero no para Gustavo Petro sino para muchos de nosotros, en general, para la sociedad entera. Me explico, quienes votamos por el actual presidente lo hicimos con el convencimiento de que el hombre tenía el país en la cabeza, lo demostró en los debates y en sus discursos de campaña y como presidente en ejercicio, pero hasta ahora no habíamos conocido algunas de las personas y las características que componen el entramado social del cual apenas somos unas insignificantes piezas.

El primer año de Gobierno ha resultado mejor de lo esperado para muchos analistas, hay que ver al director de Fedesarrollo ponderando el manejo de la economía y reconociendo los logros en un año en el que los vaticinios iban de malos a catastróficos. Nada de eso pasó pero lo que sí ha sucedido es que han aparecido muchas situaciones inéditas que permiten una comprensión más integral de cómo funciona la política y la sociedad en su conjunto.

Digamos, para comenzar, que hasta ahora no habíamos conocido una oposición compuesta por la clase que tradicionalmente ha estado sentada en el poder. Esa clase tan bien puestecita, tan elegante, siempre afeitados los hombres o con una barba muy delineada o mujeres bañadas en Coco Chanel, luciendo bolsos de Michael Kors o Kate Spade. Pero detrás de esa ropa de marca y de esos perfumes exclusivos se esconde la podredumbre de una sociedad descompuesta o en proceso avanzado de descomposición. Una clase que no se para en pelos para inventar calumnias y exacerbar los odios sembrados y debidamente cultivados a través del tiempo.

A veces vale la pena preguntar ¿será que realmente creen lo que dicen? O es sólo su odio visceral que los obliga a tratar de mancillar a su oponente, sólo porque fue capaz de vencerlos limpiamente, a pesar de que de ellos no se pueda decir lo mismo. He escuchado a un tal Enrique Gómez, que en la primera vuelta presidencial obtuvo un poco más de cincuenta mil votos, es decir nada, despotricar contra el presidente e insinuar sin ningún argumento válido que Petro consume alucinógenos, pero los medios opositores han tratado de inflar a este don nadie en política por el hecho de insultar y mentir sin sonrojarse. También he visto a Paloma Valencia o María Fernanda Cabal descalificar al presidente por tratar de encontrar un camino hacia la paz y acusarlo de ser aliado de grupos al margen de la Ley.

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Pero quizás, la cereza del pastel la pone un sujeto sin méritos políticos que se conozcan llamado Miguel Polo Polo, un individuo inconforme y renegado por su origen, que quisiera haber nacido blanco y en mejores circunstancias en las que le correspondió, pero ni modo, uno no escoge dónde nace ni la raza que le toca en suerte, o según él, en desgracia. Pues bien, este sujeto, frente a una multitud de energúmenos exaltados amenazó al presidente con un golpe de estado y no pasa absolutamente nada. Ahí está pintada la sociedad colombiana, eso es lo que da la tierrita.

Quizás pueda argumentarse que este escrito también está hecho con odio y sí, se acepta la crítica, se admite abiertamente, uno no puede menos que indignarse cuando la Procuradora le pide al Presidente que se ponga por encima de la ley y destituya a un alcalde que nos es de sus afectos, ese es su delito o un fiscal que monta todo un show, uno más,  porque ya una vez había allanado la casa de Nariño, la que en tiempos de Uribe, los narcos bautizaron como ‘La Casa de Nari’, un show, repito, debidamente publicitado que culminó en la captura y posterior imputación de cargos al hijo del presidente, para salir al final con un chorro de babas. Pero es que no se trata de luchar contra la corrupción sino de sembrar en el imaginario colectivo la sensación de que todos los políticos son corruptos, que todas las campañas se financian con el narcotráfico y que aquí no hay nada que se pueda hacer porque esto no lo arregla nadie. No señoras y señores aquí hay esperanza y esto también lo hemos aprendido gracias a Petro. La radio, la televisión y los pasquines en los que se han convertido los periódicos y revistas, pueden seguir propalando falacias, ya veremos cómo también aprenderemos a defendernos.

*Magister en Economía

Universidad de los Andes

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