Opinion

UNA VACA PARA CARACOL

Por Rafael Antonio Mejía Afanador

Los colombianos somos muy dados a metaforizar y personificar a partir de animales o comportamientos animales. Que conste, no estoy hablando del que entró sobre un caballo al cada vez menos honorable Congreso de esta sufrida república.

Por eso en ese mismo sagrado recinto, cuna de nuestras mayores desgracias, vemos por todos lados manadas de lagartos en cuyos resecos cueros reposan las babas de los torcidos y majadería que se habla en sus pasillos. ¿Torcidos? Recuerdo una entrevista de Heriberto de la Calle al locutor deportivo Edgar Perea durante su único periodo como senador; al ver a Perea lleno de anillos y pulseras le preguntó: ¿No le da miedo que se las roben? Perea respondió: –¡Noooo, si en el Congreso no roban! Obvio, la risotada de ambos no se hizo esperar.

Pero, aparte de los roedores y camaleones que suelen ocupar esas sillas a cambio de módicos y devaluados 40 milloncitos de pesos, quiero referirme a otro noble animal muy popular en nuestras fiestas, bazares y verbenas: la vaca, esa que la mayoría de colombianos sacamos del corral cuando nos toca a todos ayudar a llevar del bulto.

¿Quién, al despuntar el alba y viendo que el guaro está a punto de fenecer no ha organizado su vaquita para contribuir, entre todos, para el final de la fiesta? ¿O para más altos ministerios, como dice la Novena de navidad, se ha dado a la tarea de recoger fondos para la cirugía de un amigo, o completar lo de un semestre en la U. o lo del arriendo del mes de la piecita? Hasta figuras prestantes del periodismo y la opinión han ido a parar a los cuatro estómagos del bovino con tal de sobreaguar el mes.

Con las vainas modernas de hoy en día, hay una vaca digital que se llama Vaki.co que se promociona como una “plataforma de financiamiento colectivo” que puede llegar literalmente a todas las partes del mundo con lo cual los beneficiarios pueden quedar tan contentos que bien podrían no decir ¡guau! sino ¡muuuuu! 

A riesgo de sufrir una temprana crucifixión les comento que, en todas las vacas, vakis, o como las quieran llamar, se ven, haciendo cocos, todo tipo de personajes:

Hay un raro grupo donde podemos observar a aquellos ciudadanos desinteresados a quienes no les importa colaborar por la causa. En este grupo hay gente muy discreta que no desea que sus aportes se hagan públicos. Cero pantalla.

En otro están los fariseos, que eran casi como los godos del judaísmo, y tienen la tendencia a hacer su buen show al momento de meter la mano al sombrero: así como los fariseos hacían sonar el tarro de los diezmos, estos personajes se hacen selfies y hacen todo el ruido posible para que su mano izquierda SÍ sepa lo que hace la derecha.

También están los chichipatos, que mandan averiguar con un tercero el valor de la cuota y dan únicamente la mitad, pero “por problemas de tiempo y de agenda”, lastimosamente no pueden asistir al evento. Si pudieran pedir recibo para que les descuenten en la declaración de renta, sin dudarlo, lo harían.

Y por último encontramos a los hipoacúsicos, que son unos personajes más lisos que un bagre enjabonado, tienen momentáneos ataques de sordera selectiva y jamás oyen las convocatorias para colaborar. Algunos escuchan muy bien, pero se hacen los que no, y coincidencialmente les suena el celular y tienen que salir a contestar, se les caen las llaves, les da un sorpresivo ataque de tos y tienen un enorme catálogo de disculpas para sacarle la vuelta al asunto.

En este último grupito están los señores de Caracol. Les cuento: la alcaldía estuvo celebrando unos “convites solidarios” con las comunidades para distintas obras de interés general entre las cuales están los arreglos de malla vial. En estos convites, la comunidad aporta una parte y la alcaldía otra. En la calle 17, por donde se va hacia la Hacienda Las Margaritas, se hizo este convite y se recuperó mediante adoquinamiento esta importante vía. A pocos metros de la hacienda, está situada una antena repetidora que pertenece a Caracol. La mayoría de los usuarios de este sector aportamos un millón 200 para la recuperación de la calle. Algunos habitantes, dada la falta de dinero, no pudieron aportar lo pactado o aportaron una parte, pero entre todos logramos sacar adelante la obra, hasta donde alcanzó el dinero.

Unos de los pobrecitos que no tuvieron para el aporte fueron precisamente los señores de la emisora, que son usuarios frecuentes de la vía. No sabemos cuál fue la razón de fondo para no colaborar con esta obra comunitaria, pero de lo que sí estoy seguro es que NO fue falta de dinero. (Si tienen para pagarle a Gustavo Gómez por decir majaderías, calculen).

Por otra parte, la emisora tiene un programa los domingos y festivos que se llama Mi banda sonora, cuyo eje es entrevistar personajes alrededor de 20 canciones. Excelente programa, con entrevistas muy bien logradas, pero resulta que en la versión digital emiten todo el programa… menos las canciones, dizque “porque su uso requiere una licencia explícita del titular de los derechos de autor”, o sea, no tienen para pagar. Bueno, sí es falta de dinero de pronto podemos organizar una vaquita para Caracol. Quién quita que la cosa salga bien.     

Pregunta chimba: ¿Será que la crisis en la entrega de medicinas tiene algo que ver con que el señor Iván Duque, 15 días antes de irse, dejó amarrados ¡a tres años! billonarios contratos para la provisión de medicamentos, que benefician directamente a sus amigotes Char de Barranquilla? ¿Sabían que la empresa se llama “Éticos Serrano y Gómez”? ¡Éticos! ¿Estaré exagerando?  

Pregunta chimba 2: Mí no entender… ¿Por qué un técnico saca a pasear en avión a un delantero que mete goles y en el partido lo pone a calentar banca? Decía Hernán Peláez: “el que no hace los goles los ve hacer.”

Pregunta chimba 3: ¿Por qué un trabajador al que le van a restituir las horas extras, recargos nocturnos y dominicales está en contra de quien le va a hacer el favorcito? Ahí sí, mí, menos entender…

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba