Quien controla los medios de comunicación…

Por: Rafael A. Mejía Afanador

…controla las mentes, decía sabiamente Jim Morrison, la voz cantante de The doors. Y vaya que es cierto.

La pelea casada entre el presidente Petro y los medios de comunicación tradicionales y hegemónicos tiene tanto de ancho como de largo. Si bien es relativamente cierto que, como dice Daniel Coronell y otros connotados periodistas, es preferible tener unos medios desbocados que amarrados, en el fondo lo que sale a relucir es que, tanto en algunos medios tradicionales como en el público hay confusión entre informar y opinar.

La Constitución Política en su artículo 20, además de tratar el derecho a la libertad de opinión habla también de la garantía de informar “y recibir información veraz e imparcial”.  Tal vez ahí se forma la candela porque es diferente cómo realmente se presenta un hecho y otra cómo el periodista lo informa. Ahí se puede caer en el sesgo informativo, con o sin intención. El periodista debe cubrir todos los flancos del hecho y exponérselo al público de manera imparcial, sin adjetivos ni connotaciones que induzcan al lector a situarse en una determinada esquina.

En un país donde los poderosos dueños del aparato productivo son a la vez dueños de los medios de comunicación, la credibilidad del medio se ve comprometida. Es inusual que un reportero de El Tiempo patee la lonchera informando lo que hay detrás de la caída del puente del Chirajara –y otras perlas- pues es algo que afecta los intereses económicos del patrón. Por eso dicen que “el periodismo murió cuando los periodistas dejaron de escribir para sus lectores y comenzaron a hacerlo para sus jefes.”

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El argentino Mauro Brissio, comunicador y docente, especialista en fake news parte de la anterior premisa para desarrollar una interesante obra investigativa llamada Toda noticia es falsa hasta que se demuestre lo contrario. El libro promete levantar ampolla pues, así como a un médico se le puede condenar por mala praxis, o a un abogado lo puede sancionar la Comisión nacional de disciplina judicial, el periodista que, a sabiendas de que está mintiendo, inventando u ocultando información, sale totalmente incólume con falsedades como las que ya conocemos.

Un solo ejemplo: basta recordar que para la segunda vuelta presidencial Noticias Caracol INVENTÓ un informe en directo en donde el entonces candidato Petro estaba en ese preciso momento siendo señalado por el Pollo Carvajal como receptor de dineros del estado venezolano para la anterior campaña presidencial. Más falso que los amigos de Uribe. Así hubiese sido verdad, el sólo hecho de decir que “estamos en directo” cuando sólo es un informe pregrabado, ya en sí constituye una burla a los televidentes. Esta clase de información vulnera la dimensión social del derecho a la libertad de pensamiento y expresión consagrado en el Pacto de Costa Rica (artículo 13).

Por eso discrepo del respetabilísimo señor Coronell. Las mentiras no son información veraz e imparcial y ocultarla no es periodismo. ¿Recuerdan a Vicky Dávila con su frase: “¡Ay jueputa! ¿o sea que Sanclemente sí sabía? – “Sí, pero no se puede decir, contestó su acucioso interlocutor”. Nadie consume de manera consciente productos falsificados.

Opina Coronell que, para contrarrestar esta situación, el mismo ciudadano debe ejercer vigilancia negándose a leer o sintonizar esos medios. Por supuesto que lo hacemos, pero esto no debe quedar sólo ahí porque sería un control individual; es igual a saber que en mi tienda favorita entreveran pescado sin registro INVIMA que podría resultar todo un veneno. Obvio que yo jamás volvería por allá, pero el resto de la sociedad quedaría por fuera de ese tamiz si yo no denuncio y la situación sigue sin control alguno. Entonces, ¿por qué al público sí pretenden hacernos consumir falacias y engaños informativos? Es muy ingenuo pretender que, como dice Coronell, el ciudadano del común contraste la información, verifique en varias fuentes y discuta en familia qué puede o no creer. Ahí está la crisis: Todos deberíamos creer de una. Qué tal cada vez que compro pescado me tocara ir de laboratorio en laboratorio para verificar que no tenga bacterias. Absurdo.     

La opinión, como tal, es respetable en grado superlativo. Pero cuando yo voy por información, el medio me la debe suministrar tal cual lo dice el artículo de la Constitución que tanto citan ellos.

Por otra parte, peca el presidente cuando generaliza, pues dentro del gremio periodístico hay nombres con los que no se está siempre de acuerdo pero que son ante todo creíbles, respetables e independientes. Cito sólo unos pocos: Daniel Coronell, María Jimena Duzán, Gonzalo Guillén, Nacho Gómez, Julián Martínez, Cecilia Orozco, y medios independientes como Boyacá Visible, que lo único que pretenden es hacer un trabajo serio, honesto y lo más importante: independiente.

Urge que los grandes medios se pongan la mano en el considere y piense y se hagan un autoexamen porque el daño a sí mismos y a la democracia que pretenden salvaguardar es gravísimo, pues según Brissio, “un periodista que miente es como un médico que enferma intencionalmente a su paciente o un policía que roba a la ciudadanía. Así de grave es y así debe entenderse”. Algo va entre un Guillermo Cano Izasa y un Néstor Morales ¿cierto?

A todas éstas: ¿La FLIP defiende a los periodistas o defiende la verdad?

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