Opinion

VIVIR COMO SE PIENSA

Varios libros, unos mejores que otros como es casi obvio, se han escrito sobre la historia de las FARC y van desde la apología a la revolución hasta la visión ultraderechista del Ejército que las reduce a un simple cartel de narcotraficantes. Pero detrás de la animadversión propia de buena parte de la sociedad contra los grupos guerrilleros hay una historia que hay que conocer para entender este maremágnum en que nos encontramos y que el actual Gobierno se empecina en darle la vuelta.

Muy recomendable sería retomar los libros de Alfredo Molano, Selva adentro y Siguiendo el corte para empezar, pero también la versión de la Historia Oficial encarnada en el general Álvaro Valencia Tovar en su libro Testimonio de una época. No resisto la tentación de hacerle una pequeña glosa a mi general porque en una columna suya dice que “El Plan Lazo, contra el cual arremete la izquierda beligerante, se diseñó por el comando del Ejército a órdenes del general Ruiz Novoa dentro de tales criterios. No fue inspirado por el Pentágono ni se dirigió contra el pueblo colombiano sino a su favor” (El Tiempo, 15 de enero de 1999).

Que pena con mi General que ya pasó a mejor vida, pero al contrario de su afirmación el lazo al que hace referencia no es el de amarrar las vacas sino un acrónimo de Latin Américan Security Operation es decir Laso con s y que se sepa los documentos del comando del ejército se redactan en español y seguramente a mi general no lo invitaban a las reuniones de alto nivel ni le dieron a leer las indicaciones que sí vinieron del Pentágono.

Dentro de las operaciones del mencionado plan hubo bombardeos que virtualmente borraron del mapa a los municipios de Marquetalia, Río Chiquito, El Pato y Guayabero señaladas por el entonces senador Álvaro Gómez Hurtado, como repúblicas independientes a las que había que arrasar como de hecho ocurrió.

Ante semejante arremetida surgió un desplazamiento que puso a marchar a mujeres, niños y ancianos en el centro del grupo resguardados por combatientes con escopetas de fisto que era todo el armamento con que contaba esa población. Eso es lo que se denominó guerrilla y fue el origen de las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC, lo del EP es otra historia, pero eso vino después.

En su momento las FARC contaron con el asesoramiento político del Partido Comunista de Colombia, por lo que se le consideró el brazo armado de esa organización, y se plantearon la conquista del poder, aunque después se limitaron a pedir “un gobierno pluralista (que estén representados todos los partidos y sectores sociales), democrático y político” (Sic) (Observatorio de Paz, 2001).

Todo este preámbulo tiene como propósito señalar que del viejo ideario político ya no queda nada. No hay una visión de largo plazo que se plantee seriamente la toma del poder y hoy al ver el enfrentamiento fratricida entre la llamada Segunda Marquetalia, las disidencias comandadas unas por Calarcá y otras por Iván Mordisco, no podemos menos que señalar que lo que se pelea hoy no es el poder político sino simple y llanamente el control de territorio y las rutas del narcotráfico. Ya del idealismo de los años sesenta donde muchos estudiantes románticos y soñadores perdieron la vida no queda nada, esos combatientes que se fueron a vivir como pensaban fueron remplazados hoy por unos comandantes de bandas que se limitan a pensar cómo viven. Y no es simplemente un juego de palabras: Vivir como se piensa es un acto revolucionario, pensar cómo se vive, que es lo más común, es profundamente reaccionario.

Por: Manuel Álvaro Ramírez R. Magíster en Economía

Universidad de los Andes

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