Opinion

VIEJO, MI QUERIDO VIEJO

¿Viejo yo, viejo yo? ¡Vieja la p*ta que te parió! le dijo al gran Piero su padre cuando el muchacho, emocionado con su vieja guitarra, llegó a cantarle por primera vez Viejo mi querido viejo. En entrevista con Antonio Morales, Piero decía que cuando subió la mirada para ver la cara de su padre, éste, con las gafas inundadas de lágrimas comenzó a limpiarlas y a decirle ¿viejo yo, viejo yo? Vieja la p… que te parió, y siguió disimuladamente llorando, como si la cosa no fuera con él.

La actitud del padre de Piero nos pone a reflexionar sobre esta trascendental etapa: Esto que les voy a decir parece redactado por la Chimoltrufia, pero es cierto: algún día todos vamos a ser viejos y los que no, es porque se mueren antes. Y en alguna medida, discapacitados diría yo, pues todos los días nuestros sentidos serán menos agudos, una rodilla nos duele un poquito más que ayer, las gripas nos duran más, en fin, como diría Emeterio, el de Los tolimenses: la sejuela.

Afortunados los que logramos una pensión. Hay quienes no la tienen, pero alguien, un hijo, un sobrino o su pareja lo pueden auxiliar.

Pero muchas veces no volteamos la mirada ante aquel prójimo que ya supera los sesenta o setenta años, no tiene esperanza de una humilde pensión y aun lo vemos en un semáforo, bajo un sol inclemente o bajo la lluvia con un carrito de Bon Ice o con una carreta cargando lo que para otros es basura. O esos viejecitos que por sus limitaciones físicas ni siquiera pueden hacerse cargo del carrito de Bon Ice. Parte el alma esta amarga situación de algunos compatriotas que tienen un futuro incierto… o no lo tienen. Su destino será morir en una tremenda soledad, alejado de sus seres queridos, con hambre, frío y una tristeza infinita en su mirada.

Decía Piero en esa entrevista (realizada hace siete años) que no entendía por qué los colombianos le tenían más miedo a la paz que a la guerra. Afirmaba que en el exterior les parecía algo insólito pedirle a la gente que votara si quería o no la paz y ustedes saben cómo terminó el asunto. Eso no lo entiende nadie.

Asimismo, es incomprensible que unos señores gordos y rozagantes, bien atendidos desde su cómoda poltrona y con un salario de más de 30 millones de pesos sientan que si a un viejecito de éstos le otorgan un auxilio de un poco más de doscientos mil pesos la economía del país se va a venir a pique. Ideas de un ex presidente que se atrevió a decir que las horas extras “enriquecían a los empleados”, ¿Qué tal?

Creo que a esta clase dirigente de la derecha racista, clasista y excluyente que va todos los domingos a misa, que se azota con la camándula y que pregona unos valores que no practica le vendría bien una revisión a su interior y ponerse la mano en el corazón, ¿mucho pedir?

Por Rafael Antonio Mejía Afanador

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