Opinion

LA GRANDEZA DE GUSTAVO PETRO

Pocas veces, quizás nunca Colombia había tenido un presidente tan capaz como el que nos tocó en suerte con Gustavo Petro. Desde el día de su posesión se le han puesto palos en la rueda e inicialmente se trató de cooptarlo para seguir haciendo más de lo mismo y hubiera tenido un ambiente menos adverso si hubiera repartido ministerios entre los partidos tradicionales y advenedizos; si hubiera pautado en los medios hegemónicos y acordado con ellos la agenda informativa; si la repartija de cupos indicativos en el Congreso se hiciera como siempre; si como era costumbre se acordaran unas incautaciones simbólicas a cambio de dejar pasar los grandes cargamentos. Le hubiera ido mucho mejor en cuanto a no tener que enfrentar esa jauría eufemísticamente llamada oposición.

Pero no, Gustavo Petro sabe desde hace mucho tiempo que los mandatarios son productos históricos y si hubiera defraudado a sus electores dejándose seducir por los lujos, el dinero y la codicia que brinda el poder en beneficio propio, sembraría en el pueblo una desilusión tan grande que difícilmente la gente volvería a creer en promesas electorales. Nos había pasado en 1970 cuando la Alianza Nacional Popular Anapo, ganó las elecciones y el abuelo de Vargas Lleras armó el tinglado para poner al papá de Andrés Pastrana. Mucha gente no quiso saber más de elecciones.

En cambio Petro conoce su responsabilidad histórica y decidió enfrentar con la valentía que lo caracteriza el reto y desde el comienzo dejó su impronta en cada uno de sus actos de gobierno. Fue entonces cuando la derecha comprendió que la pelea era en serio, que a este enemigo no lo podía comprar y decidió jugar sus restos, sabotear cada acto de gobierno, difundir calumnias a discreción y atacar a su familia de forma implacable, mientras urdían planes de eliminación física, todo menos dejarlo gobernar y a cualquier costo impedir que termine su mandato.

Petro por su parte respondió con lo que tiene: el respaldo de su pueblo, ese pueblo esperanzado que con su mirada humilde de negro marginado, de campesino temeroso, de indígena desconfiado, de obrero escéptico, de joven de futuro incierto,  que cuando ve amenazado a quien ha sido capaz de interpretar su realidad y de encarnar una esperanza sale en  su defensa y planta cara a los conspiradores. Ese pueblo tan diverso y a la vez tan compacto le produce pavor a esa derecha, porque sabe que la reacción de esas masas a las que han empobrecido durante siglos está despertando y podría comenzar a pedirles cuentas.

El Presidente ha develado sus planes, tácticas y estrategias y la derecha al verse descubierta opta por hacerse la víctima y acusar a Petro de sembrar el odio, pero es un discurso que cada vez se destiñe más y la gente ha comenzado a comprender en qué consiste realmente la pugna por el poder y que la lucha de clases no es un invento de un mandatario paranoico sino una realidad que se vive en todas y cada una de las actuaciones de las clases sociales en que la sociedad se encuentra dividida. 

Es necesario profundizar el cambio iniciado en este Gobierno, defender los escasos logros alcanzados y seguir construyendo una alternativa sólida de manera que se pueda separar el poder político del económico, o digamos mejor de arrancarle el poder político a los conglomerados económicos con una fuerza tan contundente que obligue a esa derecha recalcitrante a respetar los resultados y evitar que lo que no se logra en las urnas se obtenga por métodos fraudulentos usando los demás poderes públicos.

Un gran vacío amenaza el avance del proyecto político y es la inexistencia de un partido sólido, con un programa coherente construido desde las bases que no dependa exclusivamente de la clarividencia de un caudillo, por inteligente que sea. México ha mostrado el camino y el desarrollo económico y social de los próximos años va a ser materia obligada de estudio. Ojalá seamos capaces de aprender de su enseñanza.

Por Manuel Álvaro Ramírez R. Magíster en Economía

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