Editorial

Amaya, el oportunista

Por Juan Carlos Avella

Es curioso y no sabemos si casual, mucho de lo que sucede en nuestra política local y que se araña de la propia realidad nacional.

No bien se había dado el escándalo de contratación de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos, importante sin duda aunque magnificado por los medios al servicio de los mismos que durante décadas en la Guajira no dijeron nada y con mirada contemplativa y complaciente permitieron la muerte de centenares y millares de personas mientras los recursos engrosaban los bolsillos de politiqueros gordos y egoístas, cuando se conoció que los verdes, el partido de  “posturas tibias” y acomodadas eran los protagonistas del mayor escándalo en el presente gobierno. No bien estallaba el escándalo, cuando el gobernador de Boyacá. Carlos Amaya, salía del país mientras renunciaban dirigentes como Antanas Mockus o la misma ex alcaldesa de Bogotá, Claudia López.

Amaya aprovechó oportunamente la necesidad de tratamiento de su salud ante la enfermedad que lo aqueja y abandonó el país cuando el buque de los verdes hacia agua y naufragaba entre reclamos, acusaciones y toda el agua sucia que salpica a viejos conocidos y actores nuevos de la política nacional de esta colectividad. Aprovechó para guardar silencio y ser tan oportuno como le han sido oportunos los negocios, las sociedades que ha contraído y sus avances dentro del partido en su intención de se acercarse a ser presidente, y mientras… gobernar a los boyacenses que no saben si reclamarle su oportunismo o alabarle algunos logros.

El caso es que en esta Colombia hermosa a la que amamos casi todos, le crecerán nuevas patas a los sapos que debemos tragarnos cada día y entenderemos que a veces, y solo a veces, las casualidades confluyen en beneficio de alguno de esos dirigentes a los que luego o antes, vamos a cobrarles por defraudar o por darnos más allá de lo que esperábamos. Esta vez Amaya tendrá buen tiempo para reflexionar, para echar cabeza del futuro no solo suyo en el verde, sino de su Boyacá y los campos, del país, de sus copartidarios tan verdes y tan majos, tan astutos y corruptos, como el que más de los mismos que durante años han criticado.

A Carlos Amaya le fue oportuna, muy oportuna su enfermedad, aunque pareciera poco humano mencionarlo, pero le cayó medida en un momento crítico que le permitirá aterrizar sus apreciaciones, ajustar sus determinaciones y proponer prontamente en el camino que los verdes deben abordar en el gobierno, y, sobre todo, en sus hechos de gobierno en Boyacá donde los ojos de sus coterráneos estarán más abiertos y expectantes, que los meses previos a lograr sus elecciones.

Han pasado ya los primeros cuatro meses de gobierno, de un gobierno repetido por Amaya, al que no se le puede decir que hay que esperar para que verdaderamente gobierne, máxime si no es siquiera el repetir el mismo el cargo, sino que verdaderamente es la prolongación tercera de lo suyo, luego del paso de Ramiro Barragán como parte de su legado en la administración del departamento.

Tan oportuno como preocupante para Amaya debe ser esto que sucede en lo nacional. Por una parte, le cayó como anillo al dedo para no dar la cara en la revuelta, y tan preocupante porque ya nadie se detendrá a esperar más, a exigir menos y a pretender menos que las ejecuciones de un gobernador conocedor del cargo, aliado de los que manejan las políticas de siempre y sabedor de lo que puede y viene, de lo que se es capaz y de sus limitaciones.

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