OpinionPor: Jorge Armando Rodríguez Avella

La miseria del espacio público en Sogamoso

Por Jorge Armando Rodríguez Avella

Cambiarle la naturaleza a una plaza, como la Seis de Septiembre, de Sogamoso, de bien público –los destinados al uso, goce y disfrute de todos los habitantes del territorio— a bien fiscal, que son aquellos que pertenecen a una persona jurídica de derecho público de cualquier naturaleza, es desde el inicio algo sospechoso. Esa figura la realizó la anterior administración, para justificar el traspaso de varios cientos de millones de pesos a Coservicios, por la supuesta propiedad de la empresa en el derruido edificio administrativo y darse la pela para construir la sede en la calle 11 sur. Es decir, ¡dejó convertida la Plaza en un lote de parqueo!

Este reducido concepto urbanístico en el que se tira por la borda el concepto de espacio público es propio de mandatarios que guardan ningún respeto por la ciudad y sus gentes.  Ni siquiera les ha preocupado la uniformidad en los andenes, que son un completo caos urbanístico. Ha primado en ellos el negocio y el lucro personal.

Sogamoso es una ciudad que, aunque ningún mandatario se ha atrevido a realizar un cálculo, ni siquiera aproximado, carece de espacio público. Unas cifras para que veamos cuán importante debe ser la observancia de dicho concepto. 

La Organización Mundial de la Salud, OMS, recomienda un umbral mínimo de nueve metros cuadrados por habitante, obviamente que deben contener zonas verdes para que respondan a la necesidad de ‘pulmones’ urbanos. Si Sogamoso cuenta con aproximadamente 120.000 habitantes, sus áreas verdes y de espacio público deberían contar con alrededor de 1.080.000 metros cuadrados. Según un estudio realizado por la Universidad Nacional en el año 2000 el espacio público en Sogamoso era de 1,67 metros cuadrados por habitante y para el 2020 debería ser, según esas proyecciones y a ese ritmo tan lento, 3,34 metros cuadrados por habitante. Cifra aún muy lejana a la recomendada.

Ese es el déficit ante el cual los alcaldes y sus oficinas de planeación se han hecho los desentendidos.  

Desde hace mucho tiempo las sucesivas administraciones han cerrado los ojos ante esta realidad apremiante para los habitantes. El último espacio público amplio, muy poco verde, creado por una administración fue la plazoleta Sol de Iraca, durante el gobierno de Edgar Espíndola. Los demás solo construyeron algunos andenes mal diseñados. Aparte, también se han hecho los de la vista gorda con grandes constructores que le han parado conejo a la ciudad, porque han dejado de cumplir con espacios públicos de compensación y que deberían ser verdes. Los pocos y muy reducidos parques (¿?) son los de urbanizaciones que deben y tienen que cumplir por ley los urbanizadores.

Es increíble a la luz de la razón que exista tanta insensibilidad de los mandatarios y funcionarios hacia algo tan sensible como es la salud de toda una ciudad. La carencia de sitios para el esparcimiento da como resultado que familias enteras tengan como único sitio para pasar una tarde de día festivo la Plaza de la Villa, ¡da grima! Ni siquiera ha tenido un mediano mantenimiento el parque Recreacional del Sur.

El afán –de lucro– y preocupación por el cemento y el hierro les obliga a invertir en obras en las que dejan algún beneficio, pero para ellos.     

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba