Opinion

CONSTIPADA POR ARRIBA Y POR ABAJO

Por Lizardo Figueroa

El dolor es intenso porque su cuerpo está atorado; nada fluye y el «trancón» amenaza su vida.

Todo evidencia que Colombia padece desde hace mucho tiempo una especie de estreñimiento interior, que la mantiene macilenta, lívida, congestionada, acatarrada y realmente enferma.

Es un cuerpo atormentado que reclama tratamiento especial y urgente, pero que lamentablemente ha carecido de galenos acertados y además no ha tenido el tratamiento adecuado ni remedios eficaces; sobrevive con agüitas, cataplasmas y curitas.

Su interior deviene en permanentes cólicos de agonía, que se manifiestan en retorcijones apenas soportables, porque la paciente ha desarrollado una capacidad de aguante y de dolor admirables; el Santo Job sostiene su proverbial y secular paciencia.

Además, tres órganos vitales poco funcionan y cuando lo hacen son precarios, sin energía y contraproducentes; casi podría decirse que son la causa de su postración: educación pobre, justicia colapsada y ausencia de democracia; se necesitan mutuamente, pero hay muchos factores que las aparta, que no les permite funcionar.

Cada cuatro años aparecen teguas prometiendo alivio con sus vermífugos y pomadas y los males no se curan.

Y de contera, otros lastres empeoran sus calamidades, como la infección terrible y destructora de lo que se ha dado en llamar «corrupción», causante de horribles flatos todo el tiempo; está ahí, con su fetidez negada, ignorada y vergonzante.

No hay semana de asueto para los escándalos de latrocinios, torcidos, defraudación, esquilme y ratería de burócratas de cuello blanco, que se embolsican cuantiosos recursos del erario; léase el dinero que a todos pertenece.

Se practica un remedo de laxante, que en realidad es un achaque, un pretexto, una alcahuetería para que los avivatos hagan de las suyas, algo que ocurre en otros lares, muy real e importante, que allá sí funciona en todas las instancias de su devenir habitual, que se precian de practicar y a la que deben buena parte de su progreso y bienestar: se llama democracia, ese legado de la Hélade, del espíritu platónico, desde las aulas de la academia ateniense, su cuna. De eso, más bien pocón por estos lados de nuestro adolorido país.

Esa caricatura de democracia degeneró en lo que los conspicuos observadores terminaron por llamar cleptocracia. Y de la más brava.

En su momento y circunstancias, Arístocles, apodado Platón, Siglo VI (a. de. C.) afirmaba: «La democracia es el peor de los gobiernos, aunque el mejor entre los malos, porque suele terminar en anarquía».

Han transcurrido ¡más de 30 siglos! para que en una aldea remota del Cono Sur de América, sea patética semejante sentencia del filósofo Maestro, padre de la Polis (Ciudad-Estado).

Tal vez algún gobierno serio corrija el yerro descomunal, perversamente premeditado de borrar de los planes de estudio las clases de Civismo, Urbanidad, Comportamiento y Salud e Historia Patria.

Tal vez también y con la urgencia que requiere tan distinguido e importante «cliente» hospitalario, se logre inventar un laxante poderoso, una mezcla milagrosa que contenga componentes genuinos y de alta calidad de educación, justicia y democracia, que sirvan para lograr el destape y alivio de nuestra patria cada día más estreñida.

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