Opinion

Se hundió la reforma, pero no es tiempo de llorar 

Se hundió la reforma a la salud y por eso están de plácemes el Centro Democrático y Cambio Radical, los nombres más histriónicos que partido político alguno haya ostentado en Colombia. Aquí no vamos a repetir lo que ya se ha dicho en muchos medios de información ni, sobre todo, de desinformación. Lo que sí se pretende aquí es hacer un análisis desde la Economía Política para entender qué es lo que ha pasado y por qué este revés no es sinónimo de catástrofe.

Los antecedentes muestran que en la Comisión Séptima y en la Cámara había una correlación de fuerzas que si no favorecían del todo al Gobierno, sí hacían que las decisiones fueran más manejables. En el Senado las circunstancias son a otro precio está dominado por la derecha y los poderes económicos se hacen sentir con mucha más fuerza. Recordemos que el Estado no es otra cosa que el consejo de administración de la clase dominante, luego no hay que perder esto de vista para comprender que cada proyecto de ley que se discute es una batalla entre las clases sociales, donde una de las primeras víctimas es la verdad, lo que hay detrás de las apariencias.

En este orden de ideas, la salud de los colombianos no es lo que está en las mentes de quienes hundieron el proyecto, eso a ellos los tiene sin cuidado. Lo que hay detrás es un interés para que el Estado siga girando recursos públicos que una vez entran en la contabilidad de la Empresas Promotoras de Salud EPS, se convierten  en medios sobre los cuales el Estado pierde todo el control porque según el esquema vigente se trata de empresas privadas y el Estado no tiene por qué entrar a husmear en sus asuntos.

Lo que las EPS quisieran es que las personas cuando se enfermen paguen por sus tratamientos, lo que equivale a imponer una especie de pena de muerte a los más pobres. Pero hay algunos que no son tan pobres porque tienen una casa. Bien ¿Recuerdan la propuesta de la llamada hipoteca inversa? Significa que en lugar de pensar en dejarle esa casa a sus hijos, que seguramente estarán en condiciones de pobreza parecidas a la de sus progenitores si no peores,  ante la necesidad de un tratamiento costoso acude a un banco que le presta para el tratamiento y la persona le hipoteca la casa y para deshipotecarla paga unas cuotas mensuales. Ese es el sueño de la derecha colombiana. Si no tiene plata, entonces no tiene derecho ni al aire que respira. Literal como dicen ahora nuestros lumpengomelos.

Seguramente el Gobierno, conocedor de cómo se mueven los poderes reales, tenía lista su nueva carta para jugar: Intervenir a la EPS más prestigiosa pero no por eso exenta de pecado, es decir de manejos discutibles de los dineros públicos que reciben religiosamente estas empresas, porque el Gobierno paga muy cumplido sus obligaciones. La queja de estas entidades es que lo que reciben por las llamadas Unidades de Pago por Capitación, es decir lo que aportan al sistema mensualmente los millones de usuarios, no es suficiente para cubrir los gastos, luego lo que hay que hacer es subirle a los aportes, eso sí, sin permitir que se revisen las cuentas de la forma como se gastan los recursos.

Una vez intervenidas las EPS, porque también lo hicieron con la Nueva EPS,  tendrán que formalizar los contratos de trabajo del personal médico y paramédico y un comité velará porque se paguen las deudas a clínicas y hospitales así como a los proveedores. En dicho comité, tendrán representación los pacientes, de manera que habrá un control estricto de la forma como se paga cada peso y muy seguramente saldrán a la luz muchas irregularidades si se logra demostrar que el dinero sí alcanza, sin necesidad de subir las Unidades de Pago por Capitación ni las odiosamente denominadas cuotas moderadoras.

Así las cosas, se hará por vía administrativa lo que no pudo hacerse por medio de una ley que nos permitió a los colombianos avanzar otro paso en la identificación de los oscuros, aunque cada vez menos, intereses, que se mueven al interior del Congreso que pagamos todos, pero que sólo trabaja en beneficio de muy pocos, con muy contadas y honrosas excepciones.

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