El impacto social de las bibliotecas públicas en Colombia: Escenarios vivos de aprendizaje y cultura
Por: Maria Fernanda Saavedra Mejía
El año 2024 ha sido crucial para las Bibliotecas Públicas del país, ya que la labor que a diario desempeñan las más de 3.000 personas que trabajan en ellas ha sido reconocido a lo largo de este año. Como lo señaló Sandra Suescún, coordinadora de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, durante el lX Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas: «Lo que sigue hacia adelante es continuar construyendo este proceso de país, de la mano de las personas que trabajan incansablemente en las Bibliotecas Públicas de Colombia, de los más de 2.200 mediadores rurales y de todas aquellas personas que, desde su esfuerzo comunitario y popular, contribuyen a la construcción de tejido social».
Tan importantes han sido que, en el IX Premio Nacional de Bibliotecas Públicas ‘Daniel Samper Ortega’ de este año, se recibieron 77 postulaciones, de las cuales se seleccionaron nueve finalistas de bibliotecas públicas de todo el país. El 12 de diciembre se dieron a conocer las tres bibliotecas ganadoras. Este premio, otorgado por el Ministerio de Cultura, las Artes y los Saberes, junto con la Biblioteca Nacional de Colombia, reconoce la excelencia en la gestión e innovación de las bibliotecas públicas y permite visibilizar la importancia de estos espacios, que guardan retos e historias.
Así lo expresó Adriana Martínez-Villalba, directora de la Biblioteca Nacional durante los premios: «Son espacios que, desde su labor de cuidado, abren posibilidades para todas las voces del país, especialmente para aquellas que históricamente han sido excluidas, y hacen posible nuestro derecho ciudadano a la participación, a la palabra, a la cultura escrita, a leer, a escribir e imaginar».
Sin embargo, retomando estas historias, sabemos bien que en Boyacá el esfuerzo de los bibliotecarios ha sido transformador. Su entrega, desinteresada, demuestra que es posible transformar el mundo. Este galardón también rinde homenaje a aquellos que están siempre dispuestos a participar activamente en las comunidades. Por ello, conversamos con las tres personas que se encuentran al frente de las bibliotecas ganadoras. Sus historias son realmente significativas, especialmente en estas fechas, en las que se da, sin esperar nada a cambio. Un regalo que ellos contribuyen a ofrecer en la construcción de país.
Laura Curvelo: Ganadora en la experiencia de innovación bibliotecaria – Biblioteca Pública Municipal Princesa Inírida
Foto: RNBP
Laura Curvelo es originaria del pueblo Piapoco, una comunidad indígena de más de 18.000 personas, un rincón apartado del mundo que, sin embargo, guarda la fuerza de su historia. Como bibliotecaria de la Biblioteca Pública Municipal Princesa Inírida, en el Guainía, lleva ya dos años liderando un proyecto que no solo busca abrir las puertas al conocimiento; sino también defender un territorio olvidado, donde las mujeres adultas mayores, por lo general, no encuentran espacio para formarse ni acceder a programas que les ofrezcan nuevas oportunidades.
Sabe que lo que hace no es solo un trabajo, es una misión. «Impulsar desde lo que soy, desde mi pueblo indígena», dice con firmeza, «es por eso que, así como yo pude salir adelante, quiero aportar para ayudar a esas mujeres que tanto lo necesitan». Y es que su voz no solo resuena como la de una bibliotecaria, sino como la de una mujer que entiende profundamente las carencias de su comunidad. A través de la biblioteca, busca construir algo más que conocimiento: quiere edificar escenarios de paz, donde el eco de las mujeres que han sido olvidadas por tanto tiempo finalmente se haga resonar.
Los desafíos no son para Laura barreras, sino peldaños que la impulsan hacia su propósito. Su vida es una constante lucha por la inclusión, por ofrecer a las mujeres adultas mayores de las zonas rurales la posibilidad de participar en el cambio, de encontrar un espacio donde sus voces sean escuchadas. Si hablamos de un día en la vida de Laura, comienza desde su resguardo indígena, donde, con el cuidado de una madre, alista a su hija antes de emprender su viaje hacia el municipio de Inírida. Allí, a pesar de los largos trayectos y la preparación diaria de actividades, sabe que su esfuerzo tiene un único propósito: «dar respuesta a las necesidades del territorio», como ella misma lo expresa, ofreciendo esperanza donde más se necesita.
Estas necesidades se traducen en llegar a tres comunidades, donde 80 mujeres forman parte del programa. Aunque el desplazamiento es significativo, recorrer comunidades apartadas del territorio sin contar con transporte, no desconoce lo que implica este tipo de retos para un docente. Habla de Luisa, su compañera de ruta, con quien recorre incansablemente esos caminos y busca, con dedicación, la manera de llegar dos veces por semana a las comunidades. Como ella misma expresa: “Continúan con su proceso formativo”.
Tener espacios adecuados implica otro desafío considerable, pero la solidaridad se erige como un pilar fundamental, y sin importar los escenarios logran transformarlos en lugares importantes para las clases, desde espacios en las casas de sus alumnas; hasta los salones comunales. Cada rincón se convierte en un lugar transformador, cada esfuerzo en una semilla que florece en un colectivo.
En su propio camino, Laura Corvelo, expresa que como parte de la comunidad indígena, no hablaba español. Cuando llegó a la universidad, recordó con claridad cómo esa lengua le resultó un desafío. “La primera vez que salí a la universidad, jamás pensé que en mi vida pisaría una. Usaban palabras tan técnicas que no entendía. Yo le decía a la profesora: ‘No entiendo nada de lo que me dice, porque no sé mucho español, solo lo básico’”. Ese momento, marcado por la incomodidad y la inseguridad, fue el inicio de un proceso de adaptación que, con el tiempo, le permitió reconocer el valor de desaprender. “Recuerdo que la profesora Jazmín, en la UPTC, me dijo: “‘Bueno, vamos a hablar con palabras más sencillas para que nos entiendan’».
Laura reflexiona sobre esa experiencia, una vivencia que la marcó profundamente. Sabía que una salida a Bogotá era compleja, pero nunca lo vio como un impedimento. «Nunca olvidaré cómo, a veces, entraba a las clases de la universidad y salía como si no hubiera entendido nada. Hasta que otro compañero me explicaba más o menos qué había que hacer». A pesar de las dificultades, Curvelo siempre supo que en ese proceso se forjaba la transformación, que cada paso dado, cada esfuerzo, era parte de un camino de liderazgo comunitario.
Laura Curvelo se desempeña como líder y su principal objetivo es aportar en la preservación y conservación de su cultura. «La biblioteca ha sido un espacio para transmitir este mensaje de cuidar y amar lo que nos pertenece como pueblos indígenas, mostrándonos al mundo», afirma con convicción. Docente de profesión y licenciada en educación básica, expresa con orgullo, y sabe que hoy en día su comunidad es más visible en Colombia. Su trabajo no busca reconocimiento, ni galardones, pero sabe que cada esfuerzo ratifica su compromiso con su gente y su cultura.
Su mayor referente en la vida es su madre, quien nunca tuvo la oportunidad de acceder a una educación formal. «Ella apenas sabe escribir su nombre, pero no sabe firmar. Siempre me decía: ‘Hija, enséñame las vocales, nunca tuve la oportunidad de asistir al colegio’. Y yo pensaba: «así como mi mamá, creo que muchas mujeres están en la misma situación».
Este año, Laura y su equipo viajaron a las comunidades para hacer la convocatoria, se dieron cuenta de que las mujeres, especialmente adultas mayores, eran las más interesadas. Recuerda con cariño cómo le decían: «Profe, yo no sé escribir, no sé leer, pero quiero aprender». Entre ellas, destaca a María, que con 72 años era la más adulta del programa y le dijo: «Profe, quiero vender casabe y quiero que me enseñe». Desde ese momento, comenzó a trabajar con la comunidad de Porvenir, donde entendió que, al igual que su madre, había muchas mujeres con historias similares. «Con ellas el aprendizaje es mutuo», expresa.
Es indescriptible el sentir de esas enseñanzas que Laura inmortaliza en la comunidad. Sabe que el aprendizaje es lento, pero también reconoce que hay un alivio en el corazón al ver que ellas pueden salir adelante, que a través de lo aprendido pueden acompañar a sus nietos en las tareas escolares. «Para nosotros, como pueblos indígenas, el español es la segunda lengua», explica. «Es muy difícil comenzar con los artículos, porque en nuestro dialecto no los manejamos como en el español. A veces decimos ‘la papá’ o ‘el mamá’ porque no sabemos combinarlos bien. Para mí, ese fue un proceso bastante difícil, que comenzó desde mi niñez, cuando nos enseñaban el español como segunda lengua en la escuela”.
Parte de lo que destacaron las juradas fue la importancia de esas acciones que apuntan a los objetivos del Decenio de las Lenguas Indígenas, declarado por la UNESCO, y a la misión «Colombia Envejece», una iniciativa que, lamentablemente, en muchas bibliotecas aún pasa desapercibida. En sus palabras: “Todas las bibliotecas del país y de América Latina deberían impulsar experiencias innovadoras como esta, que no necesariamente se basan en la tecnología o los asuntos digitales, pero que abordan de manera creativa y sencilla temas urgentes que no suelen ser los más comunes en las bibliotecas”.
Vincular a las mujeres adultas mayores ha sido un reto significativo, pero sabe que la mayoría de la población atendida en las bibliotecas corresponde a la primera infancia, la infancia y la adolescencia, mientras que los adultos, especialmente las mujeres, han sido históricamente vulnerados. «Por eso esta biblioteca quiso responder a las necesidades del territorio. Las mujeres, en su momento, no pudieron acceder a la educación; dentro de las costumbres, el hombre era quien tenía las oportunidades», reflexiona.
Carlos Vera: Ganador en Diversidad, Tejido y Organización Comunitaria – Biblioteca Pública La Victoria, Bogotá
Carlos Vera confiesa que jamás imaginó dedicarse a la labor de bibliotecario. Aunque de niño nunca lo contempló, lo que para él parecía una casualidad se transformó en su primera oportunidad laboral, un llamado del destino que llegó a su vida como una experiencia reveladora. “Ha sido mi vida, laboral, profesional, familiar, personal. Gracias a esta bonita labor siento que me he transformado; soy una persona más empática, que reconoce más la realidad que me rodea”, reflexiona. Con más de veinte años trabajando en lo que él mismo describe como el mundo de “Los libros”, llegó a la Biblioteca Pública La Victoria, hace casi siete años, un camino que, según dice, le ha abierto puertas y le ha permitido crecer: “Agradezco a la vida por este camino que empiezo a recorrer”.
Las juradas destacaron que la biblioteca donde Carlos trabaja es la “biblioteca de su comunidad”, el refugio y la esperanza de las personas que habitan ese territorio. Es un hogar para todos quienes la transitan, un espacio donde cada historia personal se encuentra con lo que la biblioteca ha sabido poner en su camino.
Uno de los aspectos que más ha marcado la labor de Carlos en la biblioteca es su trabajo en salud mental, en colaboración con el hospital La Victoria. Lo describe como un proceso gradual, que ha ido ampliándose y fortaleciéndose con el tiempo. «Todo comenzó cuando la terapeuta ocupacional del pabellón de hombres de la unidad de salud mental se acercó a la biblioteca», recuerda. La idea inicial era llevar actividades de lectura, escritura y oralidad a un espacio tan poco convencional para una biblioteca, como lo es un hospital psiquiátrico. «Es un lugar que no es habitual para que una biblioteca habite, ni que otras instituciones culturales similares ofrezcan sus servicios«, reflexiona Carlos, consciente de lo complejo y valioso de esa iniciativa.
Así es como se comenzó a construir todo hace ya nueve años. «Las acciones se fueron ampliando, pasando por diferentes profesionales, personas que, cada una desde su formación, aportaron su granito de arena», comenta Carlos, mientras recuerda cómo la pandemia empezó a hacer eco de los problemas de salud mental en la comunidad. La crisis sanitaria trajo consigo un aumento de ingresos al hospital, y la angustia colectiva se reflejaba en el aislamiento, el encierro y el dolor de perder una parte importante de lo que significa el ser social. La violencia intrafamiliar, por su parte, se agudizó.
«Siempre he pensado en innovar a través de nuevas acciones, también en el territorio», afirma con convicción. Un espacio como este también los lleva a seguir tocando puertas, buscando la colaboración de otros actores sociales, como la Academia, que en su momento se sumaron a la causa. Carlos reconoce la importancia de involucrar a las personas que salían de hospitalización, con el desafío de ayudarlas a regresar a la cotidianidad, pero también a enfrentarse a un entorno con múltiples factores de riesgo. «No solo queríamos que participaran de manera pasiva en talleres o actividades, sino que queríamos movilizarnos», dice con firmeza. Así fue como comenzaron a sumar otros actores a esta participación, ampliando la red de apoyo y creando un verdadero tejido social.
La comunidad creció alrededor del club de lectura, y ese «todos» se convirtió en algo mucho más amplio de lo que había sido inicialmente. «No solo personas hospitalizadas, también cuidadores y aquellos con alguna condición mental», explica Carlos. Muchos de ellos comenzaron a formar parte activa de la construcción de este proyecto. Los frentes de trabajo se multiplicaron en las unidades de salud mental, tanto en los pabellones de hombres como de mujeres. «Esta semana podemos hacer la actividad con algunas personas, y la siguiente, la mayoría ya han sido dadas de alta. En promedio, cada pabellón tiene unas 30 personas, lo que significa que aproximadamente unas 60 personas a la semana se benefician de las actividades de la biblioteca en los pabellones de unidad de salud mental y hospital de día», cuenta con orgullo.
En el año 2023, se inaugura oficialmente la emisora digital LEO Radio. La invitación inicial estuvo dirigida a las bibliotecas públicas, y así fue como Carlos decidió incorporar, dentro de la parrilla de programación, un espacio que se alineara con su proyecto bibliotecario.
«Vimos la oportunidad de La Victoria para tener, además de los espacios anteriores, uno en la radio, donde pudiéramos hablar de salud mental desde una mirada comunitaria y cultural. Entonces, nos pusimos manos a la obra», recuerda Carlos. Ninguno de los involucrados tenía experiencia ni formación en la realización de radio comunitaria. La Biblioteca Pública La Victoria, por ejemplo, no contaba con equipos adecuados, pero lo que sí había era un interés y una necesidad que demandaban ser atendidos.
Movilizar a la comunidad fue esencial para Carlos, quien resalta que este programa se construyó de manera «colectiva». La parrilla de programación no sólo nació de la mirada de los usuarios, sino también de los aliados del proyecto. Las grabaciones, por supuesto, se hicieron en la biblioteca, con el apoyo de las comunicaciones de BiblioRed. El programa, «CONEXIONES DE-MENTE», se transmite todos los viernes a la 1:00 p.m., con repetición a las 7:00 p.m.
Carlos destaca que lo más increíble de este proyecto fue que hasta las voces que escuchamos en las cortinillas del programa no pertenecen a periodistas profesionales, sino a usuarios, personas de la comunidad que padecen algún tipo de condición mental. Este trabajo conjunto ha permitido que las mismas personas que son beneficiarias del proyecto sean quienes, a través de sus voces, compartan su experiencia y participen activamente en la construcción de este espacio de comunicación.
Reflexionando sobre los aportes del programa, recuerda a las personas que estuvieron hospitalizadas en la unidad de salud mental: «Seguían en control durante el servicio del hospital día. Eran personas retraídas, tímidas, inseguras, con ansiedad social, ese miedo a salir a la calle o a relacionarse con los demás». Y es en ese contexto que la biblioteca entra con confianza y cercanía, logrando, a través de las redes de apoyo, ayudar a que las personas recuperaran su autoconfianza y pudieran demostrar sus talentos.
«Fue un proceso revelador», añade, al recordar cómo se descubrieron talentos ocultos bajo la sombra de una enfermedad. «Había gente increíblemente talentosa, que le gustaba escribir o que tenía un don especial para la palabra, o que se destacaba pintando o haciendo artesanías, e incluso mostrando habilidades de liderazgo».
«De verdad, las bibliotecas y todo el aporte cultural transforman vidas». En esas palabras, él logra comprender el impacto profundo que tienen las acciones culturales y el deporte en el reconocimiento de uno mismo y en la reconstrucción de la confianza. «Lo importante era iniciar conexiones de-mente, un programa, de hecho, para tu cabeza, realizado por la Biblioteca Pública», subraya con convicción.
El programa radial se organiza en tres secciones que movilizan la participación. La primera es ¿Qué hay para la cabeza?, en la que se recomiendan películas, libros, canciones, documentales y organizaciones locales que brinden servicios relacionados con la salud mental, siempre con el deseo de que estos servicios sean accesibles, «ojalá de manera gratuita», como expresa Carlos.
La segunda sección es Carta para el buzón del tiempo, en la que uno de los usuarios, un paciente psiquiátrico con gran pasión por la lectura y la escritura, redacta una carta como si fuera un autor que, habiendo padecido una enfermedad mental, dejó un legado importante en la historia de la literatura y la cultura universal. Esta es leída al aire, compartiendo su voz con los oyentes.
La última sección, Consejos sin delirios, es un espacio creado por un grupo comunitario de pacientes psiquiátricos que se reúnen de manera autónoma para organizar actividades que les ayuden a promover su bienestar colectivo.
Sobre el premio recibido, reflexiona con humildad: «Sé que mi trabajo no es el único que existe en el país. Todas las bibliotecas hacen un trabajo maravilloso en sus territorios, las demás que se postularon también lo hicieron. Realmente, es como ser una gran biblioteca entre muchas otras grandes, y eso nos llena de orgullo en este momento».
Laura Novoa: Ganadora en Memoria y cultura – Biblioteca Pública Municipal de Leticia, Leticia, Amazonas
Foto: RNBP
Para Laura, ser bibliotecaria es un acto profundo de conexión con su comunidad. A pesar de lo que algunos puedan pensar, estar en una biblioteca no se limita a estar entre cuatro paredes. Como ella misma lo expresa, «nosotros transformamos, hacemos nuestro trabajo desde el amor, llegamos a todas las comunidades que más podemos en el Amazonas«. Sin embargo, salir de esas paredes implica recorrer largos trayectos de difícil acceso, que, como expresa, son «super complicados». La biblioteca que ella dirige no solo es un espacio físico, sino una biblioteca humana, y su trabajo no se detiene en la institución, sino que se extiende a la comunidad local, con la colaboración de la alcaldía y la gobernación.
Uno de los aportes más significativos de esta biblioteca es el impacto sobre los jóvenes de la comunidad, quienes comenzaron a sentir vergüenza al hablar su lengua. Para contrarrestar esta situación, iniciaron un proyecto de psicología amazónica que incluyó la lengua tikuna, reconociendo la importancia de preservar la identidad cultural de las comunidades a través de los rituales amazónicos. Como Laura explica, este trabajo no solo busca preservar el lenguaje, sino también fortalecer la identidad y la conexión cultural de los jóvenes con sus raíces.
Pensando en el futuro de esta estrategia, que se enfoca en los valores ancestrales y la apropiación cultural, tiene grandes planes. Desea involucrar la gastronomía local en el proyecto y crear una enciclopedia de varios tomos que muestre la riqueza cultural, la identidad y la tradición de dos comunidades del Amazonas.
Como bien señaló durante el premio, el Amazonas ha estado históricamente en el olvido. Sin embargo, siente que, a través de estos proyectos, finalmente podrán dar voz y visibilidad a esa región. «Es como darle vida y voz a lo que tanto ha sido callado», concluye, con la esperanza que este esfuerzo contribuya a que la riqueza cultural del Amazonas sea reconocida y celebrada.
Laura Novoa lleva aproximadamente cuatro años al frente de la Biblioteca Pública Municipal de Leticia, y su labor está profundamente inspirada en las comunidades indígenas del Amazonas. Su mayor motivación es observar la falta de acceso a los servicios que la biblioteca ofrece a estas comunidades tan apartadas. Ella misma relata cómo llegar a esas zonas implica largos trayectos que, en ocasiones, requieren muchas horas de camino, dependiendo de las condiciones del río, si está seco o crecido. Sin embargo, el esfuerzo vale la pena cuando llega a esos lugares y ve la alegría de los niños al recibir libros, escuchar historias, participar en concursos, o incluso ver a las niñas cantar en su lengua materna. «Ver esa felicidad en los rostros de los niños nos motiva a seguir adelante», expresa.
La misión no solo abarca la promoción de la lectura, sino también la contribución al bienestar emocional de las comunidades. En un entorno donde el suicidio era una preocupación creciente, especialmente en una comunidad del Amazonas, la biblioteca ha logrado una transformación significativa. Al crear grupos de jóvenes enfocados en la música y la danza, así se ha reducido la tasa de suicidios, que antes se registraba mes a mes. «Llegar a estas comunidades apartadas y ver cómo realmente lo necesitan, nos impulsa a seguir», asegura con la convicción que el acceso a estos espacios de creatividad y expresión ha sido fundamental para brindar esperanza y propósito a los jóvenes.
Además de su labor comunitaria, integra a su hija en su trabajo, llevándola siempre que puede a la sala infantil de la biblioteca, donde también participa en el club de lectura infantil. «Es hermoso ver cómo mi hija se relaciona con el mundo de los libros y cómo se integra a este proyecto», comenta.
El jurado del Premio Nacional de Bibliotecas Públicas resaltó a esta biblioteca por su valiosa contribución al rescate, difusión y preservación de la identidad y los saberes de las comunidades indígenas. Además, destacó el trabajo en temas fundamentales como la recuperación, preservación y revitalización de las lenguas nativas, la alfabetización desde la primera infancia y, por supuesto, el abordaje de la salud mental, un tema crucial en las comunidades apartadas del Amazonas.
Estos tres representantes de las bibliotecas públicas nos demuestran el poder transformador de estos espacios, que, lejos de ser simples repositorios de libros, son centros vivos que responden a las necesidades humanas, culturales y emocionales. A través de su trabajo, brindan herramientas para la construcción de un futuro reflexivo, donde la empatía y la labor comunitaria se convierten en el motor de un cambio social profundo.