Los buenos disfrazados de malos

Por Manuel Álvaro Ramírez (*)

El martes pasado, un grupo de seis militares disfrazados con pasamontañas, para hacerse pasar por guerrilleros, irrumpió en Tierralta, Córdoba, para atemorizar a la población. Esto –que en el pasado hubiera pasado como una noticia más dentro de vorágine de crímenes que a diario se cometen en Colombia— prendió las alarmas del Gobierno e inmediatamente el presidente, Gustavo Petro, señaló que Volver al paramilitarismo y al despojo de tierras sería el peor error de la Fuerza Pública y no era para menos, porque el Gobierno se está jugando a fondo con un proceso de paz que involucra a las llamadas disidencias, que entre otras cosas no son tales.

A raíz de este acontecimiento surgen varias reflexiones. Como ha sido ya documentado en la Justicia Especial para la Paz, JEP, estas incursiones de militares activos disfrazados de delincuentes, ha sido una práctica recurrente desde hace muchos años y lo peor de todo, es que, en lugar de ser garantes de los derechos consagrados en la Constitución, se nota una vergonzosa subordinación del Ejército a los ilegales. Se mencionó alguna vez, que un grupo de militares, les dijeron a unos campesinos: Si ustedes no se van, detrás vienen los mochacabezas [i]. Qué tal, el Ejército de Colombia advirtiéndole a los ciudadanos quiénes eran realmente los que mandaban.  

Adicionalmente, lo que se puede entrever también, es que existen reductos al interior de las Fuerzas Armadas, acostumbrados a delinquir aliados con poderosos terratenientes, bajo la premisa de que nada les pasaba porque los delitos se cometían auspiciados por el poder político. Esto no es una travesura que se le ocurrió a un grupo de subalternos despistados, es una expresión de la forma como operaron durante mucho tiempo los paramilitares en oscura connivencia y muchas veces no tan oscura.

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La respuesta del Gobierno fue inmediata y enérgica, el presidente exigió que el Ejército adelantara su propia investigación. Fue entonces cuando saltó a la palestra el Fiscal Barbosa, quien en su histriónico estilo, reclamó la exclusividad para las investigaciones, desconociendo la obligación de las instancias del mismo Ejército para adelantar sus propias pesquisas y aplicar las sanciones disciplinarias a sus efectivos. Hay algo muy extraño en la actuación de Barbosa, aunque lo raro sería que actuara sin aspavientos egocéntricos autoproclamándose rey de reyes y señor de señores. No, el Fiscal de bolsillo del uribismo, en lugar de agradecer la diligencia y contundencia con que se pronunció el ejecutivo, reclamó una exclusividad que no tiene y  la posibilidad de adelantar una investigación sin interferencias, pero me temo que esa exigencia llegó demasiado tarde.

Realmente qué es lo que le preocupa a Barbosa: Que se sepa quién está detrás de esta operación, quién dio la orden y como seguramente hay intereses muy precisos en estos hechos, la experiencia enseña que personajes muy poderosos son los auspiciadores de delitos para obtener de su comisión enormes beneficios. La empresa Cementos Argos es una simple muestra.

Pero también podríamos preguntarnos ¿Será este otro atentado contra la Paz Total? Podría serlo. Ya hubo en el pasado un entrampamiento, que actualmente está siendo investigado, contra Jesús Santrich, para atacar el proceso de paz que Juan Manuel Santos estaba adelantando con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC-EP. Luego nada raro sería que, desde la Fiscalía y con la participación de fuerzas oscuras al interior del Ejército, se esté tratando de torpedear el programa de la Paz Total del Gobierno.

Presidente, que salgan los que tengan que salir. Si hay que sacar más militares de alta graduación hágalo, tiene a todo un pueblo que lo respalda y ya está visto que con su talante ha sido capaz de someter a la institución castrense a sus órdenes; como debe ser.

*Magister en Economía

Universidad de los Andes

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[i] Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, 1º de septiembre de 2006

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