Opinion

INSTRUCCIONES PARA METER GATO POR LIEBRE

Por Rafael Mejía Afanador

El periodismo, tan cuestionado el día de hoy, tiene dentro de sus debilidades lo que podríamos llamar… una modalidad de “fuego amigo”. Se trata de los seudo periodistas, los periodistas serios, pero con agenda política, los blogueros y los tales “influencers”, que son los más dañinos de todos.

Estos personajes acuden a los más variados trucos para cocinar puro amarillismo, rumores maliciosos, falsas noticias, manipular la información y, en fin, poner delante su propio menú en detrimento de la primera víctima: La verdad.

Aliste bien la cazuela porque aquí vienen los ingredientes:

  1. El archi famoso “aparentemente”. Dentro de la argumentación exhibida por esta clase de aves está el utilizar este adverbio para, precisamente, dar apariencia de equilibrio y objetividad a un infundio. Así se evitan posibles acciones legales, pues la afirmación no se hace de manera taxativa sino solapada y el lector que no contrasta ni profundiza lo que lee puede caer fácilmente en el engaño. “El conductor, aparentemente, intentó sobornar al policía”. En caso de reclamo, el cizañero puede defenderse diciendo, yo dije que aparentemente; así sale fácilmente del lío y la información falsa queda rondando en la cabeza de los incautos.   
  2. El mentadísimo “presunto”. Ingrediente cercano al anterior. El personaje se baja fácilmente por las orejas diciendo que él nunca afirmó nada (lo cual es cierto) sino que le otorgó al implicado la presunción de inocencia (tan tierno). Aunque es un término que debe usarse cuando no hay completa seguridad en la acusación, también se usa para deslindarse de la responsabilidad. Asimismo, es un buen escudo para protegerse de una onerosa demanda. “Presunto caso de robo tiene contra las cuerdas al funcionario…” 
  3. Los populares verbos en condicional. Un picantico verbo en condicional expresa una acción que podría realizarse dependiendo de si se cumplen o no determinadas condiciones: “El contratista habría ofrecido al funcionario una importante suma de dinero.” Si desean la olla completa con todos estos condimentos y truquitos, relean la carta de María Jimena Duzán al presidente donde insinúa hábilmente que es un adicto. A propósito, esa carta contiene toda una hoja de ruta pedagógica para el tema de cómo argumentar a punta de falacias.   
  4. Otro sabroso aderezo es olvidar milagrosamente el contexto de una noticia verdadera, hecho que induce al lector a equivocarse. El 1° de julio de este año, Caracol radio (¿otra vez, Gustavo?) tituló a los cuatro vientos y con letra roja esta cándida declaración: “Me ofrecieron 10.000 millones por irme a la cama con un ministro: Esperanza Gómez”. Hasta ahí la vaina es una delicia, como decía el ingeniero, la cuestión es que se les olvidó un ínfimo detallito: el ministro es de este gobierno sino del anterior.
  5. Y el peor, el que le da el sabor agrio, las inefables ‘fuentes anónimas’: (…) “hay fuentes que me aseguran que las razones de sus desapariciones, las cuales se han vuelto cada vez más frecuentes y prolongadas, tendrían que ver con que usted ha querido mantener oculto un problema de adicción, dice María Jimena en su misiva. Sin palabras. Recordemos los titulares de Semana cuando el escándalo de las famosas maletas de Laura Sarabia: la periodista – candidata (Dios nos libre) escribía sus primicias asegurando que una fuente anónima le había proporcionado la información. Finalmente, la tal fuente resultó, como diría Vargas Lleras, bien chimba.

Con estos sencillos ardides, si quiere usted ingresar a la nómina del periodismo – activismo, podrá torcerle impunemente el cuello al aspecto ético del bello oficio y podrá enlodar impunemente la imagen y la honra de quien le pongan por delante sin riesgo de que lo demanden. Y si quiere visibilizarse, aumentar su ego y quedar como un príncipe babeante con el patrón, utilice a diestra y siniestra algunos inductores para propiciar los anhelados clics: “urgente”, “explosivo” y otros más que no hacen más que llevar al lector, literalmente de la piel de los labios, a entrar a la página web y producir más visitas, desde luego más clics y por supuesto más dinerillo.

Vale la pena recordar en una pretérita campaña presidencial a Juan Gossaín cuando le preguntaban si santista o uribista; él simplemente respondió: ni santista ni uribista, ¡periodista! Pero a estos dañinos personajes lo que menos importa es la ética. Como dice orgullosamente una de sus deidades: ¡Plata es plata!

Con broche de Horus: Los fondos musicales que les meten ahora a los boletines radiales los jefes de prensa de diversas entidades hacen que el informe sea prácticamente inaudible. Se puede decir que detrás de esos preciosos fondos musicales se alcanza a escuchar algo así como una noticia. ¡Cosas de la moda!

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