Opinion

LA CIUDAD IGNORADA

Por Lizardo Figueroa

Son las aldeas de todos y al parecer de pocos.

Nuestras ciudades tienen un inventario extenso de mobiliario que está ahí, pero que ignoramos y lo que es peor, maltratamos; es una riqueza de la cual todos nos servimos pero que no reconocemos.

Servicios como la energía eléctrica, el acueducto, los alcantarillados, la recolección de residuos, el transporte colectivo, las clínicas y hospitales, colegios y universidades, los despachos del Estado, los recintos históricos, las mismas calles, avenidas, andenes, jardines y antejardines, parques, escenarios deportivos y culturales, zonas verdes, árboles, alumbrado público, etc.

Y junto con el listado, sus operadores, unos oficiales, otros privados en las entidades y empresas de servicios como médicos, enfermeras, paramédicos, dispensarios de medicamentos, conductores, educadores, técnicos de mantenimiento, funcionarios de los tres poderes, ingenieros y mano de obra, servicios de embellecimiento y ornato, gestores y actores culturales, agentes de policía y de transporte, en fin, compatriotas que le aportan su trabajo y talento al bienestar de los ciudadanos, sin los cuales resultaría muy difícil vivir y convivir en el vértigo urbano del Siglo XXI.

Que su buen funcionamiento sea o no el esperado es otra historia.

Y en paralelo, el común de los citadinos carecemos de cultura ciudadana, sentido de pertenencia, generosidad, altruismo y hasta de compasión con lo que a todos pertenece.

Ganaríamos mucho si cuidáramos algunos espacios que, si bien no están dentro del paramento interno de las residencias, pertenecen al ornato y estética natural de la cuadra, del barrio o del sector, como los antejardines, los andenes o las zonas verdes; en la práctica sería un imperativo para los vecinos cuidar y conservar.

Con excepciones honrosas en algunas ciudades, poco y nada se ve disciplina en el uso del transporte urbano: los paraderos son ignorados olímpicamente; en este aspecto la anarquía de conductores y usuarios es patética; la guerra del centavo lleva a que se recojan pasajeros en cualquier parte y los usuarios nos apeamos en el punto exacto en donde necesitamos o nos da la gana. En este aspecto mucho por hacer tienen las secretarías de tránsito.

El arte muralista es un gran aporte estético; hay genios que embellecen; como también vándalos expertos en tirarse afeando cuanto muro encuentran disponible.

Hay pocos parques, zonas verdes y árboles; nuestras urbes necesitan oxigenarse.

Los arquitectos, en su importante trabajo aportan su creatividad y buen gusto estético en sus obras urbanísticas; hay edificios y barrios residenciales muy agradables a la vista; en Sogamoso están al norte y cuentan con los componentes ideales de una ciudad moderna: arquitectura, zonas peatonales, verdes de jardines, árboles, prados y señalización vial adecuada.

Nos corresponde a los urbícolas del tercer milenio hacer de nuestras aldeas lo que los entendidos y sociólogos llaman buenos vivideros.

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