LA TIERRITA NOS ALIMENTA
El pasado 9 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Agricultura, Identidad y Cultura Campesina y Santa Rosa de Viterbo realizó con éxito el tradicional Reinado del Campo Boyacense. En estos contextos la figura central es el campesino que trabaja la tierra y produce la comida que alimenta a la humanidad.
En Colombia, como suele ocurrir, cualquier evento sobreviniente de la naturaleza, paros de distinta índole y demás, provocan dificultades mayores en la distribución de insumos y de producción agrícola, afectando la seguridad alimentaria del país.
El papel de nuestros labriegos resulta determinante e imprescindible; literalmente en sus manos está la vida de la sociedad. Con acierto se dice que nuestro departamento es la despensa del centro oriente de la nación.
Situémonos entonces en escenarios reales, convencidos de encontrar alimentos en abundancia en cualquier lugar de la tierra de la libertad.
Tunja, Toca, Tota y sus entornos de páramos nos ofrecen la papa.
Duitama y Tuta nos aportan las delicias de sus huertos. De Sogamoso llegan las mazorcas y de las praderas de Chiquinquirá y Belén las delicias de sus quesos. Aparece Aquitania con su trucha arco iris y el sabor de la cebolla junca. Tibasosa nos sorprende con las feijoas y el sabajón.
Del Valle de Cuche llegan las verduras y hortalizas. Asoman los duraznos de Nuevo Colón y Sotaquirá. De Socha y Paz de Río mandan los mantequilludos quesos de hoja y las repollas de arequipe. Cómo no saborear las arepas de Ramiriquí o la trucha fresca de Togüí. De Soatá nos envían la dulzura de los dátiles y de Tipacoque los cabritos. ¿Quién se resiste si le ofrecen las arepas de queso en Pajarito? Comer bocadillos en Moniquirá es un ritual del paladar.
El Valle de Tenza es el edén de las frutas. El café de Labranzagrande, Pisba y Paya lo saborean los exigentes paladares de Europa y Estados Unidos. A Punta Larga vienen «sommelieres» italianos y españoles buscando sus vinos.
En la vía entre Duitama y el Páramo de la Rusia hay una panadería artesanal de mogolla liuda que ni pa’qué les digo la delicia. ¿Quién no detiene su camino en Toquilla o Arcabuco para aplicarse una aguadepanela caliente con queso y mogolla? El amasijo de Susacón o Garagoa es imperdible. Ir a Puerto Boyacá y no comerse un viudo de pescado con buena yuca es imperdonable. Almorzar en Jenesano sí que es saber de comida rica.
Y así un largo inventario gastronómico boyacense que a propios y visitantes mantiene bastante repuesticos.
Bendita la tierrita de la gente buena, trabajadora, hospitalaria y sencilla del Altar de la Patria.
Por Lizardo Figueroa