LUCHA DE CLASES Y CLASES DE LUCHA

Por Manuel Álvaro Ramírez R.
El cuatrienio del Gobierno del Cambio pasará a la historia como un período convulsionado en el cual se pusieron en evidencia muchas improntas de la sociedad colombiana. El Gobierno se caracterizó por poner al descubierto primero que todo, que para gobernar se necesita mucho más que ganar unas elecciones, porque la oposición no tiene tampoco la capacidad de admitir que fue derrotada y echa mano del poder judicial, de los medios que actúan como partido de oposición, de funcionarios incrustados en el mismo Estado y de contrapoderes que incluyen grupos armados dispuestos a crear el caos si eso les garantiza obtener lo que no pudieron lograr en las urnas.
Además, quedó demostrado que el fraude es una práctica usual como se evidenció en el reconteo, cuando se recuperaron más de 400,000 votos, aparte de la forma en que se diseñó el tarjetón. El Pacto Histórico probó que tenía derecho a varias curules adicionales a las inicialmente reconocidas como a la postre se tuvo que aceptar.
Los historiadores en el futuro, netos de la retórica propagandística, notarán que a ningún presidente se le persiguió con tanta saña por parte de los medios ni se le levantaron tantas calumnias de forma infame e impune. El Presidente, de manera inteligente, no responde a todas las injurias consciente de que muchos simplemente son aparecidos de última hora en busca de notoriedad.
A este gobierno hay que agradecerle que puso a la gente a discutir sobre sus derechos, a ser consciente de que su poder está en la movilización, en las calles, que la participación va mucho más allá del voto y que sus problemas tienen que superar lo que practica la derecha de tiempo en tiempo: tamales, ladrillos, tejas, cemento o materiales de construcción el día de las elecciones, para que por ese día sacien el hambre y luego condenarlos otros cuatro años de penas y miseria.
Nos ha revelado también la capacidad de los medios de instalar relatos en una sociedad alienada con los realities, especialmente en un grupo que se ha ganado el mote de “capitalistas de 48 meses” en el sentido que se creen de clase media porque tienen acceso a un carro y a una casa que pagan a crédito, pero se horrorizan si los comparan con el estrato de donde salieron.
Adicionalmente, a Petro hay que agradecerle que sentó cátedra en materia de gobernar con una oposición feroz, despiadada, pobre en argumentos, pero con el poder suficiente para intentar borrarlo de la esfera política incluyendo la eliminación física acudiendo para ello a peligrosas bandas del bajo mundo, porque en vista de lo duro de roer que resultó ya ni siquiera se preocupan de guardar las formas o las apariencias.
Gracias a Petro se puso sobre el tapete la basura que otros mandatarios preferían esconder bajo la alfombra. Fue así como se le mostró a la gente que las EPS no son entidades que atienden pacientes sino mecanismos de intermediación financiera diseñados de forma maquiavélica para que familias encumbradas en lo social, se apropiaran de los recursos de la salud sin tener que rendirle cuentas a nadie y tener el descaro de que cuando se puso al descubierto la práctica dolosa, argumentar que la única forma de resolver el problema era inyectando más recursos al putrefacto sistema.
En esta misma línea, nunca antes se había visto tan claro la lucha de clases descrita por Marx hace más de 150 años y explicada por Petro a cada rato, lo que le valió que el odio de la clase dominante creciera de manera exponencial y ya sin más infamias que endilgarle, lo único que se les ocurre es acusarlo de incentivarla, como si éste la hubiera inventado y patentado. Pero que hay odio de lado y lado es innegable, no hay, sino que ver la crispación con que se expresan los voceros de la derecha para sentir que realmente no sólo odian a Petro sino a todo aquel que no pertenezca a su círculo, mientras del otro lado las expresiones de los sectores populares no se quedan atrás en materia de improperios.
Para la derecha Petro es un error que hay que subsanar, para nosotros es un referente histórico del que muchos van a tener que aprender si no quieren perecer en el intento de gobernar un país gangrenado por la codicia, la corrupción y la violencia.