NO ME VAYA A MANDAR A MATAR

Por: Manuel Álvaro Ramírez R.
“No me vaya a mandar a matar” le gritó la senadora del Centro Democrático, Paloma Valencia a su colega y adversario político Iván Cepeda Castro. Ella es consciente de que en este País cuando a alguien lo van a matar, lo matan así pida clemencia y sabe además que una persona como su colega jamás daría semejante orden, pero pinta perfectamente el perfil de la agresora que domina la técnica de injuriar y calumniar sin consecuencias, aparte de que no conocen otra forma de oposición diferente a la eliminación física del adversario, como lo han hecho durante siglos.
No senadora, a Usted Iván Cepeda no la mandará a matar jamás. En cambio, si como es bastante probable el aludido se convierte en el próximo presidente de Colombia, sí habrá personas muy allegadas a su talante político que harán todo lo posible para borrarlo del mapa, lo que incluye el asesinato como lo hicieron con su padre, el también senador Manuel Cepeda Vargas. Con Petro no han podido, no porque les hayan faltado ganas sino porque sus servicios de inteligencia se han movido más rápido que sus amigos, Senadora, o por lo menos sus simpatizantes.
En este orden de ideas, nunca se encontrará un memorando donde su admirado jefe político instruya que había que matar por ejemplo al profesor Alfredo Correa de Andreis, sino unas alusiones a profesores subversivos con conexiones de FAR, como él lo pronuncia, que se escudan en la profesión docente para adoctrinar a la juventud. El resto corría por cuenta de los organismos de inteligencia que, traducían el mensaje cifrado, elaboraban las listas y las pasaban a los encargados del trabajo sucio y de borrar los rastros.
Agredir verbalmente es una de las tácticas recurrentes de la derecha ante la pobreza de argumentos y la falta de imaginación para dar debates con la altura que se esperaría de esa corporación. Y a decir verdad sin necesidad de que alguien las mande a asesinar, su muerte política quedó en evidencia en la última encuesta de Invamer en la cual la temerosa de que Iván el terrible la mande liquidar, apenas asoma la cabeza con una intención de voto de 1,1%. Será entonces menos vergonzoso decir que se retira antes de que la asesinen y no aceptar que su nombre causa repudio entre los electores.
En Colombia, de manera muy folclórica se fabrican culpas sin necesidad de aportar ninguna prueba y así tenemos a un sector que cree sinceramente que a Miguel Uribe Turbay lo mandó matar el Presidente, quien, según la narrativa construida gratuitamente, se fue hasta Manta en el Ecuador a drogarse, eso se da por descontado, y de paso a contratar al sicario. Y hay personas que lo creen, el relato una vez sembrado es imposible removerlo de ciertas mentes bastante vulnerables. Pero por desgracia tampoco es patrimonio exclusivo nuestro y ya se ha visto como el presidente norteamericano Donald Trump graduó a su homólogo de Venezuela como el líder del imaginario Cartel de los Soles, contando sólo con su muy díscola intuición como fuente para respaldar su temeraria acusación. Pero lo peor no es que lo diga, sino que hay gente que realmente lo cree.
A veces uno se pregunta por qué la beligerancia de la derecha no está solamente de la 72 hacia el norte, en Bogotá, El Poblado y Laureles en Medellín, Ciudad Jardín en Cali, o El Prado en Barranquilla, sino que también la encuentra en Bosa, Kennedy o Ciudad Bolívar, las comunas de Medellín, Manrique, Agua Blanca, Siloé o el barrio Rebolo en La Arenosa. Por qué, repito, si el fascismo que desprecia al pueblo y lo considera no sólo una clase inferior sino una especie de lastre que a duras penas logra diferenciarse de los animales, tiene buena parte de sus defensores en esos sectores discriminados y excluidos.
A este respecto y para corroborar la anterior afirmación, sus ideólogos elaboran unas narrativas enrevesadas a cuál más. Por ejemplo, Laureano Gómez, uno de los teóricos relevantes de esta ideología escribió lo siguiente para describir la sociedad en general, aunque se refería específicamente a la colombiana:
“la sociedad semeja una pirámide cuyo vértice ocupa el genio, si existe en un país dado, o individuo de calidad destacadísima por sus condiciones intelectuales […] Por debajo encuéntrase quienes, con menos capacidades, son más numerosos. Continúa así una especie de estratificación de capas sociales, más abundantes en proporción inversa al brillo de la inteligencia, hasta llegar a la base, la más amplia y nutrida, que soporta toda la pirámide y está integrada por el oscuro e inepto vulgo, donde la racionalidad apenas aparece para diferenciar los seres humanos de los brutos”.
Hay que señalar que, aunque no introdujo en su descripción en forma explícita, que la base de la pirámide está compuesta por los estratos bajos, la capacidad de raciocinio es muy deficiente en todos y no sólo en los más pobres. Otra cosa es que el dinero ayude a enmascarar la ignorancia. Por tanto, Senadora, Iván Cepeda no será quien la mande a Matar. Usted morirá, esperamos sinceramente, de muerte natural rodeada de los suyos y muy lejos de su pueblo al que nunca supo o quiso representar, pero a costa del cual han vivido holgadamente Usted y los suyos por generaciones gracias a su trabajo y sus tributos.


