Opinion

PAPELÓN

Por Rafael Antonio Mejía Afanador

Ya han sido varios los párrafos dedicados a nuestra ‘gran’ prensa, pero qué le vamos a hacer. Cuando toca toca, dijo don Virgilio.

Cuando niño, recién comenzado el bachillerato en el IBTIMI de Paz de Río, recuerdo que mis profes Emilce Sánchez de Pérez y Esther Villamil Pico nos exigían el suplemento dominical de El Tiempo. En mi casa era bastante normalito el asunto porque mi padre tenía suscripción y para mí siempre era un gusto leer los artículos literarios y por supuesto, las aventuras, que leía yo desde el sábado en la droguería de don Constantino Riveros. Nos íbamos con Carlos, hijo del señor Riveros y en el diván donde atendía el doctor Héctor Gómez Triviño le dábamos bote a las aventuras del domingo y de paso a los cómics que polvorientos llegaban al pueblo vía expreso Paz de Río. Cuando terminábamos con Dick Tracy, Tarzán, Roldán el temerario, El Fantasma y demás súper héroes, le metíamos muela a algo de la literatura que venía en el suplemento. Bueno agregar que los dibujos eran de una plumilla artística, estética y visualmente agradables, espectaculares, no como esos esperpentos de pesadilla que dibujan ahora.

El primer día de la semana era obligatorio llevar el suplemento. Como todos no lo llevaban, repartíamos las páginas entre todos y trabajábamos en grupos. Lo importante era leer, comentar y escribir. Dicen por ahí que ahora no se les puede obligar a los criaturos a salir de la ignorancia porque si les dan para revistas, libros o periódicos no les alcanza para el celular, los audífonos y otras cositas. Profesor que tenga la audacia de pedir un libro corre el riesgo de ser acusado ante las autoridades educativas. Y la acusación corre serio peligro de prosperar.

El quid del asunto es que si antaño los profesores le exigían a uno llevar ese material de lectura era por una razón: el periodico era Res-pe-ta-ble, así, con mayúscula.

Decía, y con toda la razón Ryszard Kapuściński que para ser buen periodista primero hay que ser buena persona. No quisiera dudar del honor y la integridad de una persona, pero qué puede uno pensar cuando un periodista afirma sin colorearse (y menos ofrecer disculpas) que la madre de un chico asesinado y cuyo cuerpo apareció en la escombrera, Medellín, pudo llevar el cuerpo y enterrarlo ella misma para hacer quedar mal a un gobierno anterior. Qué puede sentir un ser humano que se burla de manera ignorante de conceptos como los ríos voladores del Amazonas o el famoso gas by wire. Aquí se los dejo: “El concepto no consiste en que el gas viaje físicamente por un cable, porque eso es imposible. El gas se transporta por tuberías o en forma licuada” aclaró un experto. “Lo que sí es viable, explicó, es transformar el gas en electricidad en el lugar de origen y transportar esa electricidad a través de cables hasta el sitio de consumo”. “Este método es utilizado en la industria energética para aprovechar recursos como el gas o el carbón de manera más eficiente y económica.” Fuentes: interelectricas.com.co, riogrande.com.co.

La vaina es que el periodismo está para informar de la forma más veraz y equilibrada posible y orientar a la opinión pública. El capital más importante de un medio de comunicación es la credibilidad. ¿Usted se subiría a un avión si un sujeto que dice tarugadas y estupideces le dice que se suba sólo porque tiene el uniforme de piloto?

La crisis de credibilidad de los grandes medios le hace pensar a uno que lentamente se están haciendo el harakiri. Para completar, la sal se corrompió: Don Fidel Cano Correa, heredero de la casa El Espectador, (lo único rescatable que queda) no fue capaz de ofrecer una disculpa seria sino una exculpación babosa al autor de un artículo (Leonardo Botero) titulado “Tropa” de influenciadores de Petro se mueve con el erario y se agita para la campaña” donde generaliza (acto estúpido y temerario) y mete a Raimundo y todo el mundo dentro de un mismo costal. Algunos afectados ya hablan de amenazas. Y uno sabe que, en este país, una amenaza es cosa seria. O si no que lo diga la familia del líder campesino Josué Castellanos quien coincidencialmente fue asesinado después de que una periodista llamada Diana Saray (adivinen: de Caracol) dijo que la plataforma de Castellanos, Movimiento Centro – Oriente “era el brazo político del ELN.”   

Si quienes fungen como adalides de la verdad dicen mentirillas o verdades a medias ¿qué puede uno suponer? ¿Serán buenas personas?

Siempre, un profesional de la prensa debe tener en cuenta que la palabra escrita o hablada es una de las armas de influencia más poderosas tanto en los niveles particulares como públicos. En el plano público, a través de la palabra se ganan votos, se propagan ideologías y religiones, se informa con veracidad o de manera tendenciosa. Existen intentos de moderar en ese espacio público el uso de la palabra con conceptos legales como el derecho a la honorabilidad o los delitos de difamación o injurias. Mediante la palabra podemos enseñar, informar o engañar, seducir o insultar, motivar o humillar, hacer reír, llorar o hasta suicidar. Podemos hacer mucho bien o mucho mal. Nuestra ética nos debe guiar en su uso. Podría afirmarse que, en este momento, 2025, el papel de la prensa no es más que un papelón.  

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