Opinion

PLATA ES PLATA, DIJO FICO

Por Rafael Antonio Mejía Afanador

Los colombianos, y en general los latinoamericanos, somos muy dados a comportamientos negativos que a algunos les resultan folclóricos: no tomamos el bus en el paradero, sacamos la basura cuando nos provoca, nos saltamos olímpicamente la fila, ponemos la música en el carro al volumen que nos parezca, a la hora que queramos, o somos abierta y desconsideradamente incumplidos. Más o menos como cierto presidente.

Por estos lares es válido citar a alguien a las 3:00 PM y llegar a la media hora, a la hora y media o, simplemente, no llegar. Y si quien cita es jerárquicamente superior, pues de malas, le tocó aguantarse y perder su tiempo. ¿Alguien ha sacado una cita médica a las diez de la mañana y que lo atiendan a las diez?

Solía decir el bueno de don Grabiel, mi padre, que “llegar diez minutos antes es llegar a tiempo, llegar sobre la hora ya es llegar tarde y diez minutos después, mejor no llegar”.

Recuerdo acompañarlo a sus citas con políticos, subalternos, amigos o usuarios de la Acción Comunal en la cafetería Los lagartos (adivinen por qué la llamaban así), a media cuadra de la gobernación, en Tunja. Pedía dos tintos, sacaba su pielroja y a los diez minutos exactos, de forma parsimoniosa doblaba El Tiempo, lo planchaba cuidadosamente con la mano hasta que quedaba más delgado que cuando nuevo y me decía: “Rafa, eche que fulano ya no llegó”; se levantaba del puesto y arrancaba para la oficina mascullando “eso sí, yo le advertí que la cita era a las ocho, no a las ocho y diez”.

La verdad, yo de niño no era la mata del cumplimiento. Era folclórico para incumplir… hasta que en la escuela me enseñaron cómo es que se cumple. Alguna noche de 1971 o 72 había caído en Paz de Río tremendo palo de agua, tanto que la cancha de la escuela se inundó por enésima vez y el agua bajaba hacia el parque por la calle aledaña al comisariato de acerías hasta llegar al parque. Imagínense, ¡quién iba a resistirse a una competencia de lanchas voladoras en las que nuestra imaginación convertía los palos de paletas!

Entre chiste y chanza se nos fue volando, no las lanchas sino el tiempo: cinco minutos que nos pusieron a echar trote hasta la escuela y con la lengua afuera ver que la puerta se cerraba chirriando… de forma leeeenta y diabólica frente a nuestras narices hasta que purrundún, estábamos por fuera mirando cómo los demás, en perfecta formación, ingresaban a sus salones…

…De pronto, lenta y diabólicamente comenzó nuevamente la puerta a chirriar y apareció de cuerpo entero nuestro comité de bienvenida: el profesor Tobías con el “doctor correa” en la mano. Cada uno de los seis o siete que llegamos tarde tuvimos que hacer una ignominiosa fila con los pantalones hasta las corvas y las manos sobre el andén hasta que ¡zuácate! nos descargan semejante correazo. Como diría mi amigo José Manuel Medina: “¿Saben cuándo volví a llegar tarde? ¡Nunca! y nunca es nunca”.

Lo maluco de ese ‘estilo’ de aprendizaje es que la gente se acostumbra a que si no es con el rejo, no camina. Y a largo plazo, esta situación se puede volver caótica, cansona y la cosa empieza a funcionar al revés.

Siempre, en cualquier circunstancia de la vida, lo mejor es poner límites, dialogar, negociar, llegar a acuerdos y sobre todo, prevenir. Y eso es lo que casi nunca se hace. Y parece que en nuestra civilización occidental se impone ese estilo de alcahuetear, vigilar y castigar. Para los que les huele a Foucault, pues sí, me estoy copiando de Foucault, quien criticaba el panoptismo, término con el cual establecía cierto paralelismo entre el sistema penitenciario y el educativo.

A mí también los colegios me parecen cárceles, pero bueno, eso es harina de otro costal. Adonde quiero llegar es que se inventaron un nuevo sistema de vigilancia, no para prevenir accidentes, ni heridos ni muertos: es para sacarnos más plata. En un país alcabalero como este, que en época de Duquecito querían meternos una reforma tributaria que nos iba a poner a pagar IVA a los sepelios, da risa que nuestras honestas diligentes autoridades planeen acabar con los accidentes de tránsito ¡a punta de cámaras! Eso no se lo creen ni ellos. Lo de la prevención, para ellos es colateral, lo importante es el recaudo, no nos digamos mentiras.

Esas dichosas cámaras (que a Sogamoso no pudieron llegar) deben tener ciertos requisitos para poder operar (o como dirían ellos, “facturar”). Son varios los requisitos para que estas cámaras de detección funcionen de manera legal.

La mitad de las cámaras no tienen autorización legal para operar. Es decir están atracando a la ciudadanía, creo que es el verbo perfecto. Otras andan con los permisos vencidos, lo cual es otro atraco. Esos comparendos son impugnables, lo malo es que la tramitomanía y la perdedera de tiempo a veces resulta peor que dejarse atracar mansamente. Relájate y disfruta, decía el cuento. Pero si están dispuestos a dar la pelea, en YouTube busque el canal del señor Biter y él los orienta: https://www.youtube.com/@senorbiter

Otras cámaras están escondidas, así como en el programa de los 90, “No me lo cambie”. La ubicación de las cámaras debe ser obligatoriamente en un lugar visible precisamente para evitar que los conductores sobrepasen los límites de velocidad seguros en determinada zona. Aquí hay un dilema ético. ¿Qué es mejor, multar o prevenir? Creo que a la familia de un muerto no le importa si al causante de un accidente le sacan equis cantidad de salarios mínimos en multa. Prima la vida. Si los genios que esconden las cámaras las ponen en un lugar visible y señalizado como habla la Ley 1843 de 2017, tal vez la multa se pierda, pero la vida se salva. Parece que la consigna es “plata es plata”.

Lamentablemente en Colombia las autoridades se preocupan más por las multas que por las consecuencias de la falta de prevención. Parece que Sogamoso es una honrosa excepción, con campañas de prevención, comenzando, como debe ser, por los niños. El reconocimiento de la Federación Colombiana de Municipios y el Consorcio Simit de los Andes se otorgó por los constantes operativos contra los ebrios al volante y por garantizar una movilidad segura para los sogamoseños. Felicitaciones al comandante operativo, el sicólogo Juan Pablo Mesa Chaparro.

Pregunta chimba: ¿Sabían ustedes que la concesión BTS devuelve 87 KM de carretera, pero se quedan con el peaje? Oído por ahí: se llevan la carne y nos dejan el hueso. ¡Bonito así!

Pregunta chimba 2: ¿Qué supone uno de una persona que se ufana de tener ‘certificados de buena conducta’ expedidos por delincuentes cuyos nombres aparecen precedidos de unos “alias” bastante terroríficos y creativos?

Pregunta chimba 3: ¿Qué pensaría usted de un mandatario que le pone aranceles a una isla donde sólo habitan pingüinos? Una locura, ¿verdad?

Pregunta chimba 4: ¿Por qué cogieron a Boyacá de palito de orinar? Cada vez que los parameros, camioneros y ahora los señoritos de Gensa o cualquiera que sienta (con o sin razón) vulnerados sus derechos sale la amenaza de trancar la carretera. Votaron por Gaviria, Pastrana, por Uribe dos veces, votaron por Santos y ahora la culpa es de otros. Chévere. Para los incrédulos: dé clic AQUÍ

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