Reportajes

Santiago Rodríguez: Un “Alfarerodescendiente” de Ráquira

Por: María Fernanda Saavedra Mejía

Santiago Rodríguez Ruiz se define como un “alfarerodescendiente” de la tradición cultural de Ráquira, donde su familia ha practicado la alfarería desde la época colonial. Lo aprendió como un medio para subsistir y pagó sus estudios con este oficio. Aunque nunca imaginó que su vida se desarrollaría entre el derecho y el arte, siente que todo encaja bien.

Lo que nos une a nuestros ancestros es la conservación de sus tradiciones, y aunque en pleno siglo XXI sigamos hablando de nuestros antepasados, esto cobra una relevancia especial. En un mundo cada vez más tecnológico, donde incluso el arte se ha transformado de lo material a lo digital, cabe preguntarse cuál sería el sentido del arte si no fuera ese medio para exponer el sentir de un artista. Sin embargo, al referirnos a lo ancestral, a lo que emana directamente de las manos, pienso que quien no ha visitado Ráquira, Boyacá, para observar en persona el trabajo en arcilla, no ha comprendido del todo lo que significa reconocer esas tradiciones familiares que se quedan impregnadas en la cultura, tal vez, nace la reflexión que en cada uno de nosotros, hay un artista interior esperando ser descubierto.

De esta manera, nos referiremos a Santiago Rodríguez Ruiz, abogado de profesión que alterna las leyes con una tradición ancestral: la alfarería, el arte en barro. Vive en la vereda La Candelaria del municipio de Ráquira, donde tiene tanto su taller como su oficina legal. Sus días transcurren entre las leyes y la arcilla. Sin embargo, se mueve entre Boyacá y Cundinamarca; en este último departamento, tiene una oficina en Ubaté. “Un día normal para mí es estar entre el taller y mi trabajo como abogado. Trato de dividirme entre estas actividades. Gracias al litigio, tengo la oportunidad de estar cerca de mi taller, desde mi casa con frecuencia”.

Foto: Santiago Rodríguez

Hablar de arte con este abogado-artista-alfarero es como dialogar con cualquier profesional de las artes. Me recuerda mucho algunas conversaciones que tuve con el maestro Antonio Caro, quien ahora está en otro plano. Aunque, no puedo dejar de pensar en el arte conceptual y en la revolución que supuso incorporar la reflexión en el arte. Ser artista requiere que en sus venas corra el deseo de proponer, cambiar, contrarrestar o aportar sentimientos y conceptos a través de las artes.

En Ráquira aún se conservan las tradiciones. Cuando visitas el lugar, encuentras el olor a barro y los colores de un pueblo que parece una galería de arte al aire libre, donde Santiago representa una cultura marcada por lo tradicional, y para él, ser alfarero es una forma de arte. “En Ráquira junto a un colectivo de artistas y artesanos colaboramos, junto con mi familia, en un proyecto llamado Patio de Bruja. Aclaro que esto involucra a muchas personas; nosotros participamos en calidad de colaboradores, en la parte pictórica y gráfica de todo el proyecto. Creamos unos tótems inmensos con pictografías evocativas de las culturas muisca, inca y azteca, además de algunas formas contemporáneas”.

Foto: Citix Turismo

Paradójicamente, Santiago, como expresa, no ha tenido la fortuna de exhibir una pieza en un espacio público de su municipio. Además, para comercializar sus obras, el mercado local no estaría dispuesto a pagar lo que él considera que realmente vale su trabajo. Sus clientes están fuera de Ráquira, o bien, los que se encuentran en el municipio no son oriundos.

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Hablando de sus manifestaciones, recuerda su primera exposición, que consistió en una pieza de dos manos haciendo una olla, ambas hechas de barro.

-De alguna manera, se puede distinguir que la mano y la olla tienen diferentes condiciones físicas, pero están hechas del mismo material. Presenté esta obra en una Bienal local, y no pasó nada. No recibí ninguna respuesta y no me la devolvieron. Hice el esfuerzo de recogerla, pero un tiempo después decidí replicarla. A partir de eso, un curador me invitó a una exposición colectiva en Neiva, Huila, en el año 2015, y desde entonces mi obra comenzó a transformarse, a ser visualizada en diferentes espacios. A partir de ese momento, empecé a buscar espacios públicos-.

Santiago se refiere a la importancia de los espacios que para él “Todos” son importantes. Ha tenido la oportunidad de exponer en el Museo Nacional de Colombia de forma colectiva con otros artistas y sueña que su obra trascienda. “Sueño sobre todo que nuestro trabajo hecho en ráquira este en el ojo del mundo, que tenga la misma importancia de cualquier trabajo hecho con otro material”.

No duda en hacer una aclaración cuando se habla de arte. “Pasa algo muy curioso con el arte. Tengo, de hecho, bastantes amigos a quienes aprecio; pero siempre he manifestado que prefiero a mis colegas abogados antes que a otros artistas. Considero que es un gremio bastante difícil”. Me habla de los conflictos legales o filosóficos que un actor jurisdiccional puede resolver, pero cada artista tiene un mundo diferente en el que nace y muere con ellos. “Es difícil conciliar ese montón de mundos”, y entre risas, como lo haría un artista, refiere que para entenderse en ese gremio se requiere algo especial. “Tengo grandes amigos, y tienen una hostilidad curiosa, que se basa en pura retórica”.

Santiago sabe que lo que hace es “figurativo”, afirma que sin cierta destreza, más bien tiene una práctica de años, y nos puede hablar de la admiración que tiene a referentes como Damien Hirst o Banksy. “Lo que hago contrasta bastante como más relacionado con lo tradicional, artesanal, pero no descuido ese tipo de cosas que son nuevas y generan también reflexiones bastante interesantes”.

Apasionado por el cine, alcanzó a incursionar con algunos audiovisuales, pero definitivamente su tradición cultural lo llamó a que a través de sus manos desplegará la convicción ancestral con el barro, ese que no nació ayer, sino ya más de 600 años a.C.

“Hubo un tiempo en el que deseaba ser director de cine; incluso incursionamos en algunos proyectos audiovisuales. Pero, bueno, siempre estuvo presente la cerámica y la arcilla, ya que nací y crecí en Ráquira. La arcilla estaba siempre a la mano y en el contexto de mi vida. Así que comencé a trabajar para la industria artesanal, vendiendo diseños”.

Manifestaba Santiago, mientras al fondo resonaba música mexicana, aquella que se escuchaba en los pequeños municipios, donde la cultura azteca se entrelaza con la nuestra. Mientras me sumergía en ese sonido que evocaba la infancia en el campo y las tradiciones que rara vez recordamos en la ciudad, Santiago retomó la conversación. “La gente acudía a mí para que les hiciera una ‘materita’, una alcancía, la última mascota del mundial o un dibujo animado. Así fue como empecé a entender la arcilla, a trabajarla y a adquirir destreza”.

Volviendo al cine, ha diseñado y ejecutado modelos para importantes festivales de cine en Boyacá como los premios Villa del cine. Santiago explica la figura del Tunjo, que  utilizó para estos premios un trabajo precolombino.

Foto: Oldilere Audiovisual

“Es una cámara Super 8, como las primeras filmadoras que salieron en el mercado, pero fueron las primeras cámaras con las que los directores de cine, incursionaron en el tema”. Y sin olvidar el cine, me habla de lo íntimo que fue este diseño bajo la referencia de una película de David Lynch “Mulholland Drive», en la que sale un “personajillo» con una cámara, fijada en su ojo que para él es bastante impactante. De ese personaje sale un tunjo, (figura antropomorfa o zoomorfa elaborada por los muiscas). “Ese premio lo propuse en las primeras versiones, pero fue como en dos o tres versiones después, que incluso, decidieron hacerlo parte de la imagen del festival y se convirtió en insumo del mismo. Fue algo muy lindo que lleva bastantes años, sirve para celebrar el talento y se conjuga con ese mundo del cine, que me fascina”.

Su obra no acaba con el espectador

“Me di cuenta que era más barato trabajar con arcilla y modelar, además, la obra no era fungible”. “¿Fungible?” me pregunto, Santiago explica el término, que en el contexto legal se refiere a algo que “se consume con el uso”, y cómo este término lo vuelve una reflexión artística.

“Es decir, la obra no se agota con el espectador como ocurre con el cine; sino que ocupa un espacio. Me empecé a interesar por el monumento. Aunque algunas piezas han sido grandes, me gusta mucho que el tema sea algo público”. Santiago me cuenta sobre un mural que realizó a la entrada de Tunja con un grupo de artistas.

Lo que hicimos en Tunja fue un mural hecho con residuos de tiestos, es decir, con los fragmentos de tiestos rotos que se dañan en Ráquira. Los acomodamos uno por uno, de acuerdo con los colores y texturas. Creamos algo pictórico en colaboracion con el artista, Eduardo Bultrón, que trabaja con el tema del reciclaje. El mural celebra la cultura campesina y la música, con el maestro Jorge Velosa. Está ubicado en el camino a Villa de Leyva, en la antigua estación del tren-.

Y sin escatimar palabras, ya a lo moderno, Santiago me habla que este mural  había tenido “visualizaciones y alcances diarios en la vida real”, y luego de un par de risas habla que su formación es totalmente empírica. “no he ahondado en ese tema de formación académica, salvo lo que le gusta a uno o uno aprende, o las referencias que uno tiene y esas mismas son las que uno consigue al indagar, pero de una forma muy sincera; o sea sin pretensión académica, sino porque realmente me gusta”.

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La alfarería

Nuestros antepasados trabajaban figuras de hombres y animales, se puede decir que estas fueron algunas de las primeras manifestaciones del ser humano. En Egipto, Medio Oriente, India y parte de China, donde se inventaron los hornos, se producían cerámicas de alta calidad con superficies barnizadas, un avance que coincidió con la invención de la fundición de metales.

Los alfareros de Grecia y Roma elevaron este oficio a un nivel artístico y sofisticado, mientras que en China, la alfarería se convirtió en una práctica espiritual. En Latinoamérica, hablando de lo nuestro, los indígenas descubrieron este oficio observando cómo los niños jugaban con el barro y lo solidificaban al sol.

La arcilla que se encuentra en Ráquira es rojiza y, como sostiene Santiago, es “endémica”. En diferentes lugares hay distintas arcillas y condiciones químicas. Santiago no olvida explicarme que con este material se pueden hacer trabajos decorativos y funcionales, que van desde la creación de máquinas y cohetes hasta partes de motores. En Ráquira, la abundancia de este material que Santiago califica como “noble”, ya que soporta altas temperaturas. “A esta arcilla no hay que añadirle más aditivos; al final, es como una arcilla en su forma más salvaje. Usó el término ‘salvaje’ porque no ha sido procesada con químicos ni aditivos en los procesos convencionales”.

Resignificar los materiales

Santiago no se enfoca en nada específico al realizar su obra; sin embargo, sabe de la importancia de honrar sus orígenes, a sus paisanos y a las tradiciones. Explica que desea “resignificar estos materiales abundantes en algo bello”. “Digamos que algo que aprendí a sortear con el trabajo es que lo que te imaginas dista bastante del resultado. Al principio era frustrante, pero ahora juego con las miles de posibilidades que el trabajo ofrece, mientras tú lo imaginas y lo vas realizando”.

Mientras me explicaba el proceso de la arcilla, pude imaginar lo importante que es, la paciencia. Por supuesto, hay que tener esa cualidad. “Es interesante porque en el modelado tienes que combinar diferentes técnicas de volúmenes. En algún punto debes desbastar como si estuvieras tallando; hay un momento en el que la arcilla se pone como cuero, que es el momento más complejo: hacer los detalles”. Las piezas pueden tardar meses en completarse, pero Santiago expresa que es “conchudo”, refiriéndose a las condiciones naturales y ambientales. Explica que uno de los desafíos es evitar que la arcilla se seque, para poder trabajarla adecuadamente.

“Si son piezas grandes, tienes que trabajarlas de forma escalonada, de acuerdo con unas etapas, poco a poco, hasta irlas levantando mientras lo primero seca y lo otro se puede edificar en el mismo modelo”. Los ambientes húmedos no permiten que la pieza seque adecuadamente, por lo que la arcilla es “caprichosa”, según Santiago. Es un trabajo íntimo, en el que das forma de acuerdo con tus búsquedas y deseos. “Algo bastante curioso es que en la arcilla convergen varios elementos: tierra, agua, aire (secado) y fuego (la cocción)”.

Es una ceremonia solemne. “La pones al fuego o al horno para cocinarla o fundirla, teniendo en cuenta que esos componentes presentes en la tierra se convierten en arcilla roja. Con el temple y el sonido al ser cocinada, es un proceso bastante solemne porque es como un rito. La entregas y la caldeas con un fuego suave hasta que alcance su punto, momento en el que todo se funde y alcanza su culminación para convertirse en cerámica”.

Dentro de estos procesos, lo curioso es que el alfarero no sabe si la pieza va a salir bien o si podría explotar. “Esos caprichos que tiene la arcilla al agrietarse son bastante lindos y forman parte de esas cicatrices que todos cargamos, esas grietas que hacen parte de los procesos, tal cual como en la vida”.

Pensando en las “grietas” y en el arte, Santiago no ve una grieta como un defecto en su obra; más bien, la considera un regalo de lo que él llama “contingencia”.

“Nadie la puso ahí; fue un conjunto de condiciones que hizo que apareciera en ciertas partes de la escultura. Algunos podrían llamarlo un problema de arcilla, pero yo la defiendo a morir”. Expresa que hace parte de la pieza siempre y cuando no comprometa su estructura. En el peor de los casos, se resana, pero trata que eso sea lo menos invasivo posible. No le gusta mezclar lo sintético, ya que la arcilla que trabaja no necesita pintura. Como él expresa, “ese color es tan especial que no hace falta nada más”.

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Trabajo de una cultura campesina

Mientras escribía estas líneas, Santiago ya había sido convocado para una importante exposición. Su obra Mujer con Aretes fue seleccionada para la exposición regional Boyacá y Cundinamarca del VIII Salón BAT de Arte Popular, organizado por la Fundación BAT, que tiene como lema “Colombia: Diversidad Cultural y Natural”. Santiago ya me había hablado de su identidad como “alfarero descendiente”. Su trabajo destaca por tocar temas de la tradición alfarera a través de elementos recurrentes en su obra, ofreciendo un espacio para nuestra cultura campesina.

Imagen: cortesía Salón de Arte Popular

Observar su obra es como trasladarse al campo: el trabajo de esas manos campesinas reflejando tradiciones, arte cultural y la riqueza de Boyacá en las manos de nuestros abuelos. “Las formas campesinas, ruanas, sombreros, exploran temas universales en referencia a la escultura clásica”, señala Santiago acerca de su trabajo.

Hablamos un poco sobre las aves, no en el contexto de avistamientos, sino en relación con aquellas que aparecen en parte de sus piezas. Estas aves, que a menudo son de color azul, están inspiradas en el poema El pájaro azul de Charles Bukowski. Este poema es una metáfora que posiblemente habla sobre el ocultamiento y la mejor versión de nosotros mismos, Santiago lo explica como “los motivantes del proceso creativo”.

A través de ese pájaro en sus piezas cuenta que este elemento ha suscitado muchas reacciones: “Lo interpretan como si fuera el Espíritu Santo o algo que representa pasividad, tranquilidad o evocara la naturaleza. A través de estas interpretaciones, se genera un diálogo con el espectador, quien aprecia y contempla las piezas”.

Santiago ejemplifica cómo la herencia cultural y la experiencia profesional se entrelazan para formar una visión única y multifacética del arte. Su viaje desde la alfarería tradicional hasta el ámbito legal y artístico demuestra que las habilidades y conocimientos de distintas áreas pueden fusionarse para crear un trabajo significativo y auténtico.

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