Opinionpor: Rafael Mejía A.

Valle de huecos

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“¿Cómo hacer que este valle de huecos no suba más por mí?” Luis Alberto Spinetta – Músico y poeta argentino

Lo que pomposamente quedaba en el Valle de Iraka, la Roma de los chibchas, ahora queda en un valle de huecos. Es increíble la desidia, la indolencia e ineptitud de esta administración en manos del señor Rigoberto Alfonso Pérez, un veleidoso activista que aparece en redes sociales como si la campaña para la alcaldía no hubiera terminado hace bastante tiempecito. Por favor, alguien que le avise.

Las calles de una ciudad son como la sala de recibo para propios y extraños, y lejos de ser un dicho, es una realidad, pues por allí transitan, sobre todo, quienes viajan a estas hermosas tierras en plan de turismo y tienen que encontrarse con unos cráteres que parecen obra de coyotes mexicanos: uno se va, literalmente, por el hueco.

El peligro de estas trampas es que están en sitios aparentemente bien pavimentados y aparecen repentinamente ante nuestros ojos, con lo cual quedan cuatro escenarios posibles: Uno, frenar bruscamente y el que viene durmiendo en el carro de atrás nos golpea violentamente. Dos, dar un timonazo repentino, con el riesgo de causar un accidente si otro carro, moto o bicicleta viene al lado. Tres, coger el hueco y visitar a nuestro mecánico de confianza para que nos arregle desde los rines hasta la suspensión y cruzar los dedos para que no se presenten lesiones. Y cuatro, cerrar los ojos y encomendarnos a San Rigoberto bendito.  

Si bien es cierto que todas las calles del planeta son susceptibles a la aparición de huecos (a excepción de las calzadas romanas que después de 2.000 años siguen dando de qué hablar), también lo es que el invierno, el alto tráfico que excede los diseños y la mala calidad de los materiales hacen que estos peligros se conviertan en parte del paisaje. Pero, sobre todo, la corrupción y la falta de planeación causan que quienes pagamos impuestos cumpliditos, tengamos que ver que la ciudad que nos acogió se esté derrumbando a pedacitos, y esto es solo en infraestructura porque por otros lados, así como en el cuento de las calles, no escampa.

Como los gobernantes mediocres siempre argumentan que la falta de dinero y los gobiernos anteriores son los culpables, valdría la pena poner en infraestructura gente que tenga sentido de pertenencia por esta ciudad, que tenga ideas, creatividad, honestidad a toda prueba y sobre todo que ame a Sogamoso. Hay ideas creativas y económicamente sostenibles como la del IDU, en Bogotá en donde en un mapa y usando escalas de colores, identificaban en estado de las calles: el color verde identifica las vías que sólo requieren de mantenimiento rutinario (sello de fisuras); amarillo, las que se encuentran en estado aceptable y requieren mantenimiento rutinario y periódico (parcheo, bacheo y sello de fisuras); naranja, que están en regular estado; y rojo, vías en mal estado, que necesitan rehabilitación o reconstrucción total, lo que implica estudios y diseños. Obvio que para esto se requiere que alguien se monte en un carro, moto o bicicleta y haga la tarea bien hecha.

¿aquí alguna vez se ha hecho sello de fisuras a incipientes huecos que se ven casi crecer ante nuestros ojos? Aquí hay un hueco que nació, creció y se reprodujo de manera satisfactoria en la carrera 11 con calle cuarta (imagen 1) y que había sido eliminado el año pasado junto con otros con el fin de que una carrera ciclística diera impresión de una infraestructura vial 1A. Pero con persistencia, este valiente hueco apareció triunfante la semana pasada y a nadie se le ocurrió hacerle mantenimiento. Mucho menos se les ocurrió hacer desde el comienzo un trabajo decente, honesto.

A lo anterior agréguenle la singular costumbre de “cajear” los huecos (ahondarlos, perfilarlos y dejarlos listos para el reparcheo, y obvio, para estallar una llanta) y dejarlos ‘orear’ durante una semana para comenzar a ponerse serios con el arreglo. El pasado jueves 16 de marzo cumplieron su primera semanita los huecos que hicieron y dejaron tirados por la carrera 11 desde la Estación Brío hacia el sur.

Qué vergüenza con los turistas que vienen a hacer el gasto por la ruta de la carne. ¿Será mucho pedir que hueco que se cajee, hueco que se tape? ¿Es técnicamente un requisito que los huecos tengan que dejarse cajeados durante ocho días? ¿Alguien de su administración es consciente del peligro que representan estas trampas? ¿Ya están listos para echarle la culpa al invierno? ¿Le gusta como se ve en este momento la ciudad que usted gobierna? (imagen2)

Claro que una humilde semana no es nada para lo que han tenido que padecer los habitantes de la carrera 9A entre calles 19 y 20. Creo que van a contratar mariachi para celebrarle sus dos primeros añitos en semejante estado de degenere. (imagen3)

Dirán algunos que el problemita es sólo para los que utilizan carro, moto o cicla. Pues no. Déjenme comentarles que en México se hizo un estudio, con seguimiento durante varios años y se llegó a una conclusión bastante interesante: “Pavimentar las calles tuvo un impacto positivo en las siguientes variables de los hogares: inversión en bienes duraderos, ser propietario de un vehículo motorizado, valorización de las propiedades, inversión en mejoras del hogar, y uso de crédito con garantías. Un análisis de costo-beneficio sugiere que los retornos económicos de pavimentar las calles superan los costos de construcción.” https://www.povertyactionlab.org/es/evaluation/el-impacto-de-pavimentar-las-calles-en-mexico

Así que para que este valle de huecos no nos ahogue, señor alcalde, diseñe una política creativa y decente a largo plazo, para que el día de mañana uno de sus nietos no se le vaya a ir por entre el hueco.

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