Opinion

AÑO NUEVO: VOLVERÉ A SER NIÑO

Por Lizardo Figueroa

Por esos caprichos del tiempo, todo indica que el calendario del 2025 será el mismo que el de 1969.

Me ilusiona saber que volveré a cumplir 12 años, con todo lo que ello implica; entonces las circunstancias maduraban más rápido a los infantes de manera que la adolescencia pasaba como un suspiro y se era adulto antes de tiempo; recuerdo ahora la vieja canción «Hágame un tiple, Maestro» del Dueto paisa Luciano y Concholón en Radio Sutatenza… «A uno no le daban nada, más que el nombre para serlo; el carriel y la peinilla, si servía como sangrero; de lo contrario quedaba igual que el bobo del pueblo y para enseñarlo a ser hombre, lo echaban pa’ los infiernos…».

1969: Estoy crecidito ya; soy un «jayanazo» como me dice mi papá, aunque imberbe aún; este año haré mi Primera Comunión, para lo cual me inscribiré en la Normal de los Sagrados Corazones; las monjas me prepararán yendo los domingos en la tarde, a cambio de los vales que de encime, redimiré en alfondoques y unos lindos recordatorios que me ganaré, alusivos a semejante acontecimiento; me comprarán muda nueva para estrenar y esperaré regalos.

Como este año voy a «ser grande»: me apartarán catre, cama y cobijas; me peluquearán sin copete; ya no usaré pantalones cortos; ya aprobé Quinto («puede promoverse al bachillerato» dice en el Certificado de mi escuela) pues ya escribo con tinta y plumero, aprendí las tablas (menos la del berraco nueve) la otra semana me matricularé en el Pedro José.

Otros juegos remplazarán las canicas, los pipos, el rumbador, el trompo y el aro; pero me toca aprender a jugar naipe y billar porque ya «seré grande».

Bueno, con pantalones largos, ya puedo tener novia, y como soy «cusme», conquistaré una niña mona que me guste; le mandaré decir una complacencia por el parlante de Gitanillo y si le dan permiso en su casa, la invitaré a unas empanadas bailables.

Le llevaré mogollas al hijo de don Martín para que me permita ir a su casa a ver por televisión la llegada del Apolo 11 a la luna.

Escuché decir que este año llevarán a excursión a la Laguna de Tota; será mi primer paseo tan lejos; mi amigo «puñalito» llevará Ónix y yo llevaré cigarrillos Mapleton»; será mi temprana «rasca» con un trago y mi primera atorada con un cigarrillo (a escondidas, claro).

Leeré mi primer cuento para «grandes»: «Vanina Vanini» y la novela «El Cristo de espaldas» y le pediré al profesor que me la deje contar de memoria en clase; con todos los personajes, historia, escenarios, detalles, etc.; atrás quedaron Simón el bobito, El gato con botas, Rin Rin Renacuajo, Tarzán, Kalimán, El Principito y otros, que alquilaba en la cuentería.

Este año del 69, aprenderé a montar en bicicleta que alquilaré dos veces semanales, con los ahorros de las onces, en la Bicicletería Central.

No me perderé la nueva llegada al pueblo del Circo Ampari; payasos, equilibristas, magos, contorsionistas y cantantes estilo Javier Solís, Julio Jaramillo, Sandro, Leonardo Fabio, Piero y un tal Leo Dan.

Esperaré las navidades con sus aguinaldos y como ya soy «mayor» jugaré al «beso robado», al «dar y no recibir», al «pajita en boca» en fin; y me divertiré el amanecer del día de los inocentes, cuando encuentre todos los avisos cambiados en mi pueblito: el de la Peluquería en la Notaría; el de la Alcaldía en el «Coso», el de la Panadería en la Normal de Señoritas, el de la Chichería en el Cementerio, el de la Telegrafía en la Carpintería y el del Hotel Casanare en la Dentistería.

Pocas veces uno se da el lujo de devolver el rollo de su vida cinco o seis décadas, por los caprichos del tiempo: 1969 del Siglo XX – 2025 del Tercer Milenio.

Recordar es vivir.

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