Reportajes

Boyacá: El nacimiento de una potencia audiovisual regional

Por: Maria Fernanda Saavedra Mejía

Hablar nuevamente de cine es, para quien lo entiende, es como ver tres veces la misma película. Un ejercicio que solo los verdaderos cinéfilos sabrán apreciar.

Esto me ocurrió al regresar nuevamente, lo que fue la inspiración de mi primer reportaje para Boyacá Visible, sobre cómo esta tierra se está erigiendo como una prometedora potencia audiovisual global.

Mi retorno al cine fue casi por azar, pero también por necesidad. Fue en las instalaciones de JovenPro donde el destino me condujo una vez más, hallándome con Karen Vega, quien ya lideraba el primer laboratorio audiovisual en Boyacá: el Boyacá Audiovisual Lab.

(Para aquellos que deseen recordar el primer reportaje, lo pueden consultar aquí: https://boyacavisible.com/karen-vega-el-paraguas-del-cine-en-boyaca/

En este laboratorio de sueños y posibilidades, se encontraban también Tato Moreno y Sonia Barrera, dos personas consagradas del cine, quienes participaron en las asesorías de los proyectos seleccionados dentro del laboratorio, como parte de la programación del Festival Independiente de Cine (FECISO).

Tuve la fortuna de sentarme a conversar con ellos. No había crispetas ni proyecciones en pantalla, pero sí una pasión palpable por el cine, esa que no conoce fronteras ni condiciones. En ese encuentro, lejos del bullicio del cine comercial, se tejió una conversación silenciosa, una que buscaba hacer visible lo que hoy está naciendo en Boyacá, un lugar en el que el cine se reinventa, se reimagina y, sin duda, se afirma.

Tato Moreno es un nombre que resuena con fuerza en el ámbito del documentalismo y la producción cinematográfica. Originario de Mendoza, Argentina, su vasta trayectoria de 26 años lo ha llevado a recorrer un camino lleno de éxitos y reconocimientos. Desde sus primeros pasos en la televisión argentina hasta su labor internacional, ha dejado una huella indeleble, destacándose especialmente por su trabajo con la cadena ESPN Internacional en Miami.

A lo largo de su carrera, ha cosechado múltiples premios en importantes festivales, siendo uno de los más notables el reconocimiento por su documental Arreo, filmado en las tierras áridas de Malargüe. Este trabajo no solo le permitió consolidarse como un referente en el mundo del cine documental.

Su historia personal es también una de transformación. En la década de los 80, emigró a Estados Unidos, donde se graduó como productor en el Orange Coast College de California. Allí comenzó su carrera profesional en los medios televisivos, desempeñándose como director ejecutivo en diversas cadenas de Los Ángeles, Miami y Connecticut. Este salto le permitió ganar una perspectiva global sobre la industria, que luego aplicaría de manera visionaria en su trabajo en Argentina.

No obstante, la labor de Tato Moreno no se limita solo a la pantalla. Su compromiso con el desarrollo del cine y las artes audiovisuales lo llevó a presidir la Asociación Mendocina de Cine y Artes Audiovisuales, desde donde impulsó la creación de una ley de cine, organizó cursos de perfeccionamiento para profesionales del sector y promueve políticas para el fortalecimiento de la industria cinematográfica en su provincia natal. Su visión abarca tanto el ámbito local como el internacional, y su trabajo ha sido esencial para consolidar el cine como una herramienta de expresión y desarrollo cultural.

Por otro lado, se encontraba la talentosa Sonia Barrera Gutiérrez, originaria de Sogamoso, cuya figura me resultaba sorprendentemente familiar. Al igual que a mí, a ella también le parecía que nuestros rostros ya se conocían de algún tiempo atrás, como si alguna vez nuestras vidas se hubieran cruzado en otro momento o lugar. Aunque, claro, no estoy escribiendo un guion para una película de ficción.

Volviendo a Sonia, es orgullosamente sogamoseña, su camino en el cine es tan fascinante como su trayectoria personal. Estudió Cine y Fotografía en Unitec y Comunicación Social en la UNAD. Como productora de cine y televisión, ha forjado una carrera sólida que la ha llevado a convertirse en una de las voces de la producción cinematográfica colombiana.

Entre sus logros más importantes destaca su labor como productora del largometraje El Árbol Rojo, que tuvo su estreno mundial en el Tallin Black Nights Film Festival y en el GOA The International Film Festival of India en 2021. También fue productora de Entre Fuego y Agua, un largometraje documental que, tras su estreno mundial en la sección Luminous del IDFA 2020, logró una impresionante selección en más de 25 festivales internacionales, entre los que se incluyen Hot Docs, München Dok.fest, Doker, entre otros. Este trabajo le valió 8 premios internacionales y uno nacional, otorgado en FICCALI 2021, donde fue galardonada como Mejor Película.

Dentro de su trabajo también incluye el largometraje A través de la Pantalla, una obra conmemorativa de los 100 años del cine colombiano, que refleja no solo su capacidad técnica, sino su profunda admiración por la historia del cine en nuestro país.

Hoy en día, Sonia continúa su camino como empresaria, dirigiendo su propia productora, Viso Producciones, con la que sigue contribuyendo al panorama cinematográfico nacional e internacional, demostrando que el talento y la pasión por el cine no tienen fronteras.

Nos habla con entusiasmo sobre Viso Producciones, la empresa que ha fundado y que se dedica a la creación de contenidos tanto documentales como de ficción, con un marcado enfoque en temáticas sociales y ambientales. La charla, llena de risas, se tornó hacia una pregunta algo predecible: ¿Qué la había llevado hasta este punto de participar en el laboratorio? Con una sonrisa, Sonia reflexionó:

«Los proyectos nos han llevado por el camino del largometraje y la serie documental. Creo que la experiencia, y el hecho de ser sogamoseña, también juega un papel. Supongo que tiene algo que ver, no sé, quizás para poder compartir esa experiencia,» explicó Barrera.

La conversación continuó, y el tema del cine como expresión cultural no tardó en surgir. Sonia, con una pasión evidente en su voz, expresó que el cine siempre ha sido para ella una forma sublime de contar historias.

«Es como cuando me voy a dormir y empiezo a soñar. Cada cosa que veo es una historia, una ocurrencia. Y para mí, cuando decidí estudiar cine, me apasionaba ver los detrás de cámara. Ver cómo algo que el público disfruta en la pantalla, detrás de sí, un proceso de creación tan profundo. A mí me encantaba tener esa información privilegiada, saber cómo se hizo, más allá de lo que aparece en pantalla. Esa minucia del proceso es lo que realmente me fascina. Y lo mejor de todo es que tiene el poder de transmitir algo a los demás. Saber que lo que uno siente o quiere expresar puede prender en alguien más, eso es lo que me apasiona del cine.»

Más allá de cualquier cuestión económica, Sonia Barrera expresa que lo que decidió emprender con Viso Producciones es, ante todo, un ejercicio de «generar memoria». En sus palabras, la trascendencia de lo que está haciendo no radica únicamente en lo tangible, sino en el impacto que estas historias pueden tener en el futuro:

«Siento que esto empieza a generar memoria. Que, de aquí a 50 años, esto va a ser valiosísimo. Quién sabe qué tecnologías habrá para entonces, pero cuando vean esto, será un tesoro».

Esa es la esencia de su trabajo: guardar las memorias de la vida. Y aunque hoy en día las redes sociales nos ofrecen la posibilidad de registrar momentos, Sonia sabe que lo que se guarda con intención y propósito, sea en una película o en una imagen, tiene un valor único.

La experiencia del primer laboratorio audiovisual en Boyacá ha sido igualmente reveladora para todos los involucrados. Tato Moreno, al hablar de los jurados, no puede evitar expresar su admiración: «Son maravillosas personas». Un calificativo que, según él, se debe a la dedicación y entrega que los jurados pusieron en su labor. Los becarios, sorprendidos por el alcance y los resultados de los proyectos, también quedaron impresionados por lo que lograron durante este proceso. En cuanto a Karen Vega y la organización del festival, Tato señala con claridad: «Karen tenía la visión de que este laboratorio fuera internacional, nacional y también local, y lo ha logrado».

Hablar con Tato es un ejercicio de humildad y reflexión. A pesar de su vasta experiencia y su reconocido recorrido en el mundo audiovisual, es imposible no percibir su modestia desde el momento en que, con una sonrisa, me dice: «¿Mi experiencia? Ya la olvidé.» Luego, se remonta al pasado y cuenta cómo conoció a Karen, cuando ella era estudiante en el Sena, y él, director del canal público de Mendoza. «Armamos un intercambio de estudiantes colombianos y estuvimos haciendo documentales y minidocumentales en el territorio, con móviles. Fue ahí donde conocí a Karen. Como estudiante, ya se veía su gran empuje, y pensé: ‘¡Uy! Esta chica realmente tiene potencial'».

El tiempo pasó, y aunque Karen ya había demostrado su valía, su relación con Tato siguió creciendo. Él, que dirige su propio laboratorio en Mendoza, ha sido testigo de la evolución de Karen, y sabe, por su propia experiencia en ese laboratorio latinoamericano, cuánto aprendió ella de su paso por allí. De hecho, Tato recibió con entusiasmo la invitación de Karen para participar en este primer laboratorio en Boyacá, una oportunidad que le permitió seguir acompañando el camino de la joven cineasta en su región natal.

Tato no duda en reconocer la importancia de un mentor en la vida de cualquier cineasta, especialmente cuando los inicios no fueron nada fáciles. Reflexiona sobre ese periodo de su vida, cuando se vio forzado a estudiar y trabajar simultáneamente. «Descubrí el valor del mentor porque yo lo tuve en momentos difíciles. En aquellos años, cuando me tocaba estudiar y trabajar, era todo un desafío. Tuve un profesor que, al verme a punto de rendirme, me instó a no abandonar, a seguir adelante. Esas palabras me quedaron grabadas, y siempre que puedo, trato que si puedo cumplir ese rol de alguna manera con alguien. Es devolver lo que alguna vez recibí.»

Más allá de esa gratitud, el cine en Tato es una pasión que, junto con la música, ha sido la fuerza motriz de su vida. «Nos mueve algo que no se puede producir con otra cosa,« dice, refiriéndose a la magia única del audiovisual. «El cine tiene esa capacidad de modificar, de hacernos sentir cosas que no se pueden expresar de otra manera. Yo creo que elegimos el cine por eso, porque es una forma de expresión profundamente gratificante.»

En el desarrollo del laboratorio, Sonia destacó la variedad de temáticas abordadas, pero, sobre todo, hizo hincapié en los targets o públicos objetivos de los proyectos. Resaltó especialmente el enfoque en temas infantiles, un área que, según ella, ha perdido relevancia en la escena local en los últimos años. «Antes, los trabajos pedagógicos para niños eran aplaudidos, pero hoy parece que hemos dejado de lado esa dirección», señaló.

Sonia también mencionó proyectos que exploran las relaciones entre adolescentes y padres, con un enfoque particular y novedoso. «Hay una gran variedad de enfoques,» dijo con entusiasmo. «Me llamó mucho la atención, porque tendemos a hacer drama para adultos, pero hablarles a los chicos en Colombia es aún más importante, especialmente cuando tenemos tan pocos espacios para los niños.» Esta reflexión subraya una realidad de la industria, además de la necesidad urgente de crear contenido relevante y accesible para las nuevas generaciones, especialmente en un contexto donde el trabajo audiovisual infantil no es constante.

Para Sonia, compartir proyectos y aprendizajes con figuras como Tato y Felipe —Este último no estuvo presente en la entrevista— es un proceso enriquecedor. «Transmitir conocimiento, compartir experiencias y seguir aprendiendo,» dijo con una sonrisa. «Porque yo siento que sigo aprendiendo.»

Para Tato, la experiencia del laboratorio se tradujo en amor, un amor genuino por el cine y, sobre todo, por el proceso audiovisual en sí. «Es ese sentimiento de saber que otras personas comparten lo que uno siente. Creo que Karen contempló muy bien eso: el profesionalismo, pero también ese amor y generosidad de querer dar, de querer compartir,» comentó con una mezcla de admiración y gratitud.

Algo que, para Tato, resalta especialmente de los proyectos presentados en el laboratorio es su pertenencia regional. Señaló que uno de los mayores valores de este espacio es que «saca a la superficie proyectos regionales», poseen una gran riqueza cultural. «Los tres proyectos tienen una gran pertenencia regional», subrayó, destacando la importancia de mostrar las historias que surgen fuera de los circuitos tradicionales del cine en las capitales.

Insistió en que la cultura regional tiene un valor inestimable en la producción audiovisual, y que muchas veces es ignorada por centrarse únicamente en las capitales. «Lo interesante es salir de la capital. Ese es un valor importante,» dijo con convicción. «Es necesario que los proyectos salgan de los grandes centros urbanos, porque ahí es donde realmente se encuentran voces auténticas, voces que tienen mucho que decir. Esas son las voces que debemos descubrir y dar espacio.»

Para Tato, lo fascinante de los proyectos que nacen fuera de las grandes urbes no solo radica en su origen, sino en la pasión que los impulsa. «Son personas que han llegado hasta aquí habiendo trabajado en lo que hacen. Tienen mucha pasión por seguir creciendo, por seguir haciendo crecer el sector”, explicó. «Hay un valor inmenso en todo eso, y solo se puede descubrir a través de estas instancias, aunque a veces cueste mucho luchar para que esas voces sean escuchadas. Nos pasa a todos en las regiones. Nuestro propio laboratorio también lo sacamos de las capitales.»

Para Tato, el mensaje es claro: hay que dejar de estigmatizar el cine y sacarlo de las capitales, valorando lo que existe en las regiones. «Es un trabajo de todos y todas», afirma, enfatizando la necesidad de apoyo económico para fortalecer la cultura audiovisual regional. «Le decimos a los chicos y chicas que vinieron a los talleres que aprovechen estas oportunidades y hagan saber a la gente lo importante que es participar en este laboratorio. Este es el primero, pero para mí tiene que seguir creciendo en Boyacá.» Y con convicción, añade: «Se vienen más laboratorios, pero depende del apoyo.»

Destaca la magnitud del sector audiovisual en Colombia, aunque subraya una realidad fundamental: «No nos conocemos.» Es fundamental estar presentes, asistir a los recursos y clases que se ofrecen para el sector. Según él, estos espacios representan una oportunidad única para los creadores: «Que tomen tu proyecto, lo asesoren en guión, producción y dirección, eso es un privilegio.» Por eso hace un llamado a quienes están en la industria: «Nosotros, los que nos dedicamos a esto, tenemos que venir a estos espacios y aprovecharlos.»

Sonia, compartiendo la misma visión, también señala la importancia de conocerse dentro del sector. «Falta mucho por conocerse. Hay todo un esfuerzo detrás de cada proyecto, pero si no se asiste a estos espacios, se pierde la oportunidad “, reflexiona. «Ojalá yo hubiera tenido esa oportunidad cuando estaba estudiando. A mí me tocó irme a Bogotá a buscar lo que no había aquí. Ahora hay que ver lo que está disponible aquí, y ojalá los jóvenes y adultos que se dedican a esta área hagan conciencia de eso en Sogamoso.»

Ambos coinciden en el potencial de Boyacá como un punto clave para el cine, especialmente debido a sus locaciones. Sonia menciona con entusiasmo que Boyacá ha dado un paso importante con la política Pública de cinematografía, la cual está en proceso y ojalá sea una realidad. «Estamos empezando, pero hay un camino enorme por recorrer para proteger y desarrollar esta industria aquí», subraya. Señala que el 6 de diciembre habrá un encuentro de cinematografía en Boyacá, un paso crucial para seguir avanzando en la creación de una comisión fílmica. «Si no tenemos esto, ya estaríamos tardíos. Eso sería maravilloso, porque nos daría una base sólida para organizar una comisión fílmica que impulse la industria.»

Tato, al hablar de la comisión fílmica en Mendoza, resalta la importancia de encontrar mecanismos de desarrollo que no se conviertan en un extractivismo. En su experiencia, las políticas deben proteger tanto al lugar como a sus recursos humanos. «Es importante que estas políticas no terminen siendo un extractivismo, donde no quede nada para el lugar. Necesitamos leyes que, por ejemplo, fomenten la contratación de personal técnico local.» De esta manera, se busca asegurar que los beneficios del cine no solo sean económicos, sino también sociales y culturales.

Un ejemplo de esto es el carril Bay de Mendoza, una iniciativa que ofrece un 40% de devolución de lo gastado en el lugar para proyectos de cine. Menciona que, en la comisión fílmica, ya se había discutido una posible devolución del 20% para hoteles y 40% para técnicos. Esta medida busca que los productores inviertan en el talento local. «A veces, desde las capitales, por desconocimiento o prejuicios, no se valora lo que hay en las regiones. Boyacá está lleno de gente talentosa en el sector audiovisual. Hay que acompañar todo esto con una legislación y protección que permita un desarrollo real de la industria.»

Concluye que, de no implementarse este tipo de medidas, «el beneficio quedaría solo para los hoteles y las grandes empresas,» sin que la industria local se vea beneficiada. Para él, el cine regional debe ser un motor para el desarrollo económico y cultural de los territorios, no solo un espacio para el consumo externo.

Boyacá se proyecta hacia un futuro cinematográfico que no sólo transforma su paisaje cultural, sino que también resalta la importancia de dar voz a las regiones. Los proyectos que emergen de esta tierra no son solo historias locales, son relatos con un impacto global. La historia de Boyacá en el cine aún está en construcción, y cada nuevo paso nos acerca más al descubrimiento de su enorme potencial.

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