Reportajes

Karen Hernández impulsa: “El Café con Sentido»

Por: María Fernanda Saavedra Mejía

Creo que no hay un solo colombiano que no comience la mañana con una taza de café. Lo que quizás desconocemos es que no hay rincón del país donde no se cultive este producto; se podría afirmar que casi el 80% de Colombia es productor de café. Además, hay innumerables marcas y familias que ven vibrar su economía en torno a esta emblemática bebida.

Este reportaje me recuerda a mi abuela Ana. ¿Cómo no mencionarla? Una mujer de las tierras cafeteras de Salento, Quindío, que siempre tenía su olla lista para cualquier visita inesperada. Su café era único; tal vez me atrevería a decir que era una experiencia diferente porque alrededor de la bebida, venían las historias. Millones de colombianos disfrutamos del café, pero, al igual que el vino, tiene sus especialidades, de ahí que existan catadores que aprecian sus matices y sutilezas.

Mientras saboreo una buena taza, tengo recuerdos sinceros de tomarme un café casi que de niña. Pero en realidad este reportaje habla de Karen Hernández… Qué hermoso es hablar de café en un país cafetero.

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Hablar de las familias cafeteras me lleva a recordar la mía cada vez que Karen menciona la suya. Es un viaje a la infancia, impregnado del aroma del café, un regreso al núcleo familiar, ese eje central que da sentido a la vida. Esta historia, en esencia, es sobre la herencia familiar y el impulso que nos mueve.

En Colombia, hay aproximadamente 500,000 familias caficultoras. No debemos pensar que el café proviene solo del Eje Cafetero; de hecho, el mundo entero nos conoce como “cafeterospor la especialidad de la bebida, única en el mundo. La familia de Karen Hernández como de costumbre cuando los primeros rayos de sol acarician las plantas, inician su día con una taza de café, hecho en Guavatá, Santander, cerca de Vélez, un municipio conocido por la abundancia y la producción de guayaba, de la cual nace el bocadillo. Sin embargo, Karen decidió unirse a otros caficultores de la región, reconociendo que el café se ha convertido en una actividad económica fundamental.

“A dos horas de Boyacá”, específica Karen, “comenzamos en la finca de mi tío”. En su rostro se reflejan esos sueños alcanzados. Esta joven emprendedora nos habla con orgullo del apoyo que le brinda a unas quince personas en Santander, involucrando entre cuatro a cinco fincas vecinas para satisfacer la creciente demanda. “Directamente trabajamos con tres fincas, y cuando el volumen aumenta de tres o cuatro, nos llena de alegría. Eso significa que creen en nuestro proyecto. Este respaldo nos impulsa a prosperar, especialmente al ver cómo los caficultores responden: ‘Esto está funcionando’, y en Bogotá se está haciendo algo diferente”.

Y como en todo buen negocio familiar, su tía y tío, recolectores de café, e incluso su primo, también han creído en este proyecto.

“Recuerdo que lo primero que me ofrecía mi tía era el café, incluso el ir a recolectarlas”. “Esto se ha convertido en una costumbre familiar”. Aunque no todos se dedican a cultivar o vender café, para Karen es una verdadera pasión. ‘A medida que iba estudiando, me empezó a encantar descubrir las propiedades del café y cómo podía combinarlo con el emprendimiento; era como una fusión mágica para mí’, me explica. Y, como si el café fluyera por sus venas, la finca familiar la llamó a producir y vender. Sin embargo, sin titubeos, Karen me hablaba de una manifestación: “¿Y si logramos exportar? Muchas personas me dijeron que no podía.”

Karen tiene una marca de café llamada Typica, pero como toda gran historia, su origen no comienza por casualidad. Tras regresar a Colombia después de vivir en Estados Unidos y México, empezó a alquilar su apartamento por Airbnb. Cansada de ver vender el café a la cooperativa, durante su tiempo fuera, descubrió la importancia del café en otros países: “El café que se consume allá no es tan rico; es una bebida sin equilibrio y balance en taza, es fuerte y amargo”.

Sin embargo, la ventaja competitiva del café colombiano en el mercado internacional no fue la única razón para crear su propia marca. Se dio cuenta que no estaban aprovechando su talento; los cultivos solo se vendían a la cooperativa y se enfrentó a una encrucijada: optar por irse a Asia o invertir en café, mientras muchos dudaban que lo lograra.

“Mi sueño siempre fue el café”, confiesa. Comenzó a visitar la finca, experimentando con cada aspecto del proceso: “Me permitían acompañarlos a sembrar, recoger y secar el cafecito, participar en la tostión del café. Empezamos a hacerlo artesanalmente, y nos gustó, funcionó. Pero necesitaba más impulso; porque, al final, yo sola no me lo creía”.

Entonces, Karen decidió aliarse con un primo, ahora socio de una de sus marcas, y juntos iniciaron su aventura con un cliente mexicano que incluso les ofreció la posibilidad de exportar a ese país. “Comenzamos a traer media carga, luego una carga completa; cada una pesaba 25 kilos. Empezamos con 40 y 60 kilos, pero cuando nos lanzamos de verdad, recuerdo que la primera carga nos costó 1,700.00 cop. En ese momento, pensamos: ‘Esto es en serio’”.

A pesar de su experiencia en multinacionales de productos como baterías y servicios de comercio exterior, Karen entendió que ese mundo le enseñaría sobre finanzas y negocios. Cada experiencia vivida era una oportunidad. Apenas tenía 19 años cuando decidió salir del país, un paso audaz para alguien que, de niña, vendía dulces y gomitas en el colegio. Con una alegría desbordante, me contaba cómo hacía cuentas a tan temprana edad: “Sí vendo un paquete de chocolatinas, ¿cuánto me deja? ¿En cuántas bolsas recupero la ganancia?”. Recordaba incluso cómo, de vender aguapanela a su familia, había evolucionado hacia el negocio del café.

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Iniciaron pegando etiquetas a mano en pequeñas bolsitas, cada movimiento un acto de dedicación, antes de invertir en la imagen de su marca. Recuerda cómo “vendíamos algo y lo reinvertíamos; así fue como manejamos gastos en temas sanitarios y el registro exportador. Actualmente, están trabajando en las certificaciones del IGP, un paso crucial para exportar a la Unión Europea, lo que implica conseguir la denominación de origen necesaria para llegar a Norteamérica y México.

Sin embargo, el camino ha sido espinoso para esta joven empresaria. Como en toda historia de vida, el esfuerzo a veces se siente abrumador. Al enfrentarse al registro de la marca, Karen revela: “No teníamos idea que la marca ‘Colombian Coffee’ presentaba dificultades por su relación con el nombre Colombia. Tuvimos que retroceder y deshacer todo lo que habíamos construido”. Aunque contaban con la aprobación de la mayoría de las notificaciones y certificaciones, la Federación Nacional de Cafeteros les sugirió cambiar la marca, lo que significó reiniciar el proceso.

Foto: Instagram colombian.coffeefactory

De esta experiencia, Karen aprendió una valiosa lección: “Así se demoren los procesos, aprendimos que lo mejor es hacerlo paso a paso”. Hablando de nuevos comienzos, para 2023, decidieron, literalmente, comenzar de nuevo con todos los trámites.

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Cómo llegó el café a Colombia

Todo comenzó en Etiopía, siglos atrás, en el corazón de África. Allí, esta bebida energizante se preparaba en infusiones o masticando las hojas del café. Sin embargo, fueron los árabes quienes llevaron su popularidad a nuevas tierras, llegando a Turquía en 1554. En el siglo XVII, el café hizo su entrada triunfal en Europa, y poco a poco se expandió por el continente, alcanzando América en el mismo siglo.

Este proceso de expansión fue liderado por los holandeses, quienes buscaban no depender de los árabes. Así, Holanda se convirtió en la potencia que dominaba la producción mundial de café.

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Impulsar el café y a los caficultores

Hablar de café es retomar la historia de aquellas familias que dependen de los cultivos. Para Karen, la inspiración proviene de su propia familia, que siempre ha estado vinculada a la recolección. A medida que comprendía la realidad de los caficultores, se dio cuenta que muchos no recibían una remuneración justa. Recoger café no es tarea fácil; es un trabajo arduo que implica días bajo la lluvia y bajo el sol, caminando por montañas con un bulto al hombro durante medio año o más. “Y cuando finalmente llega el momento de la venta, el impacto de la bolsa de valores o el precio del dólar puede reducir o aumentar el valor de su carga entre un 50% a un 60% de lo que tu proyectas”.

Karen reflexiona sobre esta realidad y señala que, por estas razones, muchos jóvenes de la región optan por migrar a las ciudades en busca de mejores oportunidades.

El objetivo de Karen es generar un valor agregado para las familias caficultoras a través de su negocio. “No se trata solo de comprarles café; se trata de darles un valor real. Tu café es este, después de llevarlo a trillarlo, seleccionarlo y tostarlo les damos a probar en una prensa francesa. Nosotros se los entregamos y les decimos: ‘Este es tu resultado y esto es lo que estamos vendiendo’”.

Para Karen, es profundamente satisfactorio poder ofrecer a los caficultores un pago que supera entre 2,000 y 2,500 pesos por kilo respecto al precio habitual. Esto se convierte en un motivante que resalta la importancia del esfuerzo invertido en cada cosecha. Muchos caficultores llevan su carga hasta el pueblo, pero me asegura: Nosotros lo recogemos en sus fincas”.

Eso es dar y recibir, y a veces ni nos cuestionamos. Así como nosotros comenzamos, hay muchas personas en la misma situación que creen en su producto, reflexiona Karen. A pesar de las voces que preguntaban al unísono por qué no se dedicaba a un empleo formal, no dudó en afirmar que el dinero no lo es todo. “Por supuesto que podría estar ganando mucho más en términos monetarios, pero la verdadera riqueza es la felicidad, tanto en el alma como en el espíritu. Así que decidí seguir adelante. Antes de esto, tuve varios emprendimientos; todos fracasaron. Para mí, eso no era un fracaso económico, sino una lección valiosa sobre la perseverancia”.

Hoy, Karen tiene un café de especialidad llamado Typica en Bogotá, y ha participado en importantes festivales, como el Coffee Master, que en agosto reunió a las mejores bebidas de autor con café en la capital colombiana. Aún recuerda cómo conoció este certamen, donde el creador, justo cuando el evento estaba a punto de cumplir su tercer año, les brindó apoyo sobre la curva de tostión, catación, puntaje y perfil de taza.

Foto: Facebook Colombian Coffee Factory

Además, tuvo la oportunidad de aliarse para montar su propio café junto a un hostal llamado Encanto, que ha recibido cerca de 2,000 turistas en su primer año de apertura. “Las personas de otras partes llegan al café, y les explicamos sobre su proceso. Se van felices con la información que les compartimos, desde la agronomía e historia de los diferentes procesos de extracción”. “Veo que les llama la atención el mundo del café y deseo que cambien esa cultura de consumir café solo por consumirlo”.

La pasión por viajar con su amor por el café, son combinaciones perfectas, me habla que, en vacaciones, aunque estas duren poco, “lo primero que pienso es conocer tiendas de café y fincas cafeteras”. Recuerda su visita a Medellín, donde conoció «Pergamino», una tienda impresionante que ofrece experiencias para quienes disfrutan del café puro, incluyendo opciones con diferentes métodos de filtrado. Fue allí cuando decidió: Yo quiero tener mi propia tienda de café”.

Al preguntarle de las reacciones hacia su café en la tienda, me explica “Hay personas que dicen que el café es un poco ácido o amargo porque no tienen las palabras para explicarlo. Ahí es donde entramos nosotros, los contextualizamos. En su mayoría, quedan fascinados con el café colombiano. También les ofrecemos opciones para visitar otras fincas cafeteras, aunque por ahora no tenemos habilitada la finca para recibir huéspedes”.

Hablamos de Boyacá, donde el café tiene denominación de origen regional, un reconocimiento que significa que nuestro departamento produce café de alta calidad. Probablemente lo desconocemos, pero está sucediendo, y su sabor, como explica Karen, es “un poco apanelado y amielado”.

Retomando el tema de su tienda de café, Karen me aclara: “Hay que estudiar barismo”, un aspecto relevante que abarca la agronomía y la producción del café. En otros tiempos, simplemente se preparaba el café como nos enseñaron nuestros abuelos, pero hoy es fundamental comprender las extracciones, los gramajes y los métodos de preparación.

Reflexionando un poco me menciona la venta de café en tinto, que, según ella, es donde se genera más ingreso. Para ilustrar esta venta informal, tan común en todo el país, pone un ejemplo: “Si una bolsa, por ejemplo, cuesta 36,000 pesos y la divides según los gramajes que utilizamos, cada porción de aproximadamente 700 pesos. Yo me puedo dar el lujo de comprar café y prepararlo en casa. Además, con Colombian Coffee Factory, aspiramos a que cada persona pueda disfrutar de un buen café especial en su hogar por solo 700 u 800 pesos”.

Cómo es el proceso del café

En el proceso de selección, lo que parece sencillo es en realidad bastante complejo. “En la selección no manejamos defectos, trabajamos con una tostión media, lo que permite que las características organolépticas del café se expresen al 100%”, me explica Karen. “Si no sigues un proceso adecuado, desde la agronomía, hasta la extracción, puedes perder la calidad, donde puedes agregar la característica real o el sabor del café”. Mientras trato de asimilar esta información, como una amante del café, me doy cuenta que ni siquiera había considerado la importancia de cada paso para que esa taza que disfruto adquiera calidad.

A medida que avanza la explicación, me siento como si estuviera en una clase magistral. Karen enfatiza la importancia de apoyar a los caficultores, y por eso no duda en calificar su producto como “un café con sentido. “No es solo producir; el cambio en la tierra donde se cultivó también le otorga relevancia. Las personas también se benefician”, dice. Además, de mencionar que el café tiene un perfil apanelado y amielado, lo que significa que, al beberlo, experimentarás un sabor auténtico, como si estuvieras disfrutando de un tinto endulzado.

Podríamos seguir hablando de café e incluso continuar disfrutando varias tazas; Sin embargo, al finalizar la entrevista, me llevo una profunda reflexión de Karen. Aún no cree que se haya aventurado a perpetuar un producto que la ha acompañado desde su tradición familiar. Su gratitud trasciende el individualismo; para ella, el verdadero impacto reside en “la gente”.

“El éxito o el fracaso no se miden por ganancias monetarias, sino por las experiencias que recoges. Hay personas que ni siquiera conozco que me dicen: ‘Qué chévere lo que estás haciendo’. Siempre les digo que confíen en sí mismos. Es difícil, sí, pero la perseverancia es lo más importante”.

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