Opinion

EL CAPITAL ES INSACIABLE

Nadie ha plasmado mejor en el papel la descripción del capitalista que Marx en “El Capital”, la obra maestra de la economía que desentrañó la esencia del sistema de producción contemporáneo. Según esta obra, el capitalista renuncia inconscientemente a su rol de ser humano para convertirse en el alma del capital. A menudo, ante los frecuentes casos de corrupción, la gente se pregunta por qué existe tanta corrupción, por qué necesitan robar si ya tienen resuelta su situación económica, incluso más allá de la vida del individuo. La respuesta es que el capitalista no piensa como persona, sino como encarnación del capital, y la esencia de este es crecer; el día que deja de aumentar, muere, perdiendo la razón de su existencia.

Esto nos lleva a una reflexión más profunda: ¿por qué las personas que conforman la derecha, y más exactamente aquellas que toman decisiones, se empecinan en crear un ambiente desfavorable para el Gobierno a partir de calumnias? En una sociedad más desarrollada, se esperaría que al gobernante se le señalaran sus errores y se le hicieran críticas constructivas para corregir el rumbo si hay decisiones equivocadas, o para que abandone un camino que pudiera llevar al país a un destino indeseable. Pero no, aquí todo se orienta hacia la destrucción, e incluso, si es necesario, a la eliminación física del oponente.

En el comportamiento humano hay mucho ropaje superfluo, que esconde la podredumbre adornada con abalorios y ruido. Detrás de la ostentación —mansiones, autos lujosos, clubes, yates, y los signos exteriores del estatus— hay muchas historias llenas de actos vergonzosos para la mayoría de los mortales, pero que no afectan a los perpetradores de los ilícitos, porque eso es lo que les permite esa vida que les da el derecho de mirar a los demás por encima del hombro. Algunos ejemplos: Chambacú, Dragacol, Foncolpuertos, Cajanal, Ecopetrol, volteo de tierras, Caprecom, Hidroituango (parcialmente recuperada gracias a Daniel Quintero), Sociedad de Activos Especiales (SAE), Unidad Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres (UNGRD), Centros Poblados, Programa de Reconstrucción para la isla de Providencia, Pegasus, vacas con cargamentos de cocaína y carros de la Unidad Nacional de Protección transportando cocaína.

Por Manuel Álvaro Ramírez R.
Magíster en Economía Universidad de los Andes

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba