El Cuarto Poder
Por Manuel Álvaro Ramírez R*
La expresión, cuarto poder, nació en Inglaterra y se le denominó así para adicionarle a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, el de los medios de comunicación, que resulta a veces más poderoso que los otros tres. De un tiempo acá, los grandes empresarios han comprendido la importancia de contar con un medio propio que difunda una noticia que se quiera expandir.
Así, se les lava la cara a delincuentes como cuando Claudia Gurisatti le hizo un publirreportaje a Carlos Castaño o cuando la Corte Suprema de Justicia ordenó casa por cárcel contra Álvaro Uribe Vélez y la revista de bolsillo de la derecha le mandó a sus dos más fervientes, y más abyectas, periodistas a cubrir la manera como el presidiario se las arreglaba para soportar la pena en su mansión. Son dos casos muy conocidos, pero hay miles. También se utilizan los medios para difundir en la sociedad versiones acomodadas de personajes seriamente cuestionados como ha sido reiterado el caso de Néstor Humberto Martínez Neira, un oscuro sujeto a quien los testigos que pudieran incriminarlo terminan convenientemente suicidados.
Pero últimamente se ha puesto de moda la fabricación de noticias tendenciosas para ocultar la verdadera información de interés público; así sucedió recientemente con las declaraciones de Salvatore Mancuso que implicaba a muy altos funcionarios y empresas poderosas, pero que algunas emisoras y canales de televisión nos pusieron a ver si a una actriz le gustaban las empanadas. El asedio de los medios es tan agresivo, que muchas veces los mandatarios se sienten tentados a regular su funcionamiento y es cuando el espíritu de cuerpo cierra filas para exigir la libertad de expresión, que para ellos incluye la calumnia y la mentira, pero no para las víctimas el derecho a no ser injuriados.
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La más reciente actividad orientada a atacar a Gustavo Petro se dio por cuenta de un robo de una muchacha del servicio a una funcionaria de su gobierno. Llevamos casi dos semanas hablando del tema como si los robos por parte de las empleadas domésticas se los hubieran inventado la semana pasada. Qué tiene que ver el presidente en eso, nada, pero todo vale con tal de tratar de enlodar al Gobierno del Cambio. No importa que el desempleo haya bajado durante cuatro meses consecutivos, ni que el dólar haya bajado a niveles que no se veían desde que Petro asumió la presidencia, ni que la inversión extranjera haya alcanzado registros históricos.
La derecha no soporta que se haya encontrado con un gobernante no sólo difícil, muy difícil, de defenestrar, sino que muy probablemente podría asegurar la continuación de otro gobierno progresista. No soporta que Petro sea un presidente honrado que no esté envuelto en escándalos y por tanto es necesario fabricárselos. Como no hay procesos penales en su contra, le recuerdan su pasado guerrillero, que él nunca ha negado, pero que mediante una adecuada propaganda hacen creer a la gente que acaba de bajar del monte y cambiar las botas pantaneras por mocasines Ferragamo.
Todas estas son infamias propagadas por el cuarto poder que está desarrollando una estrategia idéntica a la que llevó a cabo cuando fue alcalde de Bogotá y donde cada decisión relevante era tergiversada y manipulada. Un ejemplo de eso fue cuando llegó la flota de camiones recolectores de basura, que en palabras de Petro se transmitió de forma equivalente a la Vuelta a Colombia. Después, la DIAN decomisó parte de la flota y los detractores mostraban los vehículos como prueba de la ineficiencia, hasta cuando un tribunal decidió que eso había sido una jugada arbitraria que nos tocó pagar a todos los colombianos porque la entidad fue condenada a pagar una indemnización a Aguas de Bogotá, pero no importa porque el daño ya estaba hecho, no hubo rectificación, nadie pidió disculpas y el asunto pasó como si no hubiera pasado.
A eso se le llama el cuarto poder, un poder igual o más corrupto que los otros tres poderes.
*Magister en Economía
