OpinionPor: Manuel Álvaro Ramírez R.

Las Multitudinarias

LAS MULTITUDINARIAS

Creo que va siendo hora de poner cuidado a los adjetivos que los periodistas acomodan ad libitum para tratar de inflar las protestas del pasado 26 de septiembre, que para muchos de los observadores constituyó un rotundo fracaso por varias razones. Comencemos  por decir que la gente no se comió el cuento del impuesto al salchichón ni la repentina preocupación de los noticieros y Fenalco por la suerte de las tiendas de barrio.

Los puntos neurálgicos de Bogotá como Usme, Yomasa, Bosa, Kennedy, Portal de las Américas y Suba estuvieron sin un solo incidente de desorden público, lo cual significa que entre la gente pobre no caló el discurso basado en el miedo y la mentira y que allí tienen muy claro que la reforma tributaria no va contra ellos como era lo usual en el pasado reciente.

Otro hecho para destacar es la cantinflesca declaración de algunos despistados, quizás pagados, no nos atreveríamos a afirmarlo, pero por las respuestas que salieron a la luz pública, quedó de manifiesto o bien que no sabían por qué estaban en la marcha o bien es simplemente que la propaganda negra ha hecho tanto daño en los cerebros de alguna gente humilde, que es difícil convencerlos de que rectifiquen sus conceptos. Por ejemplo, la consigna ‘No a la cédula eléctrica´.

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Capítulo aparte merece la invocación al espíritu de Carlos Castaño y la aprobación explícita del asesinato como mecanismo de control político, una especie de limpieza social, de lo cual Ruanda y Burundí nos pueden ilustrar sobre los riesgos de tales limpiezas y los niveles de barbarie a que pueden llevar los fanatismos y el odio como instrumento de agitación.

Los cálculos más optimistas estiman en 60,000 el número de manifestantes en todo el país, de manera que calificar de multitudinarias las marchas, cuando solo en Bogotá Gustavo Petro ha logrado superar esa cantidad en la plaza de Bolívar es, por decir lo menos, una exageración que deja muy comprometida la confiabilidad de los noticieros. Esto no es nuevo, pero ayuda a entender por qué mucha gente ha abandonado los canales tradicionales y se ha volcado hacia medios alternativos como el Reporte Coronell, las columnas de Cambio o influenciadores un poco más objetivos como Beto Coral, Alejo Vergel o el irreverente y mordaz Levy Rincón y su Notiparaco.

El Gobierno, que sí tiene razones para estar contento, seguramente tomó atenta nota de que cuenta con el capital político intacto, de manera que eso le permite un amplio margen de maniobra en aspectos relacionados con las reformas tributaria, pensional, laboral y de la salud entre las más relevantes. Y no puede ser de otra manera porque las expectativas de la gente están enfiladas hacia las promesas de campaña y aunque el neofascismo que se está incubando no ha tenido mucho eco entre los estratos medios y bajos, sí es necesario poner mucha atención porque esta corriente no se para en pelos, ni hay crimen que no estén dispuestos a  cometer, si llegan a convertirse en opción seria de poder, tal como sucedió el 6 de enero de este año en el Capitolio en Washignton, dizque para reclamar el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos y está sucediendo en Europa con Marine Le Pen en Francia o Giorgia Meloni en Italia quien acaba de ganar la presidencia de su país con un discurso ultraderechista.

Por Manuel Álvaro Ramírez*

*Magíster en Economía, Universidad de los Andes, docente de la Universidad de Los Llanos.

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