NUESTROS’ DELINCUENTES

Por: Rafael Antonio Mejía Afanador
Memorable metida de pata la que tuvo una periodista en Sogamoso cuando al referirse al caso del entonces teniente William Donato (plagiado por las FARC en agosto de 1998), relató conmovida que estaba secuestrado desde hace equis cantidad de años por “nuestra” guerrilla.
Pues bien, en ese mismo orden de ideas, ‘nuestros’ delincuentes, cual sesudo estudio socioeconómico, tienen estratos: hay delincuentes natos, políticos, pasionales, de cuello blanco, de cuello sucio, comunes, habituales, sexuales, sociópatas y una buena cantidad de etcéteras.
Nunca imaginaron los que hicieron la anterior clasificación (los criminólogos Lombroso, Ferri, Sutherland y otros) es que aquí en Colombia, a nuestras exóticas variedades endémicas, como narcos, psicópatas etc., les agregaran un pequeño factor de goodwill desequilibrante: los estratos. Sí señores, así como lo oyen: ñerodelincuentes y delincuentes de bien. A los ñeros los enguandocan en el calabozo más hediondo y a los de bien, a una guarnición militar o si ponen carita de yonojuí, finca por cárcel, ¡chévere!
A la antiquísima usanza hindú con sus castas, este invento ‘estratal’ del presidente-poeta, por allá por los comienzos de los años 80, clasificó los inmuebles para cobrar los servicios públicos domiciliarios y de paso separar a la gente de bien de la guacherna, ostentar poder y caché y darle respetabilidad a la nueva clase emergente (la marimbera) que comenzó a dominar a la sociedad colombiana desde aquel tiempo. Y miren adonde vino a parar: estratos carcelarios.
La estratificación de nuestra sociedad, que comenzó como un mecanismo de solidaridad redistributiva, terminó cuestionada porque, entre otras cosas, clasifica inmuebles, pero no hogares. La discusión va para los sociólogos. De todas formas, la colombianísima idea es tan colombiana que ningún país la ha copiado. Por algo será.
Aunque las preguntas chimbas van más abajo, voy a hacer una: ¿por qué los altos dignatarios del estado, que son los que deberían dar ejemplo de pulcritud y honestidad, son tratados como príncipes después de cometer un delito? Por ejemplo, la semana pasada fue noticia el general Palomino, a quien van a encanar en el Centro de Estudios Superiores (Escuela de Postgrados de la Policía, CESPO) de la misma institución que dirigió entre 2013 y 2016. Se va a pegar una aburrida…
La igualdad ante la ley es un principio central en varias teorías y escuelas jurídicas, desde el liberalismo clásico hasta el constitucionalismo contemporáneo. Se reconoce como un pilar del estado de derecho y está presente en instrumentos internacionales y en la jurisprudencia constitucional. Algunos teóricos la llaman isonomía (igualdad de todos ante la ley), idea heredada de la democracia ateniense y dice entre otras, que la ley debe aplicarse de manera uniforme, a todos, sin privilegios ni discriminaciones.
Hay escuelas que definen muy bien la igualdad formal, donde todos los ciudadanos son iguales en abstracto frente a la norma y la igualdad material, que reconoce que las personas parten de condiciones distintas, por lo que la ley puede establecer tratos diferenciados razonables para garantizar una justicia real. En cualquier caso, la Corte Constitucional de Colombia ha desarrollado esta distinción: no basta con aplicar la misma norma a todos, sino que debe evitarse la arbitrariedad y garantizar equidad. Vamos a ver si es cierto.
En la práctica, mientras la mayoría de presos enfrenta hacinamiento y condiciones precarias e inhumanas, ciertos condenados disfrutan de comodidades que parecen incompatibles con la noción de sanción penal. Esto alimenta la idea de que en Colombia la justicia es más dura con los pobres y más laxa con los poderosos. Juristas y criminólogos señalan esta situación como ejemplo de que el sistema penal reproduce desigualdades sociales en vez de corregirlas. A la luz de las últimas noticias (y también de las primeras) ustedes pueden juzgar, ¿la justicia es para todos? ¿Qué diría Kafka, que yo puedo ir tras de la Ley, pero ésta corre más rápido?
Además de que en Colombia existen desigualdades en todos los ámbitos, por ejemplo, en la educación, en la salud, en las vías de las ciudades, también hay desigualdad jurídica, producto de un esperpento llamado sistema de aforados.
Pero, ¿qué significa ser aforado? El fuero es un privilegio jurídico que establece que ciertos funcionarios públicos no son juzgados por jueces ordinarios, sino por la Corte Suprema de Justicia (como en el caso de congresistas) o por otras instancias especiales. La Constitución de 1991 consagró el fuero para altos funcionarios, especialmente en los artículos 174, 175 y 178, con la tesis de proteger la independencia de poderes y evitar así las persecuciones judiciales por jueces inferiores.
Estos ciudadanos con tratamiento especial son los congresistas, magistrados de las altas cortes, el presidente de la República (con juicio político especial) y otros cargos de alta jerarquía. Palabras más, palabras menos, los señores aforados son una especie de élite políticaque se juzga en su propio club (la Corte Suprema), yo con yo.
Como diría Cleofe, la del antiguo Sábados Felices: ¡Bonito así!
PREGUNTA CHIMBA: ¿Cómo les parece el regalito de navidad anticipado que nos dio la empresa de transporte intermunicipal Concorde? Quiero estar de primeritas haciendo cola para tomar un bus de esos.
PREGUNTA CHIMBA 2: Cómo les parece la belleza de los de la FIFA dándole el “Premio de la paz” a un orate que tiene el planeta patas arriba como lo es Donald Trump? Agarraron el premio a patadas.


