Orgías santas
Un nuevo escándalo sacude a la iglesia católica por lo mismo de siempre, comportamiento sexual y esta vez una orgía de homosexuales en Polonia, la patria de Juan Pablo II, ahora santo.
Valdría la pena preguntarse hasta que, punto los católicos son personas ‘normales’. Las comillas son para resaltar el hecho de que quizás no hay día donde no explote un caso de pederastia aquí, de violación allá, de malversación de fondos acullá e incluso crímenes pasionales de integrantes del clero y siempre hay un común denominador: el ocultamiento y la complicidad por parte de las altas jerarquías que condenan de dientes para afuera mientras protegen a los delincuentes. Y los creyentes, como si nada.
Muchos son los casos y para no ir muy lejos en Colombia el periodista Juan Pablo Barrientos ha publicado varios libros de denuncia sobre pederastia en algunas parroquias específicas. Los títulos son sarcásticos, Este es el cordero de Dios y Dejad que los niños vengan a mí. A nivel internacional hay mucha literatura, pero merece destacarse la obra de Eric Frattini, especialmente Los papas y el sexo y de Frederic Martel, Sodoma. Todos estos libros presentan las aberraciones de sacerdotes, obispos, cardenales y hasta del mismo papa.
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Pero esta vez la noticia no viene por un libro sino porque “El santo padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la Diócesis de Sosnowiec (en Polonia), presentada por su excelencia el Obispo Grzegorz Kaszak”, debido a que su excelencia estuvo en una orgía gay organizada por uno de sus sacerdotes y que se conoció porque un prostituto homosexual “se desplomó después de tomar demasiadas pastillas para la disfunción eréctil” según la agencia Reuters.
Que los sacerdotes hagan orgías homosexuales o de las que sea, ese no es ningún problema. Es el derecho a su intimidad y la elección sexual no es un asunto que tenga que ventilarse en público, aunque para ellos sí sea un pecado el homosexualismo. El problema es que esa iglesia, que es un club de pederastas y depredadores sexuales, tiene la dirección de iglesias y de muchos centros educativos donde los niños están expuestos a los depredadores quienes se ocultan bajo el ropaje de pastores. Y pasa en todos los estratos sociales, baste recordar que en un exclusivo colegio de Bogotá, regentado por los Clérigos de San Viator, el estudiante Daniel Eduardo Osorio se suicidó en 2018 no sin antes dejar constancia de que lo hizo debido a las violaciones de las que había sido objeto por parte de un sacerdote de ese colegio y no era el único caso.
Cuando uno habla con los católicos por qué siguen a esos tipos a pesar de tantas evidencias de los abusadores, la respuesta es que son una minoría, quizás, pero en los libros de Barrientos los prontuarios recogidos constituyen un voluminoso expediente que debería obligar a la sociedad a una reflexión. Porque ese cuento de las manzanas podridas ya lo conocemos en las Fuerzas Armadas hasta cuando la Justicia Especial para la Paz JEP, demostró que no eran tales sino una política de Estado. Igual puede suceder aquí como ya ha pasado en algunas partes del mundo cuando la gente decidió enfrentar esas verdades y llevar ante los tribunales a miles de sacerdotes alrededor del mundo y ha obligado a la iglesia como institución a pagar cuantiosas indemnizaciones.
Uno puede creer en lo que quiera, pero es necesario tomar acciones orientadas a mostrarle a la sociedad que nadie está por encima de la ley, ni siquiera si los delincuentes se arropan con hábitos o sotanas. Además, al interior de la misma iglesia hay que promover el debate de ese anacronismo llamado celibato, establecido hace casi mil años para proteger los bienes de la iglesia para que éstos no pasaran a los hijos de los sacerdotes a través de las herencias. Pero eso ya debería ser un tema superado a estas alturas, muchos sacerdotes están de acuerdo con esto, muchos también ya están casados o viven en pareja, entonces lo pertinente es generalizarlo y no vivir en permanente estado de hipocresía.
*Magister en Economía