El Tinteadero

Don José Eustasio y su vorágine

Por Jorge Armando Rodríguez Avella

Este año bisiesto y voraginoso se conmemora el primer centenario de la novela La vorágine, cuyo interés de algunos habitantes de Sogamoso se debe a que esa obra fue escrita parcialmente en esta ciudad, por José Eustasio Rivera, en la hacienda Las monjas y en la casona La quinta, situada más o menos donde hoy funciona el Hospital Regional de Sogamoso. 

En el tinteadero contaron que estas dos propiedades pertenecían a Lisandro Durán y su esposa Isabel Tavera integrantes de una adinerada y numerosa familia conservadora con ascendencia huilense, asentada en Sogamoso desde hacía años. 

En los meses que pasó Rivera, de manera intermitente, se enamoró de Lola Durán, la hija del matrimonio Durán – Tavera, quien a la sazón y según testimonios, no sobrepasaba los 13 años por lo que Durán, a pesar de la profunda amistad con el escritor, permanecía muy cerca de su hija cuando los visitaba Rivera. Versiones indican que en la hacienda de Las monjas se reunían un selecto grupo de jóvenes y algunos menos jóvenes, conservadores amantes de la caza, el buen licor y las buenas fiestas, en la mayoría de las ocasiones los galantes estaban acompañados de damas desprovistas de elegantes trajes o ataviadas con lujosas joyas, si no, por el contrario, de humildes campesinas de los sectores aledaños. Las muchachas, y algunos muchachos, eran ‘ahijadas’ de los participantes: todos finqueros de sobrados recursos económicos y grandes propietarios de terrenos de municipios vecinos.

Eran renombrados los integrantes de estos festejos, como el poeta de dedo parado, el bogotano don Alberto Ángel Montoya, quien además de ser hijo de una dama de Firavitoba, gozó en sus primeros años de adultez, antes de perder la visión, de excelentísima buena fama y de practicar la buena vida. 

Todos ellos eran cazadores de múltiples presas y de variados y refinados gustos entre los que se contaban faunos y ninfas de corta edad. Y de los que poco se sabe si existió descendencia producto de esas francachelas finísimas. Sin embargo, de lo que sí se dice con altas probabilidades de certeza es que no todo era alta literatura, como tampoco que vivían engalanados y absortos con los bellos y paradisíacos paisajes del Valle de Sugamuxi.    

Y para rematar, en el tinteadero se dolían de que para desencanto de quienes creen que “la obra fue escrita en Sogamoso”, pues tal afirmación lamentablemente carece de veracidad, dado que solamente fue el borrador de las dos o tres primeras páginas de la novela. Cuentan, además, que el editor de la obra al leer esas primeras páginas exclamó: ¡esto es una verdadera vorágine! 

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