Opinion

MALAS INFLUENCIAS

Hace muchas, muchas lunas, como decían algunos pueblos indígenas, preguntaba uno a los chicos por su proyecto de vida y las respuestas no se hacían esperar: Jaimito quería ser policía; Pedrito, bombero; Lucía, doctora; Pachito, conductor de tractomula y así, un largo etcétera. Hoy, ante la misma pregunta, la gran mayoría no parpadea cuando se les escurre de la boca: ¡youtuber!

Para ilustrar a los mayores de 50, un youtuber es el usuario de una plataforma que aloja videos llamada YouTube. También hay tiktokers, instagramers y demás de su misma especie; youtuber ya es genérico para esta clase de especímenes. Usted puede crear un canal, gratuitamente, y subir ahí cualquier clase de pendejada que se le ocurra: entre más estúpido sea el contenido y más vulgaridades diga, más clics obtendrá y entre más clics den los usuarios, más dinero le entra al personaje de marras, lo que a su vez alienta al geniecillo a hacer vainas cada vez más estúpidas. Y así por los siglos de los siglos, amén.

Todos sabemos que de todo hay en la viña del señor. Encontramos canales de Historia, de alta cocina, de autoayuda, de deportes, musicales (muy populares), infantiles, de películas, de humor, educativos y por supuesto los de estupideces, que en el idioma de nuestros amigos gringos se les llama “pranks”, que son videos cortos, entre 20 y 30 segundos, en donde la falta de gusto, de clase, de estilo y su bajísimo nivel intelectual son el común denominador. A eso aspiran muchos niños de hoy, ¡deplorable!   

A algunos medios les ha dado por llamar a estos ejemplares dizque “influencers”. Veamos qué es un influencer, o como diríamos en chibcha, influenciador: “Persona que tiene la capacidad de influir en las decisiones de otros, debido a su autoridad, conocimiento, posición o relación con su audiencia.” Las dos primeras características, más o menos como Epa Colombia o el tal Cossio, que sobresalen no precisamente por su nivel intelectual y valores positivos como para ser ejemplo a seguir.

Itero, entre más baboso, negativo y soez sea el contenido (ah, es que también los niños se llaman “creadores de contenido”, vainas de la moda) más seguidores y más clics obtienen. Cuando doy un clic en un video de YouTube que esté monetizado (pregúntenle al profesor Google), un algoritmo reporta la impresión y la duración que yo le permito a los anuncios previos al video. De acuerdo con eso, le pagan a quien creó el contenido y todos contentos, comenzando por los que reciben la plata. Y, obvio, sus seguidores, que seguirán en la ignorancia y la mediocridad.

Claro que hay honrosas excepciones como el honorable senador Jonathan Ferney Hernández, alias J.P. quien, con su manejo del lenguaje, sus modales, sus conceptos de decencia y lealtad y su ilustración no deja dudas de que en una vida anterior fue youtuber. 

Los medios de comunicación, que ya se trasladaron a estas plataformas, fomentan la banalización y degradación de actividades tan sublimes como el arte o la música. Para no ir tan lejos, hace unos años en un festival de tatuadores en Duitama (arte que, con altura, no tiene absolutamente ningún reproche), uno de los invitados era un muchacho del Valle del Cauca que, a raíz de una fuerte depresión por la muerte de su madre, tomó la decisión de modificarse el cuerpo y la cara hasta parecer una calavera andante. La verdad monda y lironda es que cada quien tiene la más completa libertad para hacer de su cuerpo lo que le venga en gusto, pero de ahí a llamarlo “artista”, como lo hizo el medio, hay mucho trecho. Artista Botero, García Márquez o el compadre Egidio Cuadrado, pero estos especímenes… me da pena: no.

Resultaría un contrasentido prohibir a los jóvenes, como en la edad media, que se tienen que alejar de las redes sociales y de la nefasta influencia de estos personajes que poco o nada tienen para aportar al futuro de nuestros muchachos, pero sí los maestros y padres de familia deben incentivar a los chicos a llenar esos espacios con actividades edificantes como la lectura o el deporte, para que su mundo no se circunscriba a una sola realidad y guiarlos para que utilicen bien la tecnología, su tiempo libre y puedan ser ciudadanos libres, críticos y que lo que deseen hacer con su vida sea el producto de una profunda reflexión,  que sus decisiones no los hagan arrepentirse el día de mañana, pues no van a ser toda la vida jóvenes: si no construyen su futuro hoy, mañana será demasiado tarde.

Addenda: Hablando casi de lo mismo, cómo les parece la ‘artística’ letra de la canción +57 (ese es el nombre de la obra de arte) con la cual Karol G, Maluma, J. Balvin y otros genios dejaron la imagen de Colombia por el piso y la dignidad de las adolescentes en un lamentable estado de precariedad. Si el mal gusto, lo grotesco y la vulgaridad fueran delitos, éstos pagarían mínimo cadena perpetua.

Por Rafael Antonio Mejía Afanador

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